EL ABORTO Y LAS NIEBLAS DEL OSCURANTISMO.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Admitamos que detrás de la despenalización del aborto los contendientes no se juegan una simple guerra de posiciones. Detrás de sus discursos se anidan sendas concepciones de lo que somos como seres humanos. De los persecutores del cuerpo hablará nuestra fábula.

La ultraderecha ha salido del clóset en pleno siglo XXI, quién lo diría. En este retorno a la plaza pública pretende erigirse, como en el pasado, en los nuevos inquisidores de las “veleidades” del cuerpo. ¡No al aborto!, nos gritan desde la calle y el púlpito. ¡Habrá sangre si se despenaliza el aborto!, amenazan. Esta santa cruzada por la “vida” esconde, no obstante, el rancio sabor de un desconocimiento de lo que es la Vida con mayúscula.

Y mientras salvan a sus vástagos del descrédito público por sus indeseados abortos en sofisticados hospitales de París, subterráneamente suelen gimotear: ¡Qué se jodan las mujeres pobres!; sí, esas que no pueden poner a salvo su moral moralizante al amparo de lejanas luces neón a las que sólo se llega si se tiene la plata suficiente para viajar en avión.

HAGÁMOSLE UN GUIÑO A LO HUMANO.

Y mientras chillan esos cruzados de la moral que huele a moralina, miles de mujeres mueren en los sótanos en los que se practican abortos clandestinos a merced de médicos, comadronas y hechiceros sin escrúpulos, a los cuales se les paga para hacerle frente a los embarazos no deseados, tal vez porque comprenden que la actual ley en la materia tiene permiso para matar y que prohíbe, además, lo que no puede impedir.

Ay, si entendieran nuestros torquemadas lo que es realmente lo humano, de sus contrahechuras, de sus contradicciones, de sus vacíos e incertidumbres, seguramente no despreciarían esa parte poco “noble” que nos constituye. Ay, si estos monaguillos del catecismo del padre Ripalda comprendieran que nuestros errores son humanos, demasiado humanos. Pero como abominan esa otredad, no precisamente racional, exclaman: “Sobre la despenalización del cuerpo, no habrá perdón ni olvido, y menos si este cuerpo es de mujer.

Lo que no saben nuestros aprendices de dioses es que los humanos somos sapiens/demens. “El hombre, nos dice Ortega y Gasset, se compone de lo que es y de lo que carece”. Dicho de otra forma: somos lo que adoramos/somos lo que nuestras costumbres abominan. Si los cruzados entendieran nuestra especial constitución, seguramente estarían más cerca de la comprensión de lo humano, estarían más próximos de nuestra humana condición. Ay si estos píos se miraran al espejo, seguramente le harían un guiño amoroso al demens que les devuelve la sonrisa con una mueca.

NUESTRA HUMANA CONDICIÓN.

Veamos sin falsos pudores solamente dos elementos de los muchos que nos escinden como personas y que justifican que algunos pensadores hayan condensado una frase lapidaria de nuestras tensiones: “Errar es de humanos”, y que otros con mayor picardía hayan hecho un adagio que nos pinta de un brochazo: “El hombre es único animal que se tropieza dos veces con la misma piedra!

1.- No pocas veces nuestro lado racional es nublado por las pasiones, cuya fuerza nos arrastra por sendas no tan conscientes e iluminadoras; especialmente cuando el amor nos arrebata y nos hace sentir como héroes redivivos de una antiquísima leyenda, con todo lo que implica quedar fuera de contexto. En los momentos pico de este amor desaforado, nos arrebata el ferviente “deseo” del oscuro objeto del deseo. Y cuando el amor llega así, de esa manera…

2.- No sería tan riesgoso este sentimiento de perdición, de amorosa perdición, que observamos en los enamorados, pero a ella se adjunta otro “peligro” de nuestra humana “imperfección”: la vida ha puesto “perversamente” en los genitales la mayor fuente de placer y, al mismo tiempo, los artificios de la reproducción. Por eso no es casual que los humanos buscando agua encontremos petróleo, y que de este ayuntamiento se produzca el impensado embarazo, un embarazo no planeado y entonces…El que esté libre de piedras que tire la primera culpa.

Cierto, la “moral” ha luchado contra nuestros demonios, la ciencia ha hecho lo propio, la educación ni se diga y, por supuesto, la iglesia los ha exorcizado; pero apenas hemos dado un paso, aún seguimos enamorándonos y todavía continuamos enredándonos en esa liga demoníaca que anuda el placer y la reproducción, aún y a pesar de la diversidad de los anticonceptivos que existen. Si esa gente que hace condenas fáciles entendiera esta elemental condición de lo humano, tal vez echarían una mirada compasiva a lo que somos, para bien y para mal.

MORAL, ARBOL QUE DA MORAS.

Pero estos enjundiosos moralinos no entienden una jota de la complejidad humana, por ello también se equivocan cuando afirman que la despenalización del aborto traería en cascada múltiples escopetazos que harían volar en reversa a las “cigüeñas”. Después de este despropósito, arguyen, como para asustarnos, que si la despenalización hubiera ocurrido antes de nuestro nacimiento, seguramente habríamos sido abortados por nuestras respectivas madres, qué poca…y que de haber ocurrido este desaguisado no hubieran tenido la posibilidad de oponerse a este crimen de “lesa humanidad”.

Nada más ligero. Nada más falso. Este abominable giro se desentiende, perdóneseme la reiteración, de la complejidad de la mente del sapiens/demens. No es desconocido que la mente humana se debata en tres coordenadas, no pocas veces irreductibles: el quiero, el debo y el puedo. Si en la vida normal es difícil mantener el equilibrio de estas fuerzas que tiran en distintas direcciones; no es desconocido que las mujeres cuando están discutiendo con ellas mismas sus posibilidades de abortar, estas tensiones las conducen al paroxismo, un paroxismo que deviene en un vacío existencial muy próximo al suicidio.

Si esto es cierto, como lo es, entonces de dónde sacan el argumento que la despenalización del aborto traería como consecuencia una larga fila de cruces en el panteón de los nonatos. Vaya, no hay mujer en este trance –antes, en y después del aborto-, que no viva profundos sentimientos de culpa, a veces por el resto de sus días. ¿De qué manual, de qué folletín, sacarían esa insensata conclusión los conservadores? Si un buen día pudiéramos embarazar a estos “machos mochos”, tal vez entenderían que el aborto no es un asunto fácil de resolver por las mujeres.

CIGÜEÑAS QUE VUELAN EN REVERSA.

El discurso de los neoconservadores no ha entendido, en efecto, que lo humano es una unidad múltiple poblada de contradicciones, que a veces la buena vida puede convertirlas en oposiciones complementarias, pero aún en este paraíso viviríamos como José Alfredo nos lo confesó: “Cayendo y levantando fue mi vida…”

Pero no solamente no entienden lo elemental de la humana condición; tampoco quieren saber que muchos abortos son producto de la pobreza. Pero menos quieren enterarse que existe una alianza entre los mercanchifles con la tribu gubernamental, obligan a miles de mexicanas a tomar decisiones al borde de la sobrevivencia, porque la mano no tan invisible de un mercado sin regulaciones sociales ni gubernamentales las somete a duro trance.

El aborto es una de las tantas decisiones que se toman en ese hoyo negro en que conviven la vida y la muerte. Por ello la despenalización del aborto hay que apoyarla por el bien de todos…. Podemos y debemos apoyar la despenalización del aborto, y seguir siendo buenos creyentes de Dios. No lo dude…