Tercera Llamada… Las Cadenas

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Ismael Estrella Guerrero

En cuanto abrí mi página del Messenger, e-mail, como quiera o sea correcto, lo primero que visualicé fue un correo de remitente desconocido.

Más por curiosidad que por otra cosa lo abrí para ver de qué se trataba.

El apartado donde advierte: Asunto, me llamó la atención por lo que decía; creo, si mal no lo recuerdo: “Te conviene, ahora es cuando”. O algo similar.

Me encontré con un mensaje religioso muy apegado a las cuestiones de fe: “Hay que creer en Dios por sobre todas las cosas, él nos traerá paz, buenaventura”, y cosas por el estilo.

Empecé a leer el texto completo.

Hablaba de que en poco tiempo recibiría a la diosa fortuna si le rezaba quién sabe a qué santos y otras cosas. Que a la vuelta de la esquina me esperaba la billetiza. Palabras más palabras menos.

Cada vez me emocionaba más, pues en esos momentos me encontraba- y sigo igual- en un serio apuro económico. Tenía que pagar un préstamo que me hizo el “cachoras”, un amigo mío que me refaccionó con lana para liquidar las cuentas pendientes de la jugada de dominó y las cervezas de una noche antes. Era poco, quizá unos 200 pesos, pero de cualquier modo, primero el honor antes que el débito.

Ya ni me preocupé, tenía mi ángel de la guarda que me mandaría el dinero quién sabe de dónde demonios, pero en la tarde tendría el efectivo que requería. A lo mejor hasta me sobraba para los camarones. Tenía planeado pedir prestado en la chamba, una empresa que se dedica a dictar conferencias de superación personal y cosas afines.

Seguí leyendo el correo porque cada vez se tornaba más interesante todo lo que decía de la riqueza, la suerte y otros aquelarres.

Estaba confiadísimo en que así como me lo decían ocurrirían las cosas.

No terminaba aun cuando al final se me doblaron los dedos, -ya no pude sostener la tecla de continuación de la página- por no decir otra cosa.

En el último párrafo advertía que para que resultara cierto todo lo que el escrito señalaba tenía que enviar la misma carta a 25 contactos, de lo contrario se me revertiría. Qué poca…

Y la verdad de las cosas es que no creo en nada de lo que me dicen.

Oiga, soy licenciado en sicología con maestría en artilugios y demás consideraciones, ¿cómo creen que voy a caer en el garlito?

Sin embargo, cuando veo que se trata de dinero, me quedo pensando en una cosa y de manera muy seria:

¿Y si resultara cierto?

No hay día en que la máquina- que no mía- que utilizo para el servicio de internet reciba una cartita de esas. Odiosas por cierto, porque además de quitar tiempo y espacio, no dejan nada de beneficio.

 

A veces me pregunto si la capacidad que tiene la gente que inventa las cadenas la utilizaran en algo de provecho, seguro serían ricas.

Hay de cadenas a cadenas.

Es un talento natural desperdiciado en esas cosas.

O a lo mejor no sirven para nada más.

Hay muchas que son un dechado de virtudes intelectuales, de inventiva e imaginación, Y otras que de plano no vale la pena siquiera considerarlas.

Las hay las que mandan los conocidos, a los que les vale si uno cree o no en ese tipo de cosas.

Ellos, con tal de deshacerse del entuerto que les reditúa el hecho de que si no las mandan les caerán todas las maldiciones encima, optan por seguir la corriente y las reenvían, me parece, a quién más “gordo” le cae o que no pueden ver, como dicen en mi ciudad mágica de El Fuerte de Montesclaros, sobre todo aquellas que hablan de que si no lo hacen, todo lo negativo les caerá encima.

Aclaro:

No creo en supersticiones porque esto me trae mala suerte.

De cualquier modo cada martes y viernes me compro mis cachitos de la lotería.

¿Qué tal si me la saco?… o más aún ¿Y si las cadenas resultan verdaderas?

No soy como Santo Tomás.

 

 

 

ismael.estrella@live.com.mx