ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
Después de la Segunda Guerra Mundial, pero sobre todo desde la implosión de la URSS EN 1989, todos los regímenes adoptaron el sistema democrático, con matices más y matices menos. Hasta Fukuyama, en su libro El fin de Historia, vaticinó que los sistemas autoritarios serían un calamitoso asunto del pasado. La democracia se convirtió en una moda en el mundo.
La tradición aseguraba que la democracia, frente a cualquier dictadura, estaba a salvo de sus cortocircuitos porque se podía separar lo justo de sus procedimientos de sus resultados. Es decir, que con una crisis económica te enfadas con el gobierno, pero no cuestionas las reglas democráticas.
El politólogo Pedro Magalhães rebate está tesis al apuntar que esta visión es demasiado complaciente; ya que el apoyo a nuestros regímenes demócráticos se ve mucho más afectado por sus rendimientos, que por sus aspectos procedimentales.
¿SERÁ CHINA Y SU MODELO AUTORITARIO LOS GRANDES VENCEDORES Y LA
DEMOCRACIA LA GRAN DERROTADA COMO AUGURAN ALGUNOS?
Y vale la pena el acotamiento de Magalhães, sobre todo cuando se corrobora el inusitado crecimiento de China y que, en estos meses, hemos constatado que países con tradición y prácticas “socialistas”, por lo menos en partes de su territorio como China, han tenido mayor éxito en controlar la epidemia de coronavirus, porque tienen un mayor control sobre toda su población, la cual también está acostumbrada a obedecer y también a actuar en comunidad.
Y lo han hecho por supuesto a través de un “hombre fuerte”, sin pasar por las lentas, engorrosas y ruidosas decisiones democráticas, que no pocas veces sus problemas no se resuelven o se “resuelven” cuando han dejado de ser problemas, o simplemente se quedan atrapados en la “congeladora” legislativa.
Y más más aún cuando se circuitan las relaciones entre el poder legislativo, la suprema corte y el poder ejecutivo, las organizaciones de la sociedad civil y demás etcéteras.
CREO QUE LA DEMOCRACIA AL FINAL TRINFARÁ.
De ahí que cada vez se escuche más en los foros la duda sobre si la democracia es o no el modelo óptimo para competir o gestionar amenazas globales. Algo que parte de la terrible idea de que la democracia sólo tiene valor por los rendimientos que genera, no por los derechos que garantiza.
Por cierto, la gestión sanitaria del coronavirus la han aprovechado para remachar este argumento; la contención ha sido posible tomando decisiones drásticas y vulnerando derechos que para nuestros estándares son fundamentales.
Creo que las democracias si no quieren ser rebasadas por los dictadores de los todos lo matices, tienen que dos tareas enfrente: La primera es ajustar su vida procidemental para hacerlas funcionales a las necesidades de los ciudadanos.
2.- Enfrentar globalmente a las políticas neoliberales cuya historía ha dejado una larga fila de cruces en no tan larga travesía. Es ingente un cambio de terreno en las gobernanza de los países democráticos; pero además los esfuerzos anteriores deben ser acompañados por la restauración de instituciones mundiales para sus acuerdos puedan ser vinculantes.