Los Capitanes, el equipo de Ciudad de México que sueña con la NBA mientras juega en Texas

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Los Capitanes de Ciudad de México, que están fuera de casa debido a la pandemia, son el primer equipo de la G League en México y una parte importante de la expansión internacional de la NBA.

 Los Capitanes de Ciudad de México acababan de llegar de un viaje en autobús de tres horas cuando se encontraron ante una curiosa audiencia en las afueras de Austin, Texas. Un grupo de niños con uniformes de karate alzaban sus cuellos sobre una barrera en una instalación deportiva y se preguntaban en voz alta si estaban viendo a “jugadores de baloncesto famosos”.

Tras recorrer un camino tortuoso hacia su primera temporada en la G League, la liga de desarrollo de la NBA, los Capitanes se preparaban para una práctica vespertina y no tuvieron problemas por el hecho de compartir las instalaciones deportivas con un bullicioso torneo de artes marciales.

Los Capitanes son una parte importante de la estrategia de la NBA en México, pero tener que compartir la misma cancha no era un problema para ellos. No tras perderse la temporada pasada por la pandemia del coronavirus. No para un equipo de luchadores (que no son particularmente famosos) que venían de varios lugares de América Latina y Estados Unidos para jugar baloncesto. Y no mientras recorrían todo el país en un exigente calendario de dos meses compuesto, en su totalidad, de partidos como visitantes.

“Puede llegar a ser agotador”, dijo Ramón Díaz, el entrenador del equipo. “Es como si no tuvieras un hogar”.

Debido a la pandemia, por ahora los Capitanes están en un complejo residencial de Fort Worth en vez de jugar en Ciudad de México, y no tienen un estadio como equipo local. Ya tienen la mirada puesta en un futuro libre de esta seguidilla crónica de viajes en autobús. La próxima temporada, a menos de que haya otra catástrofe global, jugarán un calendario completo de la G League con partidos en casa en Ciudad de México, en lo que será un experimento novedoso para la NBA, que sigue buscando maneras de expandir su presencia internacional.

“Va a ser algo muy importante”, dijo Fabián Jaimes, un ala-pívot y uno de los dos jugadores mexicanos en la plantilla de 12 jugadores. “De hecho, me cuesta creerlo”.

Ese día, los Capitanes se estaban preparando para un juego contra los Spurs de Austin. Mientras Díaz reunía a sus jugadores para el comienzo de la práctica, Rodrigo Serratos, el presidente del equipo, dijo que los Capitanes tenían planes enormes para México, incluida la creación de academias juveniles para ayudar a desarrollar jugadores. Esta temporada, Serratos ha acompañado al equipo en sus partidos como visitante para estudiar la manera en que las otras franquicias organizan sus juegos y conectan con los aficionados. Los Capitanes ya tienen una mascota: Juanjolote, una cándida salamandra acuática basada en el ajolote, una especie nativa del centro de México que está en peligro de extinción.

Serratos no se cohíbe al hablar en público de sus sueños. Quiere que los Capitanes construyan una enorme base de fanáticos y se conviertan en una marca deportiva reconocida en América Latina. Quiere que el equipo gane partidos y compita por campeonatos. Y por supuesto, su sueño más grande, uno que comparte con los dueños del equipo, es que los Capitanes se conviertan en una franquicia de la NBA.

“Por supuesto, será un gran desafío”, dijo. “Pero me gustan los grandes desafíos”.

Los Capitanes —o al menos la semilla de la idea que se convertiría en los Capitanes— nacieron en Los Ángeles en abril de 2016, durante el último partido de Kobe Bryant con los Lakers antes de retirarse de la NBA. Moisés Cosío y Rodrigo Trujillo, productores de cine y amigos desde hace mucho tiempo, consiguieron entradas y vieron a Bryant anotar 60 puntos. Su conversación se centró en la situación del baloncesto en Ciudad de México, donde varios equipos en la liga más importante del país, conocida como la Liga Nacional de Baloncesto Profesional (LNBP), habían fracasado en los últimos años. Sin embargo, Cosío y Trujillo sentían que había un potencial sin explotar para que el deporte se hiciera más popular.

Meses más tarde, ya formaban parte de un grupo de propietarios que consiguió los derechos de una nueva franquicia en la LNBP. La llamaron Capitanes de Ciudad de México y lograron causar sensación. El equipo llegó a las finales en sus dos primeras temporadas con un promedio de 3000 fanáticos en los partidos como locales. Tras bambalinas, el equipo estaba en conversaciones con la NBA, que tenía mucho tiempo contemplando a México como un mercado que algún día podría estar listo para la expansión internacional.

Raúl Zárraga, gerente general de NBA México, dijo que la liga se sentía motivada por el éxito inicial de los Capitanes y apreciaba que los dueños del equipo fueran ambiciosos.

“Fue un vínculo natural”, dijo Zárraga. Y agregó: “Preferimos tener un equipo que sueñe en grande, que nos impulse a ser mejores y a apuntar lo más alto que podamos”.

Tras varios meses de negociaciones, la NBA anunció en diciembre de 2019 que los Capitanes se unirían a la G League por cinco temporadas, a partir de la temporada 2020-2021.

La emoción generada por el anuncio del comisionado de la NBA, Adam Silver, fue neutralizada por la pandemia de coronavirus que derrumbó el lanzamiento de los Capitanes la temporada pasada. Díaz terminó trabajando desde su casa en España, donde llenó sus días con horas de grabaciones de partidos de la G League. A medida que pasaban los meses, empezó a preocuparle que la NBA se retractara de su compromiso de incluir a los Capitanes en la G League debido a las restricciones relacionadas con la pandemia.

“Esperas mucho tiempo por esta oportunidad, y ahora no te sientes tan seguro de que vaya a suceder”, dijo. “Porque quizás la NBA cambie de opinión y nos diga: ‘Este no es el momento para ti’”.

Después de empezar esta temporada con dos victorias en sus primeros cuatro juegos, los Capitanes ya habían superado las expectativas de su inclusión en la G League mientras abordaban un autobús a primera hora de la mañana en Fort Worth. Los jugadores chocaban puños unos con otros antes de acomodarse para el viaje de 305 kilómetros hasta Austin, con sus piernas arropadas sobre los asientos en diferentes posiciones de reposo.

“Me siento viejo”, dijo Alfonzo McKinnie, el mejor jugador del equipo, mientras el autobús pasaba por enormes granjas y paradas de camiones en la Interestatal 35. “Alguien me preguntó el otro día: ‘¿Quién es el tipo más viejo del equipo?’. Tuve que pensarlo un segundo y luego me di cuenta: ‘¡Maldición, creo que soy yo!’”.

A McKinnie, un alero de 29 años de Chicago, le gusta recordar su travesía mundial en el baloncesto viendo videos de sus jugadas en YouTube. Grabaciones de sus años universitarios en Wisconsin-Green Bay. Videos de su primera incursión en el baloncesto profesional en Luxemburgo, donde ganaba alrededor de 1500 dólares mensuales. Filmaciones de los campeonatos mundiales de 3 contra 3 en China. Y, por supuesto, videos de las finales de la NBA de 2019, cuando era jugador de rotación con los Warriors de Golden State.

Tras pasar la temporada pasada acumulando polvo en la banca de los Lakers, dijo McKinnie, sus pertenencias quedaron almacenadas en un depósito en Los Ángeles. No tuvo reparos para regresar a la G League.

“He tocado fondo en el pasado”, dijo McKinnie quien, vale acotar, no es el jugador más viejo, sino el segundo de mayor edad en los Capitanes. “Así que, para mí, cada oportunidad es una buena oportunidad. No puedes dar nada por sentado”.

Debido a sus viajes, probablemente no sea una sorpresa que McKinnie tenga historia con México. Durante tres meses en 2016, antes de llegar a la NBA, jugó para los Rayos de Hermosillo de la LNBP.

“La gente venía sin camiseta, golpeándose el pecho”, dijo. “Los estadios eran muy locos”.

Con los Capitanes, McKinnie se ha encontrado con una figura de su pasado: Jaimes, quien jugó para un equipo contrario en la liga nacional. Después de ese encuentro casual, Jaimes dice que pasó las siguientes temporadas muy pendiente del progreso de McKinnie, lo que impulsó sus propios sueños de llegar a la NBA. Ahora, se siente más cerca que nunca.

En mayo, los Capitanes se robaron a Nick Lagios de la organización de los Lakers para convertirlo en su gerente general y para septiembre ya se había llegado a cierto compromiso: los Capitanes harían una gira como visitantes durante 14 juegos como parte de la Copa Exhibición de la G League y luego jugarían un par de partidos de exhibición adicionales en enero contra la G League Ignite, el equipo de los mejores prospectos de la NBA.

Lagios y Díaz buscaron una mezcla de jugadores mientras armaban su plantilla: jugadores con raíces latinoamericanas, jugadores que disfrutaran la defensa, jugadores con experiencia que pudieran ser mentores de los compañeros de equipo más jóvenes. El equipo cortejó a los jugadores con la posibilidad de ser descubiertos por cazatalentos de la NBA, además de la oferta un poco menos atractiva de un salario prorrateado de la G League, que por lo general es de 37.000 dólares por una temporada completa de 50 juegos. Además, los jugadores podrían ser parte de algo nuevo.

“Es un equipo al que le interesa ganar”, dijo Justin Reyes, un antiguo miembro del equipo All-American de la División II en el St. Thomas Aquinas College en Sparkill, Nueva York. “Así que todos sabíamos que iba a ser necesario hacer sacrificios para lograr que todo funcionara en tan poco tiempo”.

Serratos recuerda el inicio del entrenamiento el mes pasado y un momento de alegría colectiva: los Capitanes, después de tantos retrasos y tanta incertidumbre, finalmente se habían reunido. Pero dijo que su serenidad duró poco porque Tyler Davis, un ala-pívot de 2,10 metros, hizo una clavada en los primeros minutos de la práctica del equipo y destrozó el tablero. Díaz corrió a ver cómo estaba.

“¡Tyler, eres un monstruo!”, le dijo.

Mientras Serratos comenzaba a calcular cuánto costaría remplazar el tablero, surgió otra preocupación más inmediata: a su colección de nómadas le faltaba un aro. Ese día no hicieron más clavadas.

En la mañana de su juego contra los Spurs de Austin, los Capitanes estaban de vuelta en el autobús, esta vez rumbo a una práctica ligera de tiro en la arena y hacia otra oportunidad para generar química. El equipo se había reforzado con un par de incorporaciones tardías, entre ellas Moisés Andriassi, un base de 21 años y uno de los mejores jugadores jóvenes de México.

“En este punto ya soy un experto en visas”, dijo Lagios, el gerente general, en referencia a los desafíos de armar una plantilla internacional en medio de una pandemia.

Serratos, que veía a los jugadores corriendo en las maniobras ofensivas desde una silla plegable ubicada junto a la cancha, estaba emocionado de tener al equipo completo, un gran logro para un equipo que vive en la carretera. Dijo que su esposa, Cecilia Rousset, era el único miembro del grupo viajero de los Capitanes que había podido disfrutar un poco de las comodidades de Austin.

“Está en una clase de yoga”, comentó.

El juego en sí fue una locura. Dispersos entre la multitud local hubo fanáticos que vestían prendas de los Capitanes y ondeaban banderas mexicanas. Vieron a su equipo generar una gran ventaja y luego dejarla escapar en una derrota ajustada ante los Spurs.

A lo largo de la temporada, Díaz ha intentado mantener la perspectiva.

“Claro que quiero ganar todos los partidos”, dijo. “Pero el objetivo principal es que debemos ser competitivos. Y somos competitivos”.

La derrota no aplacó en absoluto el entusiasmo de fanáticos como Victor Hugo Pérez Torres, gerente informático, quien estuvo en el partido junto a su hermana, Lucero Pérez Torres, y su amiga, Liliana Ramírez Ferrusquia, las cuales trabajan en la banca. Los tres son de Ciudad de México y quisieron apoyar a su equipo favorito en persona.

“El año que viene estaremos en todos los partidos”, dijo Pérez Torres.

Afuera de la arena, el autobús de los Capitanes esperaba al equipo. La carretera los llamaba, una vez más.