A PROPÓSITO DEL CONGRESO DE VALORES.

0
49
Fernando_Savater_by_Gonzalo_Merat.jpg

R E S E Ñ A D E É T I C A P A R A A M A D OR

ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Esta reseña es una especie de lectura comentada del libro Ética para Amador de Fernando Savater. Si bien es ya “añejo”, es un excelente libro que habla de cómo vivir la buena vida. Sé que en la secundaria lo están leyendo; de todas formas este comentario bien puede servirles como complemento de su reflexión en clase; seguramente les ayudará a comprender mejor el mensaje que nos propone esta pequeña gran obra. Personalizaré los comentarios para estar a tono con la exposición del autor.

Como no se trata de echarte un rollo, ¿otro?, sí, de esos que, a pesar de la sobrada energía que tienes, te producen un sueño del cual no quisieran despertar; como no quiero que eso te ocurra, trataré de ir comentando de este “librito” aquello que puede orientarte a vivir con dignidad, a la altura de tus mejores sueños. Si no logro este propósito, te propongo que este rollo, porque eso sería, lo eches a la basura, justamente donde la crítica roedora de los ratones suele ser demoledora.

SIN RODEOS, AL GRANO, MI QUERIDO JOVEN.

Fíjate, por favor, en la siguiente advertencia que te hace el autor: Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni futbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, se nos va la vidai. Y luego completa esta advertencia, con una reflexión que la hace todavía más interesante: Se las voy a poner con letras chiquitas, por aquello de que lo pequeño es hermoso:

Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir. En una palabra, entre todos los saberes posibles, existe al menos uno imprescindible: el de que ciertas cosas nos convienen y otras no.

¿A qué se refiere el autor cuando nos dice que hay cosas que hay que saberlas, porque en ello se nos va la vida? No se refiere por supuesto a las matemáticas, que tan duros dolores de cabeza nos causa, aunque por supuesto es muy importante que sepas matemáticas. A estas alturas, seguramente estarás ansioso por despejar la respuesta. Pese a tu ansiedad, la respuesta es muy sencilla, pero en su sencillez, como dice Savater, se nos va la vida. De lo que se trata de saber, es lo siguiente:

… que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo “bueno” porque nos sientan bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todas esas les llamamos “malas”.

A la mejor la respuesta te pareció una niñería, y estarás a punto de exclamar: “Tanto rollo para una cosa tan simple”. Tal vez hasta estés tentado a echar este rollo a los ratones… Espérate, no me cuelgues, porque el asunto es más complicado de lo que parece; porque vivir en relativa armonía con uno mismo y con los demás no es fácil, nunca ha sido fácil. Y tú lo sabes, aún y a pesar de que estés viviendo tus primeros años. Sabes, en efecto, que a veces nos hacemos “bolas” y no en pocas ocasiones la regamos, pues hay cosas que nos convienen y a la vez no nos convienen. Menudo problema vivir, dejemos al autor que te diga lo mismo con sus palabras:

Te recuerdo brevemente donde estamos. Queda claro que hay cosas que nos convienen para vivir y otras no, pero no siempre está claro qué cosas son las que nos convienen. Aunque a veces no

podamos elegir lo que nos pasa, podemos en cambio elegir qué hacer frente a lo que nos pasa. A veces las circunstancias nos imponen elegir entre dos opciones que no hemos elegido: vamos, hay ocasiones en que elegimos, aunque preferiríamos no tener que elegir.

VIVIR O NO VIVIR, ESA ES LA CUESTIÓN.

Es muy cierto, a veces te ocurren cosas en que no sabes qué hacer. Te quedas seguramente como estatua de sal, queriendo, ¡ay!, que la tierra te trague de un sorbo. Ya se te lo decía: vivir es una terrible dificultad, porque hasta cuando nos quedamos sin respuesta ante lo que nos pasa, estamos dando una respuesta, así sea escondiendo la cabeza como el avestruz. Tal vez se estés acordando de algo que te pasó, y te quedaste helado sin saber qué hacer.

Después de este rodeo, debo decirte que al final quién decide lo que haces y hasta lo que no haces, eres tú mismo. Nadie puede decidir por ti. Tal vez por ello el poeta Amado Nervo exclamó en un hermoso verso: Porque fui el arquitecto de mi propio destino/ vida nada te debo, vida estamos en paz. Dicho de otra forma: tú eres libre para decidir sobre lo qué nos ocurre y, a veces, hasta lo que no puede ocurrirte. Porque de libertad se trata, es preciso afirmarte que estás condenado a ser libre, aunque a veces reniegues de la libertad. Pero la libertad, y sobre todo el buen uso de ella. Por eso Savater te lo dice con estas palabras:

Ten confianza. No en mí, claro, ni en ningún sabio aunque sea de los de verdad, ni en alcaldes, curas ni policías. No en dioses ni diablos, ni en máquinas, ni en banderas. Ten confianza en ti mismo. En la inteligencia que te permitirá ser mejor de lo que ya eres y en el instinto de tu amor, que te abrirá a merecer la buena compañía.

Esto no quiere decir que te encierres en ti mismo, mucho menos que no “peles” a nadie, o que no escuches las opiniones y consejos de tus padres, de tus buenos maestros o de tus amigos. Lo que quiere decirte Savater es que, al final de oír a los demás, tendrás que escuchar a tu conciencia y, según lo que te dicte, habrás de decidir sobre tu vida. En ocasiones, tú lo sabes por que lo has vivido, no podemos consultar a nadie sobre algunas de las cosas importantes que te pasan, porque su respuesta requiere ser pronta… En estos casos, como en muchos otros, tenemos que vérnoslas con nuestras propias decisiones y…

 

LA BRÚJULA EN EL CORAZÓN.

¿Ya te aburrí?. Si quieres puedes descansar un poco… A la mejor no estás cansado, y sí confundido. Y no es para menos. Sí es así, sobre todo porque no entiendas algo, entonces pregúntale a tus maestros para que te saquen de dudas. Sea que te den un tiempo o decidan continuar leyendo, te pido permiso para seguir comentando Ética para Amador. ¿De acuerdo?

Te he hablado de que estás condenado a la libertad, porque al final quién decide sobre tu vida eres tú mismo. También te he dicho que decidir sobre lo nuestro, es muy complejo y que no pocas veces nos hacemos “bolas” y la regamos peor que un mal jardinero. Rebelde como eres, seguramente ya estarás pensando que no eres libre para decidir sobre tu vida y sus alrededores, porque existen costumbres y órdenes que tienes que cumplir.

Y yo agregaría que, aparte de esas cosas que se nos imponen desde la sociedad, la escuela y la familia, hay cosas que brotan desde adentro de ti, como los caprichos, a los cuales a veces obedecemos, nada más por darle gusto al gusto, sin medir las consecuencias.

Es cierto, que hay cosas en la vida que son una pesada piedra que tenemos que llevar en la espalda, pero aún estos casos, al final, siempre al final, tú decides si obedeces las costumbres, las órdenes o si malbaratas tu vida entregándote siempre a tus caprichosii. Savater, te los explica de la siguiente manera:

En resumidas cuentas: puede haber órdenes, costumbres y caprichos que sean motivos adecuados para obrar, pero en otros casos no tiene por qué ser así. Sería un poco idiota querer llevar la contraria a todas las órdenes y a todas las costumbres, como también a todos los caprichos, porque

a veces pueden resultar convenientes y/o agradables. Pero nunca una acción es buena sólo por ser una orden, una costumbre o un capricho. Para saber si algo me resulta de veras conveniente o no, tendrás que examinar lo que harás más a fondo, razonando por mí mismo. Nadie puede ser libre en mi lugar, es decir: nadie puede dispensarme de elegir y de buscar por mí mismo.

Y luego el autor, te invita a pensar sobre lo que hacemos o lo que no debemos hacer:

No habrá más remedio, para ser hombres y no borregos (con perdón de los borregos), habrá que pensar dos veces lo que hacemos. Y si me apuras, hasta tres y cuatro veces en ocasiones señaladas.

Cuando el autor habla de ocasiones señaladas, se refiere a las cosas importantes que tenemos que decidir sobre la vida. Tal vez por eso un sabio, muy sabio, en su día expresó: “Pienso, luego existo…”.

DATE LA BUENA VIDA.

Ahora vamos a lo que más te interesa: ¿Cómo vivir en realidad la buena vida? Si me permites, te diré que no voy a darte, como lo hacen ciertos charlatanes de la tele, las reglas de oro para que triunfes en la vida. Eso tendrás que descubrirlo tú, acaso lo que puedo decirte es, no sin cierta timidez, que vivir la buena vida, nada tiene que ver con ser poderoso, rico o influyente, como mucha gente cree, sobre todo porque los poderosos, los ricos y los influyentes alardean de una buena vida que están muy lejos de sentir y muchos menos de vivir.

Para vivir la buena vida no se trata de llenarnos de cosas como el ciudadano Kane y como muchos otros que “brillan” por fuera y que por dentro viven una terrible oscuridad. Es cierto, como humanos necesitamos cosas para vivir, pero requerimos algo más que cosas para vivir la buena vida: necesitamos afecto, amor y respeto.

El aprecio de los demás, como bien lo sabes, es el pan y la sal de la vida, que no se compran ni con todo el oro del mundo. Este tesoro sólo podemos tenerlo a través de las buenas relaciones con los demás: ser humano…, consiste en tener buenas relaciones con los humanos. No te engañes y mucho menos dejes que te engañen, porque no todo lo que brilla es oro. Por favor lee lo que nos dice Savater al respecto:

Para que los demás puedan hacerme humano, tengo yo que hacerles humanos a ellos; si para mí todos son como cosas o como bestias, yo no seré mejor que una cosa o una bestia tampoco. Por eso darse la buena vida no puede ser algo muy distinto a fin de cuentas de dar la buena vida a los que nos rodean.

Y mira qué dificultad, prácticamente hemos vuelto a donde empezamos: la buena vida que quieres para ti, depende de la buena vida que des a los demás. Ya sé, ya sé, que estás impaciente, y seguramente estarás pensando: Este “consejillo” no sirve para nada.., porque en muchas ocasiones he intentado ser bueno con cierta gente, y me han mandado al diablo y hasta se han reído de mi ingenuidad. Es muy cierto lo que piensas, no pocas veces recibimos maltrato de quiénes tratamos bien. Es cierto, es muy cierto, pero por favor escucha lo que nos dice el autor:

A veces uno puede tratar a los demás como personas, y no recibir más que coces, traiciones o abusos. De acuerdo. Pero al menos contamos con el respeto de una persona, aunque no sea más que una: tu mismo.

En efecto, con todo, contarás con la admiración y el respeto de ti mismo. Porque de eso se trata: a veces nuestra humana convivencia recibe tratos inhumanos, pero seguramente sería peor hacer lo mismo, porque al ponerte al nivel de los ingratos, te rebajarías a la estatura de los granujas; porque eso significa descender al escalón más bajo de la especie humana, es decir, cuando perdemos el respeto por nosotros mismos.

 

HUMANO, DEMASIADO HUMANO.

Por la expresión que imagino que tienes en la cara, seguramente te estarás preguntando algo que necesariamente te hubieras preguntado después. ¡Que bien que te lo preguntas ahora! Tal vez estés interrogándote: ¿Acaso cuando me hayan abofeteado tendré que poner la otra mejilla? ¿Acaso tendré que llevar una vida sacrificios tratando de agradar a los demás? No, no, que va. Nunca supongas, ni de juego, que te estoy proponiendo que pases una vida triste, atormentada, tratando siempre de ser el “buenazo” que sirve a los demás para que se diviertan a tus costillas.

¿Te acuerdas que comentábamos que dar buen trato a los demás, era porque queríamos que se nos tratara de la misma manera? Aunque esta frase suene un poco egoísta, lo que damos de nuestra humanidad a los demás, lo hacemos, claro, por ellos, pero sobre todo, por nosotros mismos, porque nuestra humana dignidad desea que se nos aprecie, se nos respete y se nos ame.

No se trata pues, de poner la otra mejilla, ni poner la cara de tonto, ni ser el hazmerreír o mandadero de algún chavo de malas maneras. Si te fijas bien, de lo que se trata es justamente lo contrario: lo que se requiere es “imponer suavemente” a los demás una relación realmente humana, haciéndoles ver que los tratas como quisieras que te tratarán. Recuerda que él que siembra vientos, cosecha tempestades. En todo caso, no olvides este verso de José Martí: cultivo una rosa Blanca/ en junio como en enero/ para el amigo sincero/ que me da su mano franca/ y para el cruel que me arranca/ el corazón con que vivo/ cardos ni ortiga cultivo… Al menos, por favor, no siembres la cizaña.

Por eso en tú convivencia tienes que hacer uso de la inteligencia y el instinto de tu amoriii, porque ello te hará ganar grandes amistades y amores profundos y duraderos. Ser justos en nuestra convivencia, es imprescindible: porque por justicia Savater, entiende lo siguiente:

… la habilidad y el esfuerzo que debemos hacer cada uno –si queremos vivir bien- por entender lo que nuestros semejantes pueden esperar de nosotros.

Pero de la justicia que habla el autor, esta llena de fraternidad:

Para entender del todo lo que el otro puede esperar de ti no hay más remedio que amarle un poco, aunque no sea más que amarle sólo porque también es humano…

¿Cómo la ves? ¿Te parece interesante? Como no me respondes, quiero suponer que no te has quedado dormido por culpa de este rollo. Sabes qué creo, que no me respondes porque estás muy concentrado en la lectura. Si es así, como así es, entonces vámonos al siguiente apartado. Te lo juro, estoy casi a punto de terminar.

 

AMA A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO.

Nos dice la Biblia: ama al prójimo como a ti mismo. Esta hermosa frase es una regla de oro que en tu pensamiento y en tu comportamiento debes tener presente, aunque tengas una religión distinta o no profeses ninguna. Lo que quiere decir esta frase es lo siguiente: que las raíces de la buena convivencia es ponerte en el lugar de tus semejantes.

Es hacer un esfuerzo de objetividad para ver las cosas como él las ve, no echar al otro y ocupar su sitio… O sea que él debe seguir siendo él y tú debes seguir siendo tú.

Un dicho lo expresa así: Sólo el que trae la carga sabe lo que pesa. Intenta, cuando menos un momento, echarte esa carga al hombro, y verás que en vez de juzgar y descalificar, comprenderás que es necesario echarles la mano, o cuando menos tratarlos con amabilidad. Recuerda que no todos somos iguales, y mucho menos nos pasa lo mismo al mismo tiempo.

Precisamente por eso, no hagas a los demás lo que no desees para ti, es al menos otra regla de oro que debes observar en esta tu vida que hoy empieza a despertar llena de promesas. Elige lo que abre a los demás, a nuevas experiencias, a diversas alegrías. Evita lo que te encierra y entierra. Por lo demás, ¡suerte! Y también…confianza, confianza en ti, por supuesto. Me despido de ti con una frase de Sthandal: Adiós, amigo; intenta no ocupar tu vida en odiar y tener miedo.

iSavater, Fernando. Ética para Amador. Editorial Ariel, Barcelona, 1993. P. de aquí delante todas las notas pertenecen a Ética para Amador del laureado español. Sólo de dejarán las notas en las que se haya incluido algún comentario. ii Voy a ponerte un ejemplo de esto: Un barco fue sorprendido en su travesía por un huracán. El capitán tenía la orden de llevar las mercancía a su destino, la costumbre indicaba que no podían tirarse al mar, y la fiera tempestad aconsejaba que el capitán y la tripulación no podían andarse con caprichos. Ponte por un momento los zapatos del capitán: ¿qué hubieras hecho tú? Ya me lo imagino, seguramente decidir por ti mismo, pronto y correctamente. Es cierto, cuando la vida y nuestra dignidad se ponen en peligro, las órdenes no bastan, la costumbre todavía menos y ya no digamos los caprichos. Sirven sí, para la rutina y lo corriente, pero cuando la tempestad cruza nuestras vidas no es el momento para andarse a medias tintas, es hora de decidir por ti mismo, haciendo usos de tus conocimientos, tu sensibilidad y tu instinto. iii Otro ejemplo. Cuando te digo que uses la inteligencia y el instinto de tu amor, te quiero decir también que la vida tiene prioridades; no se puede querer y tener todo a la misma vez. Cuenta la Biblia sobre Esaú y Jacob, hijos de Isaac. Esaú, como hijo mayor, iba a heredar la riqueza de su padre. Un buen día decidió cambiar su futura herencia por un plato de lentejas a Jacob, que era un excelente cocinero. Ese mal día se dijo: Ahora lo que me apetece son las lentejas. Lo de heredar a mi padre será dentro de mucho tiempo. ¡Quién sabe, a lo mejor me muero yo antes que él! (72). Ya conoces a mucha gente que anda desperdiciando la vida en cosas pequeñas, qué voy a contarte a ti. Esfuérzate por querer lo importante para ti, no derroches tu vida, comprando espejismos, sí, de esos que no permiten hacer de la vida una obra de arte.