*Vega Ayala, el cronista de la ciudad
*Alemanes jugaron boliche en ese lugar
Es muy difícil señalar cuando se le puso la “Cueva del Diablo” a ese espacio, a esa formación natural en un costado del cerro de la Nevería; seguramente surgió con las primeras casas que por ahí se construyeron hace muchos años; fue un referente para marcar hasta dónde llegaba la ciudad en esa zona escarpada del citado cerro y que con el correr el tiempo las mismas construcciones la fueron acercando, dijo en la entrevista el cronista de la ciudad de Mazatlán, el maestro Enrique Vega Ayala.
Tal vez algunos padres le pusieron ese nombre temerario, que “diera miedo” para evitar que sus muchachos se fueran hasta allá y que el “Diablo se escondía en la cueva y no hicieran de las suyas, que era un lugar peligroso; esa es mi hipótesis del porque se llama así y no por otra razón”.
Afirma, sin embargo, que hay leyendas, narraciones de la literatura popular de que se aparecía en ese lugar el Diablo y que la cueva salía un olor a azufre”.
Vega Ayala apunta que hay indicios de que a su llegada de Europa, algunos alemanes utilizaron esa cueva la usaron con fines recreativos y jugaban boliche. Quizá la cueva antes era más amplia, pero con las obras que hicieron los mismos alemanes se redujo; incluso esa avenida, pegada al mar, lleva el apellido Claussen.
La cueva se utilizó para guardar dinamita que se usó en algunas partes del cerro de la Nevería para construir el Paseo Domínguez de lo que aún hay vestigios.
Después se usaría la dinamita para abrir Paseo Claussen con Olas Altas y tal vez esa asociación de olores azufrados contribuyó a que ese lugar se reafirmara como la “Cueva del Diablo”.