ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
La argumentación de Laclau y Chanttal -los teóricos del populismo- está asentada en un imaginario tradicional, diferente y a menudo opuesto al imaginario moderno. Se trata, en el fondo, de un enfoque teórico que analiza y luego justifica los fenómenos prerracionales, colectivistas y premodernos de ahí que emerja una armazón política que enfrenta al discurso moderno, particularmente al postular una genuina democracia, distinta y superior a la democracia liberal pluralista
En tal perspectiva, para comprender mejor el nexo entre caudillo y masa no es superfluo mencionar un teorema propuesto por un ministro de educación del Gobierno populista boliviano. El vínculo entre gobernantes y gobernados en esos sistemas podría ser descrito como “una especie de autoritarismo basado en el consenso” -la servidumbre voluntaria-. Esta expresión que se halla bastante cerca de la prosaica realidad cotidiana experimentan muchos países.
Creo que hemos sido testigos de las políticas que los populistas que han implementado los gobiernos de este cuyo: Deshidratar el entramado legal e institucional, en vez de restañar sus cuarteaduras; crear programas clientelares que contribuyan a mantenerse en el poder, dividir a la sociedad en un ellos y un nosotros, con el objeto de polarizar a la sociedad, denostando a sus adversarios de todas la filiaciones y agitando a su militancia en aras de un “proyecto” que dibuja la esperanza -sólo como esperanza- de un futuro resplandeciente.
CREENCIAS Y RETÓRICA POPULISTA.
Este retrato de la política como una espacio de lucha maniquea entre la voluntad de un “pueblo bueno” y la acción de una “élite malvada” constituye, como ha sido mencionado, el atributo central de la retórica populista, donde el gobernante concentra todo el poder en su persona, pues tiende a desaparecer todos los contrapesos que acotarían sus decisiones, que no pocas veces son verdaderas ocurrencias. No pocas veces sienten que han perdido el camino, pero les consuela que van haciendo un tiempo récord.
1.- Lo que caracteriza al populismo es la creencia de que algún “otro” es el causante de los males sociales. Ese “otro” varía ampliamente según cada contexto: son los inmigrantes en EEUU y en Hungría–, los “conservadores” en México, en España el proyecto independentista en Cataluña, o la Unión Europea en el caso del Brexit. Aunque con diferencias, es común a los populismos de derecha e izquierda– es la enunciación de un “otro” que es el responsable de los problemas de un país.
2.- La creencia que subyace a las ideas populistas es que el líder es una deidad que todo lo puede, al creer que puede satisfacer satisfacer demandas infinitas con recursos finitos, a ello se adjunta la creencia de optar a favor de políticas no sustentables en el tiempo. En esta creencia de la política concebida sin límites quizás radique el origen de cierto carácter mesiánico que los seguidores les asignan a los líderes populistas. Si el líder es un mesías, todos aquellos que disientan se convierten en enemigos que deben ser acallados.
3.- Otra creencia del populismo es que políticas públicas muy simples pueden resolver problemas sociales muy complejos. Tal concepción habla de la presencia de creencias causales muy rudimentarias. Esta narrativa, por ejemplo, se puede advertir entre los seguidores y el discurso de Trump, en la creencia según la cual la construcción de un muro en la frontera con México “resolvería” el arduo y multicausal fenómeno de la migración.
DE QUÉ ESTÁN HECHOS ESTOS HOMBRES Y MUJERES?
Desde el punto vista de la personalidad de diez líderes populistas que, a pesar de provenir de culturas diversas, marcaron el advenimiento del populismo en los últimos 20 años en el mundo: Hugo Chávez (Venezuela), Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales (Bolivia), Recep Erdogan (Turquía) y Andrés López Obrador (México), Viktor Orbán (Hungría), Silvio Berlusconi (Italia), Donald Trump (EEUU), Narendra Modi (India) y Jair Bolsonaro (Brasil)
Mañana les daremos santo y seña de qué es lo que los hermana desde el punto de vista Psíquico.
