EN LA GRILLA

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*Murió el 51 bis por unanimidad más chica

*Ya hay dos que quieren regresar el bono

*Vargas L: el baño más famoso del estado

 

FRANCISCO CHIQUETE

 

Derogado el artículo 51 bis de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la Justicia, la sociedad respira aliviada por una amenaza menos. Una amenaza legal, característica que le confiere mayor gravedad. Ayer sí, como dijo el gobernador Mario López Valdez, murió el perro. Vamos a ver ahora si se acabó la rabia.

Por supuesto, del lado de los medios todavía debe quedar no sólo rencor, sino prevenciones respecto de la forma en que se va a manejar el asunto de la información policíaca. Hay quienes preferirían que no hubiese quedado ningún rastro de las limitaciones que ya se establecieron a nivel federal; otros se sentirán agredidos por la falta de imágenes contundentes en los asuntos policíacos.

Los más estaremos siempre a la defensiva porque queda el riesgo de que en la anunciada protección a la escena del crimen, que sigue siendo legal, dé manga ancha para que los funcionarios extiendan la cinta delimitativa más allá de los espacios razonables, por el interés de evitar que se obtenga información.

En el debate sobre el tema, apareció una cifra de seiscientos metros en derredor del lugar de los hechos. Si fue un enfrentamiento a larga distancia, se explica: los casquillos, las huellas de las llantas, los objetos que pudieron haber quedado tirados, son elementos importantes para una investigación de carácter científico. Pero si fue un atropellamiento, o una ejecución a quemarropa, bastarán unos cuantos metros para que los elementos queden fuera del alcance de periodistas descuidados y de curiosos ansiosos, e incluso de cómplices interesados en alterar las huellas.

Por supuesto que al analista le vuelve a asaltar la misma vieja duda: ¿para qué quieren todo eso si casi nunca se emprende una investigación de los crímenes? Bueno, asumamos que hay un protocolo que debe aplicarse de manera obligatoria.

A fin de cuentas se trata de una lucha que todo el tiempo se ha dado: la policía intentando detener el avance de los periodistas, éstos tratando de sobrepasar cuanto límite le sea posible para obtener la información.

Hay que ver si se acabó la rabia. Si los funcionarios que idearon esa entelequia del 51 Bis asumen la derrota o si se van a mantener a la expectativa del momento en que puedan insistir y aplicar las limitaciones que al menos para la Procuraduría son necesarias, aunque sólo sea por cuestiones de ánimo o de estilo.

Por lo pronto el acuerdo derogatorio del Congreso fue firmado y publicado en el periódico oficial del estado ayer mismo por la tarde. Hubo reclamos porque la promulgación de la Ley Mordaza fue inmediata: al día siguiente de su aprobación fue promulgada, una rapidez y eficacia que a la parte afectada nos pareció hasta sospechosa.

En reconocimiento hay que decir que la promulgación de esta derogación fue inmediata. Ayer por la tarde ya estaba publicada y en condiciones de entrar en vigor para hoy viernes.

Del procedimiento no hay nada qué agregar: no se necesitaban dotes adivinatorias para escribir lo que ayer publicamos en este espacio: todos los diputados estaban de acuerdo, el asunto estaba tan planchado, que no fue necesario debatir nada. Hasta los aguerridos partidarios de la reglamentación guardaron silencio y votaron a favor.

A principios de la semana nos preguntábamos si Jesús Enrique Hernández Chávez, que fue capaz de construir unanimidad para aprobar la Ley Mordaza, podría repetir el número a la hora de aprobar la derogación. Lo logró. Fue una votación unánime por la desaparición del controvertido artículo.

Ciertamente la aprobación el 31 de julio se hizo con la asistencia de 39 diputados, mientras la derogación ocurrió con la participación de 37 diputados. El priísta Víctor Díaz Simental, electo por Escuinapa, el panista Osbaldo Ávila Atondo, de Angostura y el plurinominal de Movimiento Ciudadano, Mario Ímaz, estuvieron ausentes.

LOS EXALCALDES: UNOS MIDEN

BIEN; OTROS QUIEREN REGRESAR

Eligio Medina puede haber salido de la presidencia municipal concordense en medio de un escándalo. Está tocado aún por la generosidad que lo llevó a premiar con cuarenta mil pesos a cada uno de los miembros de su cabildo (con su propia excepción) y a sus colaboradores. Pero de que sabe medir las cuestiones políticas, nadie lo puede poner en duda.

Mire usted: ayer Eligio Medina dijo que aspira a ser candidato a la diputación federal que se disputará por el sexto distrito. No sólo considera tener buena imagen y una estructura con presencia en los seis municipios que abarca el distrito, sino que además parte de una concolusión: el PRI está tan bien posicionado, que puede ganar con cualquiera. Y ese cualquiera puede ser él mismo. Así sí, aunque en la despedida de su administración haya repartido un millón ciento noventa y cuatro mil pesos que no eran suyos, sino de los concordenses que no tenían agua ni buenos servicios públicos.

Por lo pronto y por pura conciencia, no por miedo ni por cuidados políticos, Eligio dijo que ya pidió a sus colaboradores que regresen el bono, porque aunque “era una tradición, si dicen que debe devolverse, se devuelve.

Sobre ese tema, su colega escuinapense el doctor Juan Manuel Lerma Díaz también  empezó a hablar, pidiendo a sus colaboradores y compañeros que devuelvan el dinero, pero ello no implica que de ninguna manera asuma responsabilidad por el absurdo de haber repartido miles y miles de millones de pesos de gratificaciones, cuando el municipio estaba en la más absoluta y terrible quiebra financiera.

La explicación es muy sencilla: fueron los regidores priístas los que tuvieron la culpa, ellos insistieron e insistieron motivando a los regidores panistas hasta conseguir que se les pagara ese bono, y al final por supuesto, se tuvo que asignar él mismo, porque cómo iba a dejar solos a los demás en ese penoso trance en que se repartieron millón y medio de pesos.

Hoy, dijo Antonio Vega, auditor Superior del Estado, se empezarían a expedir los exhortos para que los señores exalcaldes regresen el dinero que repartieron. La lista incluye a Alejandro Higuera Osuna, quien dice que a él le hacen lo que el viento a Juárez, porque ya hay jurisprudencia que le da la razón bajo el argumento de que los ayuntamientos tienen autonomía financiera a condición de que muestren cómo gastaron el dinero. Veremos hasta dónde llega el asunto.

EL CHISTE ES QUE LOS VEAN

TRABAJANDO EN EL

#ICEBUCKETCHALLENGUE

El gobernador no aceptó el baño de agua helada, pero aceptó el reto que todos los personajes públicos han acatado y luego puso a sus colaboradores a meterse en ese vericueto.

El primero en tomarle la palabra, por supuesto, fue el secretario general de gobierno, Gerardo Vargas Landeros, quien llegó al lugar de los hechos preparado con todo su equipo de colaboradores, secretarias, asistentes y ¡por supuesto! Un camarógrafo que dejara testimonio de la disponibilidad y desprendimiento del secretario, que donó cuarenta mil pesos entre cuatro instituciones benéficas.

El reto del baño helado (IceBucketChallenge) es una fiebre en la que han caído muchos de los artistas de proyección mundial y que en México ya atrapó al mismísimo jefe del gobierno del Distrito Federal, el otrora sobrio Miguel Ángel Mancera, quien anda desesperado por recuperar los niveles de popularidad que alguna vez tuvo, y que sólo son recuerdos.

Vargas Landeros tiene prisa. Dispone sólo de año y medio para construir una imagen tan fuerte y poderosa que supere los obstáculos que representan el proceder de un gobierno que se brincó las trancas del partido, con todo y que gradualmente ha ido regresando a los intereses priístas del actual régimen presidencial. Entonces, hay que ir a todas, y un baño de agua con hielo es lo de menos; llamar a los subalternos a que hagan lo mismo es una bicoca

Un observador preguntaba si era en serio, hasta que se le puso enfrente el video subido al Facebook por el propio Vargas Landeros, o por su equipo.

¿Qué otro juego exhibicionista se inventará de aquí al 2016? Porque al fin y al cabo bañarse con un balde de agua helada debe ser muy canijo en el altiplano mexicano, en las praderas norteñas de los Estados Unidos, pero bajo los cincuenta y dos grados centígrados de Culiacán ¿qué tanto puede ser?