*El octavo y el quinto rompieron todos los órdenes
*Martha insistía en el ochito; Marentes quería dos
*Los independientes consiguieron muchos votos
FRANCISCO CHIQUEE
El octavo distrito tenía que seguir en las mismas manos. Era mucho lo que iba en juego: desde el dinero aportado por el candidato suplente hasta los proyectos políticos de uno de los impulsores –Martín Heredia-. Pero no hubo tal. Anoche Quirino Ordaz se erigió como ganador por un porcentaje importante.
En contrapartida, todavía al promediar la madrugada, los estrategas priístas seguían viendo lo que pasaba en el quinto distrito, donde Manuel Clouthier sostenía una sólida ventaja de seis mil votos sobre Ricardo Hernández, cuando ya se superaba el sesenta por ciento de las actas revisadas. No llegaban todavía al certificado de derrota, pero estaban muy cerca.
Esos dos distritos fueron los más sorpresivos de la jornada. El octavo, donde ya se hablaba de encuestas favorables a Quirino Ordaz; y el quinto, donde siempre se rechazó cualquier posibilidad de derrota. El desarrollo de la jornada fue creando una expectativa diferente a lo que había sido calculado por los que se reputaban como conocedores.
Alrededor de las siete de la noche llegaron a la Quinta Junta Distrital los primeros tres paquetes electorales, y todos iban a favor de Clouthier, pero con ventajas muy considerables, aunque se tratase únicamente de porcentajes muy recudidos como para considerarlos tendencias.
-No hombre, respondieron en el PRI estatal. La licenciada Martha –Tamayo- está por salir a anunciar el triunfo en los ocho distritos. No se anden creyendo de cuentos, tenemos toda la información y todas las actas, los resultados son muy positivos en los ocho distritos.
Pero en la segunda hora del lunes la distancia había crecido a seis mil votos de diferencia, una distancia sostenida que parecía lograr lo imposible: derrotar al PRI en el más apreciado de sus terrenos: el quinto distrito, la capital del estado donde nadie tenía la menor posibilidad de derrotarlos, fuera quien fuera el candidato propio y el ajeno.
El otro aspecto es que Acción Nacional se quedó rezagado, sin la menor posibilidad de acceder a una lejana esperanza de victoria.
Quizá por eso, el dirigente estatal del PAN, Edgardo Burgos Marentes, se permitió caer en la desesperanza y reconoció la derrota casi en toda la extensión de la palabra. Nos ganaron por lo menos en seis, dijo, dejando sólo una reserva para no tener que reconocerlo todo: en el octavo llevamos una pequeña ventaja, pero lo vamos a defender en los tribunales.
Es la derrota también en el octavo. Martín Pérez llegó a un PAN sepulcral, al que acudieron decenas de simpatizantes acostumbrados a celebrar las victorias y sólo citó las cifras parciales del PREP, que daban una pequeña ventaja de mil cien votos sobre el PRI, pero era falsa, pues a las cifras tricolores había que sumar los votos del Partido Verde, y todavía después de eso sumar el pequeño piquito reunido entre los que votaron por los dos partidos al mismo tiempo.
De acuerdo con los cálculos iniciales, andaban por el seis punto seis por ciento de ventaja para el tricolor.
En su anuncio de victoria, Quirino Ordaz Coppel expresó su deseo de que Martín Pérez reconozca el resultado, en respeto a toda la gente que votó por los diferentes partidos y participantes.
Pérez Torres dijo que sólo proclamaría triunfos o reconocería victorias cuando tuviese el cien por ciento de las actas. Un aspecto extraño porque tradicionalmente el PAN dispone casi inmediatamente de todas sus copias de actas. Si no las reunió esta vez fue porque le falló su organización interna. Pero además desecha esa posibilidad, diciendo que “hay actas con inconsistencias” que se van a analizar en los tribunales, porque “hubo muchas cosas raras”. En síntesis, es un reconocimiento de que los recuentos no le son favorables.
Pero el proceso judicial es, en efecto, un derecho de todos los contendientes y ahí la esperanza más sólida es “documentar que el Verde excedió los topes de campaña”
El ambiente previo indicaba nerviosismo y exasperación en las filas del PAN. La víspera hubo una denuncia que parecía vibrante: tres destacados militantes blanquiazules habían sido levantados, secuestrados, golpeados y liberados en Escuinapa –José Luis Villagrana-, en Rosario –Manuel Antonio Pineda- y en Mazatlán, el recaudador Felipe Parada. Los dos primeros directores de Conalep y el tercero Recaudador de Rentas que en sus ratos libres, dijo Martín Heredia, sólo en sus ratos libres, hace trabajos de promoción para el PAN.
Se hizo la denuncia mediática, pero no la penal, ni tampoco se mostraron las huellas de los golpes; ni siquiera ellos fueron presentados públicamente. Dijo Heredia que los llevaron a proteger, no sabía si a la Tercera Región Militar o a la PGR. ¿Para qué, si los captores ya los habían liberado? Fueron horas difíciles, desconcertantes. El sabor amargo de la derrota les daba un carácter sumamente especial.
UNA CONCLUSIÓN
OPTIMISTA Y FALSA
En cuanto se supo que ganaba Quirino Ordaz, muchos de los cuadros priístas se apresuraron a postear en sus redes sociales que con esto queda demostrado que “al PRI unido no lo vence nadie”. En realidad sí. Cuando faltaban poco menos de cien actas por computar, el PAN seguía siendo el partido con más votos, individualmente. Tenía su tradicional ventaja de tres mil votos, sólo que la alianza con el Verde aportó varios miles de sufragios adicionales.
De acuerdo con los cálculos internos, era posible que al final quedaran algo más parejos en el mano a mano PRI-PAN, pero el hecho es que a los blanquiazules no se les mermó su votación.
Algunos dicen que fue por un acuerdo final entre el PAS y el PAN, que le derivó a Martín votos que ya no eran para él. Otros mencionan que se la ventaja fue por los recursos casi ilimitados que se manejaron en la parte oscura del proceso (en teoría, Felipe Parada era el encargado de la dispersión, por lo que su pretendido secuestro habría encendido las alarmas).
Del lado del tricolor, el trabajo bárbaro de un candidato que amanecía y anochecía sin descanso, en recorridos por colonias, poblados y fraccionamientos como si le fuera la vida en ello. Le iba en todo caso la posibilidad de la victoria.
Lo otro es que Ordaz Coppel tuvo la virtud de considerar a todos los grupos del PRI, a todas las corrientes, que en cada elección se enfrentaban a muerte. Fue así como se vio a Fernando Pucheta metido en serio, a sabiendas de que en el equipo estaba considerada la diputada Paquis Corrales, o que los seguidores de Jorge Abel López Sánchez estuvieron pese a la presencia de los de Maribel Chollet, y así con cada grupo.
¿QUÉ PASÓ CON EL SEGUNDO
DISTRITO, TAN PELEADO?
En la semana previa a las elecciones el PAN había decidido abandonar todos los distritos y concentrarse en el segundo, seguros de que podrían derrotar al candidato del tercer piso y sentar un precedente muy importante con miras a la sucesión gubernamental.
De repente, la plana mayor del PAN llega a Mochis y simplemente reconoce la derrota, sin más ni más, sin atenuantes ni justificaciones. Nos ganaron y ya. No sólo Edgardo Burgos se aprendió la monótona cancioncita, también Zenén Xochihua Enciso, quien pregonaba con toda la suficiencia del mundo que iba a ganar irremisiblemente.
A la mejor por eso Burgos Marentes se dejó dos salidas: la victoria en el distrito IV –Guasave-y la “pequeña ventaja” que judicializarían en el octavo. El problema quizá es que la diferencia real de votos era demasiado elevada como para meterla en una negociación.
LOS OTROS ELEMENTOS
En el cuarto distrito el doctor Chuy López llevaba una ventaja modesta, pero cómoda. Tres mil quinientos votos, cuando sólo faltaban por revisar treinta y un casillas electorales. Ni en los viejos tiempos de las casillas zapato (¿Mochis, 2010?).
El ochito hizo agua, pero un six no es nada despreciable. Perder el cuarto y el quinto distritos parece barato, aunque en el caso del quinto, significa echarse encima nada menos que a Manuel Clouthier con ínfulas para la sucesión gubernamental.
Los candidatos independientes amigos del PAS, por caracterizarlos de algún modo, no lograron su cometido de capturar al menos un distrito, pero tuvieron buenos números.
El doctor Víctor Antonio Corrales Burgueño estaba cerca de los siete mil votos cuando se había revisado la mitad de las casillas, mientras el PAN alcanzaba los ocho mil, El segundo y el tercer sitio se definirían entre ellos al cierre del cómputo, mientras Germán Escobar les llevaba más de cinco mil unidades de venaja.
Giova Camacho estaba en quinto sitio, sólo detrás de PAN,. PRI y el innombrable, que dio un campanazo insuficiente para lo que le metieron de dinero sus amigos semiclandestinos del ámbito privado, pero campanazo al fin.
En el séptimo distrito el independiente pasista se colocó por encima del PAN, mientras el del primer distrito andaba por once mil votos, ligeramente arriba del PAN también. Treinta y seis mil votos de los independientes-pasistas los colocan como tercera fuerza con la mitad de los distritos, lejos del PAN 126 mil 138 votos y del PRI -184 mil 160-, pero por encima del PRD, el Verde, Morena y del PT. Convergencia, el Humanista y Encuentro Social rasgaban apenas los diez mil, siempre considerando que en todos los casos son cifras parciales.