Al final de la campaña por la presidencia en el 2012, Andrés Manuel López Obrador definió su ruta, justamente cuando nadie esperaba el derrotero que escogió: decidió no hacer una secuela de actos contra el “fraude electoral” como en el 2006, sino formar un partido a partir del Movimiento de Regeneración Nacional. Con este anuncio decidió distanciarse del PRD para buscar y encontrar una ruta de acción política que le permitiera resolver la tensión entre las tareas del que le impone el movimiento y las actividades de un partido político que tiene sus intereses puestos en el futuro.
No le será fácil a López Obrador conciliar los espacios y los tiempos en los que se desarrollarán el movimiento y el partido. Si lo urgente se impone puede conducirlo a perder al partido y, a la inversa, si lo importante se hace profesión de fe perderá al movimiento. Esta contradicción no se la planteó Lenin porque puso a su partido como caja de resonancia del movimiento, toda vez que sus impulsos revolucionarios le impelían crea una especie de “dictadura del Proletariado”, que luego se convirtió un Gulag. En los próximos meses y pocos años podrían ver a López obrador como un simple equilibrista arando en el vació o a un prestidigitador que logre acotar las tensiones hasta volverlas tan elásticas que en los estira y afloja de su trajín político no se le rompa la cuerda con la que vadea las turbulencias que le plantearán las contradicciones su partido/movimiento.
LA SENDA DEL PRD, UNA APUESTA INSTITUCIONAL NO MENOS RIESGOSA.
Cuando López Obrador lío bártulos y se fue a formar un partido con su movimiento MORENA, en el PRD se generaron sendos sentimientos de ambivalencia. Alegría de las cópulas perredistas por librarse de un político que, además de representar un nacionalismo en blanco y negro, pretende resolver sus demandas o detener iniciativas del Congreso con la movilización en las calles, aduciendo no sin razón, que las instituciones están corrompidas “por los de arriba”; pero al mismo tiempo les produjo una gran desazón, pues AMLO ha sido un activo que les produce votos, porque su discurso conecta con sectores de la sociedad desesperados por la inmensa pobreza que campea en México, aunque no sólo por ella. Vale decir de pasada que esta deserción ha generado incertidumbre en los sectores que aún están en medio del lopezobradorismo y de los sectores reformistas del PRD.
A pesar de esta desazón los perredistas/perredistas han apostado por la vía institucional a sabiendas de los laberintos y callejones sin salida que transitarán, porque tienen la certidumbre de que esa vía es perfectible, toda vez que confían que, con sus trabajo, sus propuestas y negociaciones, pueden cambiar una república que para parecerlo tenemos que simularla todos los días. Estos liberales de izquierda han signado el Pacto por México que, hasta hoy, ha generado una friolera de reformas de gran calado, que para ciertas izquierdas son neoliberales, pero que para ellos, si se profundizan, pueden cambiar para siempre este México del siglo XXI que parece del siglo XIX. Su oferta política es para una ciudadanía moderna que posee la idea de que puede dirimir sus demandas y convicciones a través de las elecciones, el referéndum y la segunda vuelta electoral, entre otros artificios legales; por cierto unos a la espera de sus respectivas leyes reglamentarias y otras en espera de una nueva reforma política.
Cuauhtémoc Cárdenas definió esta ruta con toda precisión. Si se aprueba la reforma energética, expresó, el PRD recurrirá a un referéndum para echarla abajo. El prócer michoacano no afirmó, que se echarían a las calles para obligar al Congreso para obligarlo a revertir esa ley antipopular. Otra característica es el tipo de manifestaciones que han realizado: cadenas humanas, denuncias en la prensa y una lucha sin cuartel en el Pacto por México. Sus resultados en este aspecto pueden verse con nitidez en la propuesta de ley de la reforma hacendaria y la aprobación de la ley de telecomunicaciones. Los perredistas también se juegan la vida en esta apuesta política, especialmente porque en México carecemos todavía de una ciudadanía que luche cotidianamente a través de las instituciones y que, además, bregue todos los días por mejorarlas.
EL MOVIMIENTO ANTIPARTIDISTA EN LA SUPERFICIE.
Los movimientos sociales se han generado en los últimos años con una diversidad sin precedentes, amén de su rijosidad. Unos son producto de los vacíos institucionales que la clase política en todos los órdenes, algunos de ellos defienden hasta con las uñas viejas canonjías que les legó la presidencia imperial, a fin de mantener una estabilidad republicana pegada con cera como las alas de Ícaro. El caso de la Coordinadora de los Trabajadores de la Educación (CENTE), es paradigmático. Pero existen otros movimientos que procuran un cambio del país más allá del entramado institucional y tienen un desprecio proverbial por los partidos que tienen el estatuto de instituciones de interés público. Los miembros de estas organizaciones infiltran a los movimientos para desencadenar actos de violencia, crear zonas liberadas y negociar prebendas que les permiten extender sus redes de resistencia.
Ambos movimientos no se les haya separados, sino formando una sola legión. Vale decir que estos movimientos tienen una dinámica propia y, son desde el punto de vista de su estrategia, distintos al partido/movimiento que está generando Andrés Manuel López Obrador. El día de la marcha de López obrador contra la reforma energética, nos enseñaron algunas de sus diferencias: no le prestaron el Zócalo y le reclamaron que en sus filas militaba Manuel Bartlet y, sobre todo, se negaron a marchar junto a él. Pero también a López Obrador esta actitud de la CENTE le generó sentimientos ambivalencia: seguramente le gustó no ser identificado por ese tipo de movimientos y, al mismo tiempo, la ausencia de la Coordinadora en su marcha le molestó, porque no logró crear la sensación de fuerza que requería en ese momento.
PARTIDO, PARTIDO/MOVIMIENTO Y MOVIMIENTOS.
Seguramente en el futuro inmediato seguirán decantándose las posiciones de las izquierdas, y cada uno de estos segmentos irá caminando su propia senda, aún y pesar de los eternos como nostálgicos mediadores que claman por la unidad de la izquierda. Todo ello no quiere decir que no puedan converger en una elección, aunque esa convergencia sea por motivos distintos y hasta contrapuestos. Pudiera ocurrir que no solamente reventara el Pacto por México, sino que tras su colapso se debilitara Peña nieto e intentara llenar este vacío con el uso desmedido de la fuerza. En fin…, la moneda está en el aire.