Sinaloa, embarrados y embroncados todos; que sacudirán a la FGS; ganar el poder y perder los ideales
Sinaloa, su sociedad y su gobierno van a sufrir durante los próximos meses a raíz del caso Zambada y su indiscutible secuela, la muerte del diputado federal electo Héctor Melesio Cuén Ojeda, cuyo asesinato se enreda cada vez más en el ámbito oficial.

Desde el jueves negro del 25 de julio. Sinaloa está en la mira internacional y se le escudriña con ojo crítico, a veces hábilmente, pero en muchas otras con conclusiones simplistas que nos colocan como un estado bajo sospecha.
No es fácil asimilar que aquí se siguen desarrollando los grupos delictivos que impactan en el país y en muchos otros territorios, aunque ahora existan más competidores. Todo personaje que directa o tangencialmente aparezca en esta trama tan similar a una escabrosa serie televisiva, se convierte en reo de sospecha y se escudriña no sólo su supuesta o real participación en el caso, sino su pasado y sus antecedentes familiares. Ahí está el escándalo en torno a Jesús Vizcarra, por facilitar un avión.

Al gobernador Rubén Rocha Moya no lo han soltado sus enemigos políticos de Sinaloa, pero tampoco los que nacionalmente se asoman a dilucidar lo que aquí pasó. Hay un concierto de voces -informadas y desinformadas- que en tres patadas deshacen cualquier explicación, desechan cualquier prueba ofrecida y sueltan no sólo condenas, sino sentencias severas, y adelantan las consecuencias que bajo esas miradas, tendrá el episodio.

En contrapartida hay también quienes por interés político o de cualquier otro, o por convencimiento, se lanzan a la defensa del ejecutivo estatal, con avales directos como el del presidente Andrés Manuel López Obrador, la presidenta electa Claudia Sheinbaum y los gobernadores morenistas que en bloque firmaron una carta exonerando a Rocha Moya de las acusaciones que no se le han hecho formalmente (por cierto, no se ha movilizado así el morenismo sinaloense, quizá en una medida inteligente que trate de evitar la intensificación del debate, o quizá porque los rivales internos prefieren callar para no verse involucrados).

Parece viable la explicación de que a Ismael Zambada lo engañaron diciéndole que participaría en una reunión con el gobernador y con Cuén, ya que para ello no se necesitaba tener ahí al funcionario; si el propósito real no era dirimir diferencias, sino llevarse el Mayo como se lo llevaron, según la explicación que da él mismo y que avala el gobierno de los Estados Unidos, Rocha no era necesario. Eso, sin embargo, no debe impedir que la autoridad encargada del caso (hoy, la Fiscalía General de la República), investigue por qué el nombre del gobernador fue utilizado.
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Sinaloa no sólo es mencionado como lugar de narcos y gatilleros. Además de eso, o por eso, los más destacados analistas advierten el riesgo de una guerra entre las facciones del cartel del Pacífico o de Sinaloa, como indistintamente se le llama. Si efectivamente se desata esa guerra, la sociedad se verá gravemente lesionada, como ha pasado en otras épocas, no tan lejanas, como la del cierre de la primera década del siglo y la primera mitad de la segunda, cuando la lucha por las plazas nos llevó a colocar a nuestras principales ciudades sinaloenses entre las más violentas del mundo.
Ya ayer los reportes hablaron de siete ejecuciones en diversas partes del estado, contando entre las víctimas a un personaje cuya captura tenía precio en los Estados Unidos.

Esperemos que haya cordura. Deberíamos esperar también capacidad de respuesta de las autoridades estatales y federales, pero ya vivimos la amarga experiencia de los Culiacanazos uno y dos, cuando la movilización del ejército ilegal llegó a superar a las fuerzas del orden.
Ahora bien, no son esos los únicos problemas generados por el affaire Zambada. También está el frente internacional, en que Estados Unidos hace reconocimientos hablados cada vez más enfáticos a la colaboración de México, pero en la práctica cierra las vías de información para asuntos ya ocurridos, como el que nos ocupa, y lo más seguro es que también para cualquier otro caso que esté en proyecto o en proceso de ejecución.
Por otra parte el cuestionamiento no se queda en Sinaloa. El presidente López Obrador volvió a arreciar sus ataques contra los enemigos conocidos, diciendo que usan dinero de los Estados Unidos y que ese dinero se utiliza para alimentar el hashtag #narcopresidente, que tanto le ha dolido desde la campaña electoral y que él creía ya superado.
Sólo una investigación de altos vuelos puede determinar si en efecto, hay una gran inversión para conseguir que ese lema siga siendo trending topic, o si los comentarios negativos hacia el gobierno y el propio AMLO vienen de una corriente orgánica, es decir, de personas que no están satisfechos con el derrotero de la lucha contra la inseguridad y así lo manifiestan en ese enorme foro que son las redes sociales, esas que hace seis años fueron llamadas “las benditas redes sociales”.
LA FUERON, PERO
AMIGABLEMENTE
El papel de la señora Sara Bruna Quiñónez como fiscal general en Sinaloa fue tan malo, que debió irse al año de su nombramiento, pero nadie en el tercer piso lo quiso ver así. El desorden que ya existía en la Fiscalía desde su creación y sobre todo desde su antecedente legal, la Procuraduría General de Justicia de Sinaloa, se mantuvo y se incrementó.











