ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ
Como se dijo ayer, la derecha regiomontana y la revolución bolivariana están empeñadas en un propósito humano, demasiado humanó. Nos ofrecen algo así como el paraíso del perdido: Intentan resolver un misterio que los filósofos que en el mundo han sido, no han podido solucionar; porque, ay, se han extraviado a la mitad del camino, por decir lo menos. Señala Enrique Serna, autor de El Vendedor del silencio: ‘Los escépticos pensarán, sin duda, que los únicos beneficiarios de esta cruzada serán sus promotores y que ambos quieren lucrar con la estupidez desde trincheras opuestas’.
Y prosigue: “Pero supongamos que una metodología o un decreto suprimieran el dolor, la angustia, la flaqueza del carácter, la desigualdad social, el miedo a morir y, en el futuro, el mundo estuviera lleno de gente plácida, bobalicona, sonriente, satisfecha. Supongamos que gracias a los progresos en la ciencia y la distribución del ingreso, la vida fuera algo parecido a un comercial de la Coca Cola. Muchos preferiríamos la muerte a vivir en ese mundo de cretinos ’
LA REFLEXIÓN SOBRE LA FELICIDAD CONTINÚA.
Unamuno en su libro titulado ‘El Sentimiento Trágico de la Vida’ es una valiosa y enriquecedora conciencia de nuestra precariedad, no debería confundirse con el culto a la infelicidad, una larga tradición mexicana que nos inocula desde la infancia la canción ranchera. A todos nos esperan la decrepitud y la muerte, pero la búsqueda de la felicidad ayuda, por lo menos, a oponerles resistencia.
Dice Enrique Serna a propósito: ‘Desear la felicidad es quizás una cursilería, pero sin ese autoengaño defensivo nadie puede oponerse con éxito a la amargura. Por su propia naturaleza, la felicidad es inaprensible. De hecho, cuando alguien cree haberla encontrado, seguramente ya comenzó a perderla. Desde esta perspectiva la felicidad es, en este autor, un autoengaño del cual no podemos prescindir sin convertir la vida en un infierno, aunque tenga como soportes las alas de la fugacidad’.
OCTAVIO PAZ, EL MEXICANO UNIVERSAL.
Paz define la felicidad como la plenitud que a veces nos embarga, también como momentos fugaces, pues las contradicciones que nos constituyen como seres humanos, no nos dan tregua: ‘Mas aunque nada sabemos, todo nuestro ser aspira a escapar de estos contrarios que nos desgarran. Pues si todo tiende a hacer de nosotros, los expulsados del edén; todo también nos empuja a volver, a descender al seno del creador de donde fuimos arrancados. Y le pedimos al amor que es hambre de comunión, hambre de caer y morir tanto como de renacer, que nos dé un pedazo de vida verdadera, de muerte verdadera’ (Octavio Paz. La Llama Doble’
Pero si nos fijamos, Paz no le pide al amor la felicidad, le pide vida plena. Esta diferencia entre Paz y Serna nos obliga a ir en pos de Fernando Savater, no sin rodeos.En su diccionario Filosófico, Fernando Savater sostiene que la realidad es de una negritud tal que ‘no tiene virtudes, diríamos que no tiene corazón. Es cruel, despiadada (…), carente de escrúpulos y sin miramientos con los débiles; dolorosa cuando quita y tacaña cuando concede; brutalmente sincera y descortés. Lo peor de todo: la realidad no ofrece alternativas, se obstina en su unilateralmente monótona, desoye arrepentimientos y enmiendas, permanece irreversible, intratable’.
Savater explica: ‘Pero no porque la realidad sea tan real e irreal, debemos andar por el mundo condenando haber nacido. Savater cree que el elixir que nos permite no vivir con el ceño fruncido se llama ‘júbilo vital, que es una especie de albricias por durar sin perecer, agradecimiento por estar todavía en el mundo, sintiendo miedo y carencias, esforzándose, conociendo la inminencia irrevocable de lo fatal’. A este contento Savater le llama ‘alegría trágica’. Esta alegría que no es la conformidad alborozada con lo que ocurre en la vida, sino con el hecho de vivir. ‘Así lo afirma uno de mis pensadores favoritos, Roberto Louis Stevenson: “Hablando con propiedad, no es la vida lo que amamos, sino el vivir’, señala el autor de Ética para Amador.
Mañana publicaremos la última parte de Es Usted feliz!.