Hallados posibles indicios de vida en Venus

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Astrónomos de Europa y EE UU detectan un gas fétido que atribuyen a microbios suspendidos en las nubes

Científicos europeos y estadounidenses aseguran que han encontrado posibles indicios de vida en Venus, el planeta más cercano a la Tierra. Este mundo es un viejo conocido de los terrícolas que, sin embargo, llevamos décadas sin visitar, pues no teníamos esperanzas de encontrar allí nada vivo. El hallazgo es aún preliminar y necesita ser confirmado, pero sus autores aseguran que una de las explicaciones más plausibles para sus observaciones es que haya vida en este planeta. Sin embargo, muchos de los expertos independientes consultados por este periódico contestan que las pruebas no bastan para sacar esa conclusión.

Venus es el gemelo infernal de la Tierra. Si un humano pudiese pisar su superficie vería todo de color anaranjado, el cielo muy bajo y neblinoso y moriría al instante, pues la presión allí es equivalente a la que hay a 1.600 metros bajo el mar. Su composición es rocosa, y su tamaño casi idéntico a la Tierra. Pero su atmósfera está hecha de gases tóxicos que generan un calentamiento global desbocado que calienta su superficie a más de 400 grados, suficiente para fundir plomo.

En comparación, las nubes altas de Venus parecen el Edén. A unos 50 kilómetros sobre la superficie la temperatura es de algo más de 20 grados y la presión muy similar a la de la Tierra. Uno de los primeros en proponer que podría haber vida en las nubes de este planeta fue el científico y divulgador Carl Sagan, que en 1967 publicó un estudio en Nature especulando que podría haber seres macroscópicos del tamaño de pelotas de ping-pong; una especie de medusas flotantes en la atmósfera especializadas en vivir entre gases tóxicos. Fue también Sagan quien en vida repitió muchas veces una frase que viene muy a cuento de este hallazgo: “Las afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias”.

Más de medio siglo después, un equipo de astrónomos de EE UU y Europa anuncian que han detectado “fosfina” —fosfano por su nombre oficial— en la atmósfera del planeta. La fosfina es un derivado fétido y tóxico del fósforo. Se ha usado como arma, como insecticida y es un residuo de la producción de metanfetamina, una droga.

Desde hace años se sabe que los mayores planetas del sistema solar, Júpiter y Saturno, generan fosfina al unir un átomo de fósforo y tres de hidrógeno en sus capas internas, que están a más de 500 grados, en un proceso totalmente ajeno a la presencia de vida. Pero la fosfina también existe en la Tierra y su fuente principal se asocia a microbios que viven en entornos donde no hay oxígeno, incluido el fondo de algunos lagos, las aguas fecales y el intestino de animales, incluidos los humanos, según los responsables del hallazgo.

En su estudio publicado hoy en Nature Astronomy señalan que la cantidad de fosfina en Venus es 10.000 veces más alta que la que podría producirse por métodos no biológicos. Los autores del trabajo han hecho una simulación de procesos que podrían producir fosfina en Venus sin necesidad de microbios venusianos, entre ellos el impacto de relámpagos, la fricción tectónica, la caída de meteoritos. Ninguno, dicen, es ni de lejos igual de posible que la presencia de microbios en las nubes de Venus que estén produciendo este gas.

La primera evidencia de la presencia de este compuesto se captó en 2018 usando el telescopio James Clerk Maxwell, situado más de 4.000 metros de altura sobre un volcán en Mauna Kea, Hawai. Este es un telescopio de radio que capta las ondas que emiten los compuestos químicos a medida que giran en torno a un planeta. La longitud de onda de las señales de radio que emiten permiten saber de qué compuesto se trata. En este caso la detección de fosfina no fue concluyente. Un año después, los astrónomos usaron ALMA, otro radiotelescopio situado en las alturas del desierto de Atacama de Chile, mucho más potente. La señal de fosfina era mucho más clara. Pero solo se captó una de las líneas de emisión de radiación de las muchas que puede emitir este compuesto, exactamente la que tiene una onda con una longitud de 1,1 milímetros, explica a EL PAÍS Jane Greaves, astrónoma de la Universidad de Cardiff y coautora del estudio. La investigadora explica que tuvo la idea de buscar fosfina en Venus de forma independiente en 2016. Cuando su equipo encontró la primera señal en 2017 contactó con Clara Sousa-Silva, astrónoma del Instituto Tecnológico de Massachusetts que había centrado su tesis en la detección de fosfina como biomarcador. El reto ahora es hallar más pruebas de su presencia en Venus. “Hay otras dos líneas que se podrían captar desde la Tierra, pero parece que no son capaces de atravesar la atmósfera terrestre”, señala. Para verlas haría falta un telescopio espacial.

Parte de los científicos que firman el estudio publicaron un detallado estudio anterior en el que concluían que la presencia de fosfina en un planeta rocoso como Venus solo puede deberse a la presencia de vida. En su estudio de hoy son algo más cautos. “La detección de PH3 [símbolo de la fosfina] no es una prueba sólida de vida, solo de química anómala que no podemos explicar”, concluyen.

Sousa-Silva explica a este diario que la publicación de este estudio es una llamada de auxilio a la comunidad científica internacional. “No encontramos ninguna explicación alternativa a la presencia de este compuesto en Venus y necesitamos que la comunidad científica analice nuestros datos y nos demuestre que es posible generar fosfina sin la necesidad de que lo hagan microbios”, señala.

La investigadora señala que este estudio fue rechazado por Science, una revista científica de mucho más prestigio, probablemente porque sus revisores no vieron suficientes pruebas para sustentar la hipótesis. Añade que sus planes eran confirmar estas observaciones con telescopios infrarrojos, uno en Hawai y otro montado a bordo de un Boeing 747 de la NASA. Tienen los permisos, pero la pandemia de covid les ha impedido realizar las observaciones, explica.

La fosfina no tiene por qué ser un marcador de vida, sino que puede aparecer por procesos ajenos a ella, asegura Kevin Zahnle, científico planetario experto en Venus que trabaja en la NASA y que ha sido uno de los revisores del estudio. “Este es un descubrimiento inesperado y digno de publicación, resalta. Zahnle reconoce que generalmente la fosfina se asocia a la vida, pero añade que en realidad es un producto abiótico que se encuentra en el entorno donde se descomponen los seres vivos después de morir. “Los libros de texto nos dicen que la forma de hacer fosfina en el laboratorio es calentando ácido de fósforo. Yo empezaría ahí para entender lo que está sucediendo en Venus. ¿Qué es más fácil de imaginar, gotas de ácido de fósforo que se evaporan al caer o vida en las nubes? Yo opino que lo primero”, explica.

“Este estudio es sólido, pero la vida en Venus no es la explicación más probable”, opina Kathrin Altwegg, astrofísica de la Universidad de Berna que ha estudiado la presencia de fósforo en cometas. “Aún queda mucho por investigar sobre este tema, pero sin duda es un resultado interesantísimo”, añade.

“Es una detección apasionante, pero se queda muy, muy lejos de probar la existencia de vida”, confiesa Ignasi Ribas, astrónomo del Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC). Normalmente en este tipo de trabajos se detectan varias líneas de emisión para confirmar la presencia de un compuesto. En esta ocasión solo hay una. “Es como tener solo una de las líneas que componen la huella dactilar de una persona”, señala Ribas. “No está claro que lo que han visto sea fosfina y, si lo es, es posible que se deba a procesos químicos no biológicos que no conocemos. Esto recuerda a cuando se propuso la existencia de vida en Marte basada en unas rocas con aparentes formas fósiles. Eran cinco pruebas no concluyentes. La suma de estas nunca puede ser una conclusión sólida. En este caso tampoco. Hay que hallar más pruebas”, añade.

“Este estudio no demuestra la existencia de vida en Venus, pero es revolucionario”, opina James Garvin, jefe científico del Goddard Space Center de la NASA, quien lleva 40 años investigando Venus. “Una observación de un solo compuesto químico nunca bastará para probar que hay vida fuera de la Tierra. Lo que sí hace es cambiar nuestro punto de vista y mostrarnos que la vida puede estar en lugares inesperados”, resalta.

El mundo aún estaba sumido en la Guerra Fría cuando en 1985 penetró en Venus la última nave humana que ha visitado este planeta, lanzada por la extinta Unión Soviética. De eso hace una generación. Ahora sabemos que Venus tuvo un océano hace millones de años y que la vida pudo surgir allí. Garvin lidera una posible misión de la NASA para regresar al planeta y analizar por primera vez la composición detallada de su atmósfera en la próxima década. “No podremos entender qué está pasando allí hasta que no volvamos”, resalta.

Información por EL PAÍS