5122 y 5123. Estas fueron las representaciones que “La Dama de Negro”, la obra de teatro del género de terror con mayor duración en la historia del teatro de América Latina, celebró en el puerto durante su participación en el Festival Internacional de Teatro Escena Mazatlán 2014.
A 20 años de su estreno, “La Dama de Negro” demostró que su capacidad de entretener, espantar y capturar al público permanece intacta, ya que en sus dos funciones sacudió al público mazatleco en una cátedra de lo que el teatro auténtico es capaz de crear: un mundo que se rige bajo sus propias leyes, las leyes del terror que la novelista Susan Hill creó en 1983 y que fueron adaptadas al teatro poco después por Stephen Malatrat.
Los pilares de la puesta en escena fueron las actuaciones de Odiseo Bichir, quien interpretó a “Arthur Kipps”, un hombre que busca exorcizar a través del teatro la macabra historia que ha atormentado su vida desde su juventud; y Rafael Perrín como “John Morris”, un riguroso y apasionado director de teatro que se empeña en mostrar los métodos, secretos y poderosas fuerzas del arte dramático para dar vida a una historia.
De cero a mil, “La Dama de Negro” hace que el inexperto “Kipps” encarne todas las emociones, rasgos físicos, acentos, posees y tormentos que pueblan a los personajes de su relato; y, por su parte, el entregado “Morris” se deja poseer más allá de sus propios límites, al interpretar a “Kipps”, por un relato que le permite exponer la magia del teatro a través de efectos de sonido, luces, vestuario, uso de mobiliario y demás para componer una gran pieza basándose tanto sólo en la imaginación.
Así pues, el público comienza a ver cómo la vida de “Kipps”, un joven asegurador de Londres, Inglaterra, da un inesperado giro cuando es enviado a una recóndita villa para poner orden a los asuntos finales de “Alice Drablow”, una acaudalada mujer que murió sola en un inmenso castillo.
Tan pronto emprende la marcha, el misterio empieza a surgir cuando distintos personajes se empeñan en ocultar información sobre la señora “Drablow”.
Sin embargo, una serie de acontecimientos extraños llevan a “Kipps” a percatarse de que un enorme y espeluznante misterio se cierne sobre él.
Se entera a través de apariciones, sonidos y por los propios relatos de los lugareños, de una serie de muertes que explican la presencia de una sombra, los gritos de un niño, la insiste presencia de una densa, pesada y angustiante neblina y de un pánico que mantiene presos a los pueblerinos.
Tras llegar al límite de sus fuerzas, “Kipps” descubre la maldición que significa ligarse a la historia de “La Dama de Negro”: todo el que vea al espectro, sufrirá la muerte de sus hijos.
La historia en el teatro termina, sin embargo, “Morris” se da cuenta de que a lo largo de su representación, él también vio la silueta del espectro, lo que significa que el poder del teatro permitirá que el azote del mal llegue a su propia vida.
Si bien la oscuridad y el suspenso se respiran de principio a fin, en “La Dama de Negro” el humor juega una parte importantísima, ya que permitió que el público se relajara, liberara de forma nerviosa la tensión acumulada, tomara a broma lo que estaba sucediendo sobre el escenario y también, que las emociones fuertes penetraran de forma inmediata.
A medida que la trama avanza, los efecto de sonido, iluminación y el uso completo del Teatro Ángela Peralta como escenografía permitieron a los actores crear una experiencia absoluta de teatro dentro del teatro, en donde el público porteño sintió la tragedia, el frío y desolación de los pantanos ingleses, la ruinosa soledad de la mansión y las macabras presencias de los espectros allí evocados.
Al final, cuando la electricidad del terror estaba en su punto más alto, la aparición de “La Dama de Negro” entre los palcos hizo el corazón de más de un patasalada se agolpara en la garganta. Tras encenderse las luces, los porteños aplaudieron a rabiar a un extraordinario elenco que espera regresar dentro de poco para hacer que Mazatlán vuelva a estremecerse con “La Dama de Negro”.