LA BARCA DE MÉXICO ATRAPADA POR VIENTOS CRUZADOS.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Afirman que la política es el arte de decidir entre un conjunto problemas, por el menos peor, dicho así como cliché. Pero en situaciones complejas, es decir, allí donde en un mismo espacio y tiempo no sólo hay orden, sino también desorden; allí donde no solo hay determinismos sino también azares; allí donde emerge la incertidumbre, es necesaria la actitud estratégica del sujeto frente a la ignorancia, el desconcierto y la perplejidad. Por ejemplo, en el caso del acuerdo gubernamental de echar a andar la economía y con ello desfondar el confinamiento, justo en la la etapa en que los contagios están en su cresta de ebullición y seguramente acelerará las infecciones generarán miles de muertos adicionales, porque el pico de la curva se ha desgastado en la espesura en las palabras del discurso a medio gas de Gatell.

Pero pongamos es asunto a la inversa. Supongamos que se mantiene el confinamiento, seguramente a los “encerrados” se les pone en la disyuntiva de morirse de hambre o salir de sus casas, con el riesgo de contraer el virus de la pandemia, a buscar un mendrugo de pan haiga sido como haiga sido. Dicho en otros te términos quién sale de su chimame va dispuesto a todo y todo es todo: desde robar, sufrir humillaciones para conseguir comida o sobras de comida, pedir limosna y hasta colaborar con las chicanas del narco, porque dejar morir a su familia de hambre, no es hombres bien nacidos. Pero si eso es doloroso, existe además el gran peligro, si mantenemos el confinamiento, que Canadá y Estados Unidos empiecen la reactivación económica sin nosotros, como ya nos amenazó Trump, porque sustituirnos por otro país que haga nuestra parte en las cadenas de valor en las estamos implicado con ellos.

Vistos y analizados los niveles de esta complejidad -más allá de las culpas ciertas o falsas- me parece que la opción menos dolorosa es abrir la economía, con sus modalidades y ritmos, aunque nos costarán lágrimas de sangre que más mexicanos tendrán mayores posibilidades de infectarse y morir. Pero a pesar de este riesgo, creo que en el largo plazo podríamos ver compensado nuestro sacrificio; en cambio si nos quedamos en nuestro casas -rentadas o no- podríamos morir por contagios o por el hambre. Pero optar por la reapertura de la economía no implica que el gobierno se hagan de la vista gorda, como ya lo hicieron sacándole la vuelta a un programa contracíclico, que “nos vendría como anillo al dedo” para enfrentar a fondo la crisis sanitaria y la severa crisis económica que amenaza al país a una caída del PIB entre el 9 y 14%.

Por lo menos este gobierno ahorrador, como el caballo del hortelano, deberá ponerse de acuerdo con los empresarios -muy maltratados en esta riesgosa coyuntura- para que le tomen la temperatura a sus empleados a la entrada y salida de sus trabajo, proveerles trajes especiales, botas y mascarillas y guantes que repelan los contagios, que se hagan pruebas en las regiones que salud que deben abrirse y también en los negocios y fábricas, lo que implica sacar se su encierro a las instituciones de saludad a la calle para testear a los ciudadanos que van estar involucrados en este primer paso de lo que han llamado apertura a una nueva normalidad. Existe además un modelo para iniciar el los contagios en los negocios que ayer lo leí en la BBC de Londres, seguramente los políticos de altos vuelos y los epidemiólogos ya lo conocen. Consiste, dicho sea genéricamente, que los obreros trabajen dos semanas y descansen una para…. Mejor léanlo en la Agencia de Noticias Inglesa…