– Fueron 45 las familias que la iniciaron en una especie de islote.
– A los quince días de asentadas sufrieron los embates del Olivia.
– Estos asentamiento surgen por el fracaso de los programas de vivienda señala Poncho Cordero.
Alfredo Ramírez.
Fue la primera invasión que se dio en la margen derecho, de sur a norte de lo que es la avenida Ejercito Mexicano; hace ya lejanos 39 años, un 15 de septiembre.
A l mes siguiente, un 24 de octubre, a las seis de la tarde, las 45 familias que iniciaron esa aventura corrieron a refugiarse en las casas deshabitadas de un fraccionamiento en construcción ubicado en la parte alta: Llegaba el Huracán Olivia a poner a prueba su entereza.
Yo no los voy a sacar, no me voy a meter a sacarlos, el agua se va a encargar y solitos se van a salir, había manifestado en su momento el entonces alcalde, Rafael Tirado Canizalez, a quien consideran fue muy comprensivo en eso de usar la represión policiaca.
“Las pocas personas que estábamos aquí, fuimos y nos refugiamos en un fraccionamiento de aquí de arriba en unas viviendas que tenían los techos y los muros y no estaban habitadas, y ahí nos cambiamos hacia un lado y conforme cambiaba el viento nos cambiábamos al otro lado. Y ahí vimos como todas las pocas pertenencias que trajimos se echaron a perder. Todo lo perdimos pero no fue suficiente para que renunciáramos a la posibilidad y anhelo de tener un espacio donde vivir. Son recuerdos que tengo muy marcados en la mente y el corazón y se me hace un nudo en la garganta al recordar esos momentos; porque aquí encontramos el hábitat que andábamos buscando y aquí nacieron todos mis hijos”, rememora, Alfonso Cordero Manjarrez, uno de los fundadores del asentamiento.
Entre los fundadores originales, además de Cordero Manjarrez se encontraban, Florencia de Gutiérrez, Antonio Moreno Castellanos, Rogelio del Castillo, Adolfo Eriti, por citar a algunos de esas 45 familias, donde algunos ya se fueron a otras tierras o a otros mundos.
Hoy en el asentamiento viven aproximadamente 600 familias.
“ Recuerdo que nos sacaba la policía pero el profesor Simón Jiménez nos daba ánimos para volvernos a meter, una vez aquí nos preocupamos por la escuela, que se inició con dos ladrillos, uno servía de asiento y el otro de escritorio”, comparte Alma Lilia Solís Gómez.
De la escuela siguió el salón social y luego la iglesia de San Francisco de Asís en el año de 1978.
Las condiciones del terreno no permitían colocar de golpe y porrazo a todo mundo porque era una especie de pequeño islote donde se acomodaron las 45 familias amontonadas en esa área y desde ahí empezaron a organizarse.
Cada día domingo cooperaban 20 pesos para al día siguiente empezar el relleno de calles, echando material y conforme se avanzaba en el agua fueron acomodándose las familias.
“En condiciones muy desfavorables y adversas nació la colonia Insurgentes, me parece la historia de México, de la Gran Tenochtitlán como nacimos aquí”, expresa Cordero.
En el transcurso de la charla enfatiza en el sentido de que la reacción de la autoridad siempre es en contra porque no aceptan este tipo de asentamientos, aunque buena parte de la culpa la tienen las autoridades al dejar fuera de los programas oficiales de vivienda a un núcleo importante de la población que, lo mismo, no puede reunir los puntos que exige Infonavit o cuenta con el dinero que pide el Invies para ser susceptible de una vivienda.
“Los programas oficiales en materia de vivienda han fracasado rotundamente”, reitera, destacando que una cosa es que los realicen en la comodidad del escritorio fuera de la realidad social en que se vive sin conocer las zonas donde ocurren este tipo de conflictos sociales o, simplemente, por que los programas llegan de la mano de gentes que no lo necesitan ni cumplen el objetivo social para el que, se supone, fueron creados.
Don Alfonso Cordero Manjarrez, recuerda con admiración y respeto las enseñanzas del profesor Simón Jiménez Cárdenas, quien entre sus múltiples expresiones decía que la tierra no era de nadie debido a que la propia naturaleza la otorgo para que se cultivaran los alimentos y se dieran los espacios necesarios para vivir.
Desde esas fechas, añade, las cosas siguen igual. No existe un organismo regulador que nos diga la tierra vale tanto, todo está en la idea del dueño y el gobierno no se ha preocupado por establecer ese organismos que regule costo y precio.
En aquellos lejanos, mediados de los setentas; conforme avanzaba el proceso de relleno y poblado se establecieron tres tomas colectivas de agua donde pagaban cerca de sesenta pesos por mes.
Fue en los tiempos de José Angel Pescador Osuna cuando se dio la primera desincorporación y fue al alcalde sustituto, José Luis “Pil” Tostado a quien le tocó dar inicio a la regularización de los predios.
En esa franja de la geografía mazatleca, después de la colonia Insurgentes, siguieron otros asentamientos como la Tierra y Libertad y la Rubén Jaramillo.
Como dijo en su momento don Simón Jiménez la tierra no era de nadie, eran las mismas personas las que se establecían limites y fronteras, algo que sigue igual de vigente.