ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ
Freud en su ensayo El Malestar de la Cultura, escrito en 1930, afirma que es “Irremediable el antagonismo que existe entre las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la cultura. Esta contradicción entre la cultura y las pulsiones es irreversible, pues mientras la primera intenta perfilar y solidificar los “buenos” comportamientos sociales, al mismo tiempo restringe el despliegue y la satisfacción de las pulsiones sexuales y agresivas, transformando una parte de la pulsión agresiva en sentimiento de culpa. Por eso, la cultura genera insatisfacción y sufrimiento. Mientras más se desarrolla la cultura, más crece el malestar”.
Antes y después de la obra de Freud, varios autores pensaron sobre esta conctradiccón. Veamos al menos dos autores con mucho reconocimiento, que también refelxionaron al respecto: Georg Lukács, afirmó que el hombre estaba constituido por dos oposiciones complemetarias: razón y pasión. Edgar Morin señalo que el hombre era un alias, al que denominó sapiens demens. Si bien ambos autores coinciden con el creador del psicoanálisis, extendieron esta contradiccón va más allá de la sexualidad, que era el motor del autor de Totem y Tabú; es decir, la extendieron a todos los campos de la convivencia social y la vida personal. Pero este conceptos de grueso calibre pueden aterrizarse y entenderse si nos asomamos a las contrahechuras que padecemos todos los días.
QUERER, PODER Y DEBER.
Pero además de la contradicción que señalan los autores, creo que le falta un elemeno que ocupa un lugar intermedio entre el deseo (pulsión) y el deber (cultura). Se trata ni más nemos de la fuerza (poder) que facilita que se imponga la trasgresión o la docilidad a las partes integrantes de la contradición freudiana o la contradicción más abarcante, como la plantean Lukács y Morin. Dicho en otros terminos, la fuerza -por aquello de que carácter es detino- detona su poderío a favor o en contra de las partres que integran esta contradicción. Vayamos a unos ejemplos:
Cuando el poder de la fuerza está en su plenitud deja su impronta a través de la trasgresión de los valores, que se manifietastan en la actitud orgiástica de los jóvenes y los adultos, en su impulso emocional para transformar el mundo, las actitudes de irrevetentes contra los padres, los maestros o contra cualquier signo de autorridad sobre ellos, etc… Este impulso pordría cartografiarse, con una frase en latín: “Volo ergo sum (Quiero luego soy). Cuando nos vamos volviendo viejos la fuerza que irrumpe en la primera y la segunda juventud, inicia un proceso decreciente hasta agotarse con la muerte. En esta etapa no volvemos “decentes”, medios sabios y hasta prudentes. Se nos difumina la perversión, aunque sigamos pensando en silencio lo mismo que pesabamos en nuestras dos juventudes.
Estas líneas expresan una generalidad, porque hay viejos “mal portados” que seguramente sacan juventud de su pasado, para ellos la voluntad de poder los convierte en viejos lurios, en revolucionarios y hasta poetas, sin querer queriendo. Sé que este breve acercamiento requiere más trabajo de reflexión y evidencias.