Develación del busto de Liberato Terán Olguín en la Plazuela Rosales.

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Carlos  Calderón  Viedas

Nos encontramos reunidos para ofrecer un perene testimonio a un personaje universitario ejemplar de esta Casa Rosalina: Liberato Terán Olguín, quien desde su ingreso a la universidad, en 1966, dejó volar su pensamiento con libertad y altura de miras, y aterrizó su conducta con sencillez y responsabilidad.

La trayectoria de Liberato Terán se cifró en esa convergencia, la cual fue estimulada por los aires humanistas que todavía se respiraban en esos tiempos universitarios. Fue el encuentro feliz entre un joven de origen rural con inquietudes sociales, gusto por la lectura y la escritura, facilidad de palabra y una vocación social que nunca le abandonó.

Esta combinación virtuosa del carácter de Liberato Terán, le fue ganando un sinnúmero de amistades y compañeros. Muchos de los presentes podemos recordar a Liberato ayudando a quien necesitaba un apoyo, ofreciendo un consejo al que lo solicitara o entregando su solidaridad a causas sociales sensibles. Este mismo sitio, de gran tradición en Culiacán, fue defendido por Liberato para evitar que perdiera su rostro histórico, ante las  modificaciones urbanas que en este rumbo se realizaron.

No es poco el legado que Liberato Terán nos deja. Hay huellas imborrables de su recorrido vital dentro y fuera de la Universidad Autónoma de Sinaloa.

Los tiempos estudiantiles de la generación de Liberato Terán, fueron momentos definitorios para los actores y para la institución universitaria. Las convicciones de Liberato rápidamente lo colocaron del lado de los estudiantes y maestros que buscaban realizar reformas en los contenidos de la enseñanza y en las formas de dirección institucional, es decir, democratizarla.

Gracias a la lucha de los universitarios comprometidos con el cambio, las demandas planteadas fueron alcanzadas. Este hecho histórico significó para Liberato Terán, el inicio de una nueva etapa. Al término de sus estudios profesionales, Liberato reafirmó los principios que había mantenido como dirigente estudiantil, ahora en su calidad de trabajador académico. Participó en la creación del sindicato universitario y fue un duro crítico de las desviaciones que sufrió esa organización gremial. Igualmente, no dio concesiones al radicalismo ideológico y político en el que cayeron los resabios del movimiento estudiantil. Con igual entereza con la que se opuso a las desviaciones ideológicas y políticas, se enfrentó a grupos de poder que amenazaban la autonomía universitaria. 

Sumó a su experiencia de trabajo cargos de dirección institucional que le abrieron otras perspectivas desde el mirador de una universidad mejor en lo esencial académico, plural y democrática por cuanto a las diferencias en las ideas, y comprometida con quien de verdad se debe, el pueblo.

Liberato Terán hizo camino al andar. El busto que ahora se erige en pro de su memoria, es testimonio de una historia personal hecha por él mismo. El artista esculpió la figura, pero fue Liberato el que aportó los materiales para que su recuerdo perdure entre nosotros y tenga la fuerza para trascender a las nuevas generaciones.

Recordar a Liberato Terán no es pretender revivir episodios pasados, vano intento sería hacerlo, preservar su memoria significa proyectar la idea de una universidad libertaria, humanista y cercana al pueblo. La vida universitaria de Liberato condensa el pensamiento y la actuación de una generación de estudiantes que le tocó vivir tiempos de cambio.

Si bien no es válido reclamar que épocas pasadas siempre fueron mejores, hay algo que sí debe tenerse en cuenta, el sentido de los cambios, el sentido de la historia donde esos cambios quedan asentados.

Es muy importante tener claro el sentido de las historias personales, como es el caso de Liberato Terán, porque es el sentido de la vida de hombres y mujeres el que se imprime a las instituciones. No es de otra manera. Si hay carencia de sentido, el pragmatismo lo envuelve todo. No sobra decir que si esto ocurre, cualquier universidad se vuelve presa fácil de los dictados de la economía y de la política, con lo que la esencia misma de la universidad -pública desde luego- queda adulterada.     

El sentido de la historia de Liberato Terán se acompasa con el de la universidad que lo tuvo en su seno, la UAS: libre, humanista, crítica y democrática. La universidad en la que creyó y por la que luchó significó algo más que una institución que transmite saberes técnicos y habilidades. Se trataba de una casa de cultura para educar y formar a la juventud, sí,  pero sin olvidar que la causa y la finalidad del quehacer educativo es la persona misma. Principio inexcusable si se trata de formar ciudadanos racionales y razonables, moralmente íntegros, libres de pensamiento, solidarios socialmente y tolerantes en la cultura. 

El homenaje que ahora rendimos a Liberato Terán Olguín es un regreso inmediato a un pasado reciente, pero no lo hacemos para repetirlo tal cual, sino para actualizarlo en el presente, de algún modo es un  regreso, pero con la mirada puesta en el futuro, al que buscamos darle un cierto sentido.

La galería de la historia del Alma Mater rosalina abrió sus puertas a Liberato Terán Olguín. Ocupa, para nuestro orgullo, un lugar muy merecido.

Muchas gracias.