Ismael Estrella Guerrero
Cuando al cliente del supermercado le entregaron la feria de su compra aún le faltaban 70 centavos para completar el cambio.
Desde luego que lo reclamó, no porque fuera una cantidad con la que pudiera comprar algo, pero si entendió que así como él, cientos y quizá miles más deben sufrir las mismas faltas. La cajera le pidió disculpas y le respondió que no tenía monedas de 20 ó 10 centavos por que los encargados del negocio de surtirle no le habían llevado nada. Y así tenían ya varios días.
Nada más imagínese cuánto es el sobrante por cada comprador que llega al súper mercado a surtir la despensa de su casa o alguna otra necesidad y que no le den tales centavos; representa una generosa cantidad.
Es cosa de hacer números y diagnosticar un importe que le queda a la casa o a la cajera, vaya usted a saber.
¿O será que las encargadas de las registradoras lo hacen con alevosía y ventaja para ganar un poco más y compensar los raquíticos sueldos que les pagan? No creo, pero en fin.
Antes, cuando menos le hacían la faramalla y le preguntaban a uno si quería completar la feria para el peso e ingresarlo al famoso “redondeo”. El dinero supuestamente iba a dar a instituciones de beneficencia pública.
Puede que así haya sido, pero nada más pensar que las empresas que lo hacían lo depositaban como si fuera iniciativa de ellos y en consecuencia recibían un documento que les permitía deducir impuestos, era para dar coraje, porque se aprovechaban de todos para su propio beneficio.
En el caso de las “moneditas” es práctica común que no den el cambio.
¿Por qué mejor no cierran las cantidades en pesos y dejan de cobrar en centavos?
¿Acaso es un manejo mercantil -sicológico que utilizan para que la gente piense que es un producto más barato sólo porque lo etiquetan en pesos y céntimos?
¡Claro que no!
Ya nadie se va con la finta.
La verdad es que procuramos gastar lo menos posible en cosas banales.
Sin embargo, por más que queramos ahorrar resulta imposible, porque ir a un supermercado, el que sea, es a sabiendas de que se va ir el gasto de una quincena, más si se trata de una familia en la que el sueldo que devenga es el mínimo y sus componentes son cuando menos cuatro personas.
Por eso, el hecho de que no den el cambio de los centavos, exaspera, tomando en cuenta que son tiendas con un gran potencial económico que no requiere ese tipo de propagandas- ofertas en centavos, pues- Mejor que cierren los precios en totales.
Lo que cuesta un peso que cobren por ello y que no digan que “la oferta” es de .95 o .90 centavos o alguna cantidad menor.
También es práctica común en los camiones urbanos, porque cuando les autorizan algún aumento, siempre lo hacen con céntimos y en muchas ocasiones los choferes no dan la feria alegando que no tienen.
Hay usuarios que deciden llevarse la morralla y centavo por centavo pagar, no sin antes llevarse una “mirada de cuchillo” del chafirete. Otras veces son los mismos choferes los que dan de feria pura morralla, y ni modo, qué le va a hacer.
Muchos se acostumbraron y ya no reclaman. Para qué.
Una más: Cuántas veces ocurre que nos quieren hacer “cambalache” por las monedas que faltan a cambio de algún producto, como chicles, dulces o lo que sea; el chiste es que bajo cualquier circunstancia quieren llevar la ganancia y hay quienes con tal de no rezongar o porque sencillamente le da pena alegar por unas cuantas monedas, se resigna y responde que sí.
Por ello pregunto:
¿Ya se acabaron las moneditas qué emitió el gobierno federal en el sexenio de Calderón, de .10, .20 y .50 centavos?
Quizá las escondan, no vaya a ser y suban de valor.
“Si chucha”.
ismael.estrella@live.com.mx