PERO POR FORTUNA NOS PASA A TODOS, HASTA AL…
Elio E. Millán
Un día apareció mi hijo con el pie izquierdo hecho jiras, por no decir quebrado y, después de una convalecencia que duro el tiempo de un parturienta, tenía que presentarse a trabajar y no podía hacerlo en su carro porque era estándar y teníamos miedo que meter el “clost” se lastimara más aquel pie por haber metido la pata jugando fut bol, que no por haber metido el choclo por andar en malos pasos. Al menos eso creí después de sus parcas explicaciones…
Y como no es de padres bien nacidos dejar a un hijo en un carro en el que se podía lastimar más la para lastimada, me puse a buscar un coche automático para que mi vástago sólo usara el pie derecho que, además, es la pata con la que suele meter uno que otro gol; en cambio la quebrada sólo le sirve de poste que, como los de la Comisión Federal de Electricidad, suele astillarse al menor choque de trenes. Y mi hijo es, debo confesar, en un chocón, pero así le ha ido, pero a mí me ha ido peor. Luego le digo por qué querido lector.
DE HERODES A PILATOS.
Uno de esos días de no tan gratas cavilaciones, tomé la determinación de ir a buscar un móvil automático para pagarlo en abonos chiquitos. Me dije, ingredientes, doy el carro de m’ijo de enganche y el resto los voy pagando en módicas quincenas. Con esta determinación en ristre me eché a caminar para encontrar un carro usado, porque adquirir uno nuevo era por lo menos un sueño guajiro y, peor aún, podría haberse convertido en una pesadilla, ya podrá imaginarse amigo lector el porqué
Me sudo el copete pero recorrí todas las agencias automotrices y siempre me iba directo a la sección de los carros usados, no sin mirar de reojo los carros nuevecitos que, serlo, estaban rechinando de limpios e impolutos. Y de allí, no sin cierta reticencia, me fui tendido a buscar el móvil de mi búsqueda a esas locaciones en las que venden carros chocolate envueltos en una en labia que si te descuidas, lo compras porque lo compras, porque son como bolas ensalivadas que si te descuidas te dejan ir el strike.
LA COMPRA DE LA MOVIL QUE NO DEL MOVIL.
De estos recurrentes recorridos que duraron una semana, poco a poco mi foco de atención de fue centrando en la compra de una Camioneta Chevrolet Colorado, usada por supuesto y también por supuesto automática. Tenía puestos los ojos en la Nissan donde había una que estaba de rechupete. La segunda estaba en un lote de mala muerte que lo comandaba un gordo que lo único que no se comía eran sus palabras, porque las necesitaba para engañar a bobos como yo, por decirme más feo…
Ese gordo de marras me atrapó entre sus garras, y pese a mí resistencia a comprar en lotes que parecen yonkes me fue cercando hasta que me convirtió en un simpe conejito frente a un buitre. Qué bueno que sólo le ocurrió venderme una camioneta inservible, porque si se le hubiera ocurrido otra cosa seguramente no estaría contándole esta estafa de la que fui objeto, querido lector, simplemente no le estaría contando nada simplemente por vergüenza y bochorno, porque un hombre hecho y derecho y…
AL FIN SOLOS LA CAMIONETA Y MI VÁSTAGO.
Total que esa cafetera la compramos en 170 mil pesos. Me tomaron la camioneta en 100 mil y les quedé debiendo 70 mil cuando recibiera el aguinaldo en el mes de diciembre. La Camioneta anduvo un ratito medio mareada, pero al revés de San Lázaro, luego se descompuso. Entró a un taller especializado en Culiacán y duro, no le miento, por lo menos tres menos descompuesta. Como no pudieron componerla en la capital, la Colorado vino a parar a Mazatlán, donde fue internada en otro taller de élite, donde jamás le pudieron quitar el ruido del motor que, tiro por viaje, era el preludio de que la móvil se desvielaría. Para ese momento ya había gastado otros 100 pesos más, con el agravante de que mi hijo se había llevado mi carro y me había quedado a pie porque él todavía tenía que esperar a que sus huesos soldaran.
Un día fui a reclamarle al gordo sobre la estafa que había cometido a mi patrimonio, y medio encabronado le exigí la reparación del daño. Pero este gordo verde y sin luz me desarmó como si le hubieran quitado una pistola de la mano a un chilpachate. Sólo me dijo: “Nadie le exigió que comprará la camioneta, usted lo hizo porque lo quiso” Yo le quise reclamar que me había embrujado con sus palabras, pero me dio vergüenza decirle tal puñalería. Di la media vuelta, y alejé de ese gordo verde y sin luz temblando de rabia, hasta el gorro de impotencia.
Ahora que he visto y oído sobre la bronca que se armó por el avión que compró MALOVA, porque en estos días anunció que lo vendería por inseguro; para Luego afirmar que siempre no lo vendería porque todavía puede llevarlo a cuestas, pero que sí lo vendería si le sale un buen comprador… Al instante me pregunte si al góber también fue timado como este pobre tecleador, pero en ambos casos hay niveles. ¿No lo cree así amable lector…?