Aunque en las entrevistas en la calle, muchas personas dicen que prefieren festejar el “Día de Muertos que el Halloween”, lo cierto es que también hay mucha gente que le gusta la fiesta al estilo anglosajón y muy norteamericano de pedir chocolates o dulces en las casas vecinas y vestirse de brujas o de diablos.
Año con año, el “Halloween” a la mexicana se ha convertido en una fecha también para que los niños en las calles pidan su “calaverita” y los adultos, sobre todo los jóvenes armen sus parrandas con concursos de disfraces de espantos, monstruos y diablos.
Mientras, los mayores instalan altares de muertos con fotografías de los deudos, sin faltar la flor de cempasúchitl, prender veladoras para iluminar el camino y colocar la comida u objetos que más le gustaban en vida al ahora difunto.
En muchos estados de la República, los altares son una hermosa cultura como en Michoacán, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, estado de México y la misma capital del país.
El Halloween viene de una fiesta pagana en la vieja Europa y después llegó a Estados Unidos y de ahí pasó a México, en donde se comercializó más y hoy se acostumbra usar disfraces variados: desde brujas y vampiros hasta superhéroes y payasos terroríficos.
El único límite para vestirte en Halloween es la imaginación. Una vez disfrazado, sales a las calles de tu vecindario para pedir el célebre “dulce o truco” y así acumular la mayor cantidad de dulces posible en tu calabaza. Aquí en México es “dulces o travesura”.
Algo muy llamativo en Estados Unidos, es la tenebrosa decoración de las casas y edificios: calabazas talladas, telarañas falsas, tumbas, brujas o esqueletos, murciélagos de papel, luces neón naranjas y muñecos inflables son parte del escenario.
Las familias también acostumbran compartir historias de miedo alrededor de una fogata o acurrucarse para ver películas de terror.
