Ganadores y perdedores están solos como panteones viejos
No es un documental de Halloween ni una película de espantos. Los partidos políticos lucen solitarios, con corredores por los que no deambula nadie, en cuartos ocupados si acaso por una secretaria o encargada que casi no recibe ni visitas ni llamadas telefónicas.
Por su tamaño, el caso más notorio es el del Partido Revolucionario Institucional. En su amplio estacionamiento no hay más de dos o tres coches parados y alguno muestra haber permanecido ahí por largo tiempo. Las escaleras, corredores, oficinas, están solas y escuetas, incluso oscuras a pesar de que en algunas hay un foco encendido.
Una persona en Acción Electoral, otra en la CNOP y otra en la oficina de la Presidencia, aunque en la planta baja un militante nos aclara que no, la presidenta no está, no se le ha visto mucho en los últimos días, aunque ahí está su secretaria y parece que también su asistente.
La parte de más actividad es la oficina de De Bien pa’rriba, donde los auxiliares de don Gilberto García Orozco “el tostaditas Johnny” llaman, organizan, ordenan, piden instrucciones, pero como están encerrados en su área, no ayudan a darle vida al edificio.
Ya por el estacionamiento, ya por la puerta principal o por las escaleras al segundo piso, puede el visitante pasar sin toparse con nadie, incluyendo el auditorio Lico Velarde, que casi no ha recibido a nadie desde las épocas de campaña, cuando las esperanzas de triunfo y de puestos públicos atraían a decenas y decenas de campañistas, de mirones y de oportunistas que ya no volvieron.
En el Partido Acción Nacional la presidenta si estaba presente y había personas en las oficinas, aunque se notaba que era sólo trabajo interno. No hay solicitantes, gestores, militantes que quieran precisar algo referido a sus asuntos o derechos partidistas. La recepcionista hace valer su autoridad sobre los pocos que acuden.
Aquí las cosas debieran ser distintas, pues la victoria en la elección municipal abre expectativas de acomodo laboral, de continuación de las carreras políticas, o por lo menos administrativas, pero no hay nada. Es que por un lado, el alcalde electo Carlos Eduardo Felton González despacha en el local de su fundación; por el otro, el alcalde en funciones, Alejandro Higuera Osuna, todavía controla espacios partidistas y aunque haya una especie de tregua en el prolongado enfrentamiento entre los dos personajes, de todos modos hay que hablar fuera o en voz muy baja cuando se trata de hacerse ver o sentir por el próximo alcalde.
Cuando usted llega al PRD se encuentra con una puerta desvencijada que el recepcionista espera le sea reconocida como pérdida causada por el huracán Manuel, para que “el gobernador nos mande otra, como parte de los apoyos por la emergencia”.
Traspuesto el umbral, el espacio principal parece salón de fiestas, pero sin fiesta. Es un área amplia y despejada. Seguramente se trata del salón de actos. Al fondo, en las oficinas de la dirigencia una joven y su niño pasan el tiempo, viendo que el recepcionista hace lo propio leyendo el periódico.
El licenciado Cacique no está, aunque debió venir en la mañana. Quizá se fue a Culiacán, porque tenía que haber ido desde ayer, pero no lo sabemos en realidad.
En la breve estancia de los reporteros no vimos llegar a nadie. El PRD es coganador en la reciente elección municipal, pero los puestos “amarillos” están muy acotados. Las dos regidurías tienen ya dueños y no sólo de ahora, sino de mucho tiempo atrás, lo mismo que los puestos de ecología o inspección del comercio, de modo que nadie viene a hacerle la lucha.
Estos son los partidos grandes, los que tienen padrones de militancia, domicilios estables, burocracias amplias. Ni qué decir del Partido del Trabajo, que ha sido itinerante; o del PAS, que en el Centro Histórico no tiene ni transeúntes. Del Movimiento Ciudadano nadie supo dar señas.