LOS HUMANOS: CIVILIZACIÓN Y NEUROSIS.

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El humano es un ser plenamente biológico y plenamente cultural, que lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un super y un hiper viviente : ha desarrollado de manera sorprendente las potencialidades de la vida. Expresa de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y altruistas del individuo, alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la embriaguez, hierve de ardores orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper vitalidad que el homo sapiens es también homo demens. (Edgar Morin. Los Siete Saberes necesarios para la Educación del Futuro. Página 22).

El humano es una llama ardiente. Nacemos y nos desarrollamos como una especie de Máquinas Deseantes, como dijera Deleuze. En este condición originaria, “El cuerpo ajeno es una obstáculo y un puente; es uno y lo otro, hay que traspasarlo. El deseo, la imaginación erótica, la videncia erótica, atraviesa los cuerpos, los vuelve transparentes o los aniquila. Más allá de ti, más allá de mi, por el cuerpo, en el cuerpo, más allá del cuerpo, queremos ver algo. Ese algo es la fascinación erótica, la que me saca de mi y me lleva a ti, lo que me ir más allá de ti. No sabemos a ciencia cierta lo que es, excepto que es algo más. Más que la historia, más que el sexo, más que la vida, más que la muerte (Octavio Paz. Obras completas. Pag. 47 del opúsculo 10)

LAS MORDAZA CIVILIZATORIA.

Seguramente los humanos dejados a la intemperie, como quería Rousseau, iríamos de tiempo completo tras el ferviente deseo del oscuro objeto del deseo -Borges, Dixit-. Pero esta expectativa ha sido coartada por las reglas morales, políticas y los personeros de las miles de instituciones que se han creado “para que nos portemos bien” y no seamos castigados y, porque tal vez, haríamos una guerra de todos contra todos, como expresara Hobbes, tan lejano y tan cerca al tema que hoy de expone. La paradoja: los que crepitan por sus deseos, son mismos que se han impuestos reglas -a veces mortales- para llevar la la fiesta en relativa paz. Los 10 mandamientos, por ejemplo, mandatan: “No desearás la mujer de tu prójimo”.

Según Sade y después Freud pensaron y escribieron que está escisión del hombre “natural” es producto de la civilización y sus artilugios de contención. Y partir de esta premisa afirmaron que la neurosis era su nuestro estado normal. “Pero se trata de un mal imaginario; y de ahí que la civilización no sea, en cierto modo, sino una vasta y complicada arquitectura imaginaria. Con la substancia de nuestras vidas levanta sus torres de humo. Le damos sangre y a cambio nos alimenta con quimeras. Si el hombre no puede regresar al mundo paradisíaco de la satisfacción natural de sus deseos, sin dejar de ser hombre. ¿Es posible una civilización que no se cumpla a expensas de su creador”? (Octavio Paz. Misma obra. Pag. 50)

AL FINAL.

La civilización constituye la doma de nuestros sentidos y sentimientos libidinosos. Y si el hombre no puede regresar al mundo paradisíaco de la satisfacción natural de sus deseos, sin dejar ser hombre, entonces resignémonos a los terribles sacrificios que nos imponen las embestidas de la libido y el instinto destructor que la acompaña. Por cierto Freud afirmó que los valores eran simples quimeras. “Si la salud plena es inalcanzable, nos queda, por lo menos, la esperanza de un equilibrio entre las dos fuerzas que nos habitan”. Octavio Paz. Reidem. Pag 59).