FRANCISCO CHIQUETE
El alcalde Luis Guillermo Benítez Torres ha sido desde el principio un hombre hostil a la crítica y a quienes la ejercen, pero ayer de plano lanzó su advertencia de que procederá legalmente contra todos los que atenten contra su prestigio, es decir, la guerra y no la conciliación, el diálogo que debe ser la premisa de toda autoridad.
Como ciudadano, efectivamente, tiene pleno derecho a evitar el deterioro de su imagen, pero como autoridad tiene la obligación de atender a los señalamientos de comunicadores u otros personajes de la sociedad que estén en desacuerdo con su manera de proceder.
Cuando regresó de su delirante viaje a España, los reporteros le interrogaron sobre la denuncia del periodista Mario Martini por acosarlo a través de publicaciones calumniosas dirigidas contra la familia del periodista. La respuesta fue francamente decepcionante por venir de una autoridad: “nomás la mía le embona”, dijo jactancioso.
Un profesionista que ha participado en la vida pública de la ciudad, que intentó hasta lograr un importante puesto de representación popular, responde como vago callejero y en lugar de ofrecer una investigación, de dar seguridades de que ni él ni sus colaboradores incurren en eso, se lanza con una presunción falocrática que revela su mentalidad.
Algunos cercanos quisieron disculpar diciendo que fue un exabrupto momentáneo producto del cansancio del viaje (el jet lag), pero días después volvió a decir ufano de su hazaña retórica, esta vez en un discurso, que a algunas personas “nomás la mía les embona”.
Si su orgullo es reflejar todo lo que hace el presidente López Obrador y otros personajes de la 4T, debe saber que en efecto, Paco Ignacio Taibo II festejó la machincuepa legalista que le permitió ser director del Fondo de Cultura Económica diciendo “se las metimos doblada”, pero los asertos falocráticos del Químico tienen un origen distinto: “no hay chile que les embone”, dijo Enrique Peña Nieto tras un acalorado evento público, sin percatarse nde que un micrófono cercano captaba sus palabras.
Luego vino la amenaza de demandar al Observatorio Ciudadano por “criticar sin fundamento”. Este organismo de la sociedad civil, como varios otros, simplemente ejerce el derecho de vigilar la aplicación de la ley. Si el señor presidente municipal cree que se trata de agravios personales está equivocado. O los equivocados somos quienes creímos rebasada la emulación mexicana de aquel déspota francés -Luis XIV- que dijo “el estado soy yo”.
Este lunes el manto de la amenaza se amplió para abarcar a todos los críticos, quienes quiera que fuesen.
Por si fuera poco, el alcalde anunció también que sacará adelante su proyecto de copiar el mercado español de San Miguel y aplicar esa copia al Mercado Pino Suárez, empezando por retirar a los puestos fijos y semifijos que sus alrededores. No es el primero al que se le ocurre (sólo es pionero en la copia); varios alcaldes han presentado proyectos concretos y no lo han logrado, pero el Químico dice que lo va a hacer “aunque se amparen”. ¿Le valen entonces las posibles decisiones del Poder Judicial? Porque “aunque se amparen” implica pasar por encima de una decisión de la Corte otorgando el amparo de la Justicia Federal a los quejosos.
Cree que el estado, en efecto, es él.