La noche del 24 de septiembre de 2025, el Museo Casa del Marino fue escenario de una experiencia inusual, la astronomía se mezcló con la dramaturgia, el humor y la poesía en el espectáculo “Lo que (no) se ve”, presentado por Fernando de Retes dentro del Festival Escena Mazatlán 2025. La función, al aire libre y frente al mar, invitó al público a descubrir cómo el teatro también puede ser un telescopio para mirar al universo.
La sinopsis oficial lo define como un “espectáculo astronómico para todos los públicos, lleno de astronomía y humor, donde se desvelan las historias, descubrimientos, música, leyendas y nombres escondidos en el cielo nocturno”. El espectáculo fue presentado por la compañía española CuartoyMitad y Cosmos Creativo.
Con el apoyo de proyecciones astronómicas obtenidas con la más alta tecnología, el montaje permitió la “observación de lo inobservable”, combinando la rigurosidad científica con una puesta en escena íntima y reflexiva.
Fernando de Retes —actor, dramaturgo, físico y divulgador de astrofísica— transformó la velada en un viaje cósmico y personal, recordando al público que “somos tanto y tan poco como polvo de estrellas”. La obra, estrenada en la Plaza del Matadero de Madrid y llevada a escenarios como el Festival Internacional de Unipersonales de Xalapa, llegó a Mazatlán con una edición particular, adaptada a la geografía, el cielo y la atmósfera local.
La introducción: 13,800 millones de años de espera
Al comenzar, Fernando de Retes hizo hincapié en la larga cadena de casualidades cósmicas que hicieron posible esa función. Recordó que el universo lleva 13,800 millones de años en evolución, desde el Big Bang, la expansión del espacio-tiempo, la formación de estrellas y planetas, hasta el surgimiento de la vida compleja capaz de emocionarse con el arte, la música y la ciencia.
“Necesitábamos que esa vida evolucionara hasta dar lugar a seres capaces de mirar al cielo y preguntarse qué hay ahí”, afirmó con entusiasmo, arrancando un aplauso reflexivo.
Entre risas y complicidad, el dramaturgo dedicó un pasaje especial a la ciudad:
“Necesitábamos que se fundara una ciudad maravillosa llamada Mazatlán, y que en un Instituto de Cultura estuvieran suficientemente locos para hacer un festival de teatro”.
Las palabras resonaron en el público, que celebró ese reconocimiento al Instituto Municipal de Cultura, Turismo y Arte de Mazatlán, cómplice de este encuentro que convirtió al puerto en escenario cósmico.
Además, destacó la improbable serie de coincidencias que hicieron posible la función, que el clima lo permitiera, que la compañía pudiera viajar “cruzando una distancia similar al radio terrestre entre dos puntos del planeta”, y que en esa “locura cultural” alguien decidiera invitarlo.
En la velada, de Retes explicó que lo que se ve y lo que no se ve en el cielo depende de factores como la época del año, la latitud y los movimientos de los astros. Esa noche advirtió: “Lo que no se ve va a ser más que lo que se ve”.
Con esa premisa, llevó al público a un ejercicio poético-científico, imaginar qué había más allá de las nubes que cubrían el cielo. Así, recordó que lo primero que no se veía en ese momento, pero que resulta vital para la vida, era el Sol.
“Es la estrella más cercana, un astro increíble con el tamaño justo para no calcinarnos y no congelarnos. Nos permite la vida, así de simple”, expresó con un tono cercano que convertía la ciencia en relato cotidiano.
Ciencia con alma teatral
El encanto de “Lo que (no) se ve” radica en su capacidad para convertir los datos astronómicos en metáforas humanas. No se trató de una clase de divulgación, sino de una dramaturgia que se nutre de la ciencia para hablar de existencia, de la improbabilidad de nuestra presencia en el cosmos y de la necesidad de observar lo que está más allá de lo evidente.
Con humor, reflexiones filosóficas y un despliegue visual de alta tecnología, Fernando de Retes recordó a los asistentes que el universo no solo se contempla, también se piensa, se sueña y se representa.
Antes de adentrarse en la narración principal, el dramaturgo dejó claro que la función era fruto de una suma de casualidades cósmicas que se alinearon para esa noche en Mazatlán. “Esperamos que disfrutéis muchísimo este viaje por lo que no se ve”, dijo, dando inicio a un recorrido en el que el público no solo observó el cielo, sino que también se vio reflejado en él.
La función de “Lo que (no) se ve” en el Museo Casa del Marino fue mucho más que teatro al aire libre, fue una celebración de la vida, del conocimiento y de la capacidad humana de asombro. Mazatlán vivió una noche en la que las estrellas —visibles o invisibles— se hicieron dramaturgia, recordándonos que el arte también puede ser una manera de mirar al infinito.