Los héroes que nos dieron grito; ¡a defender a “nuestros” narcos!; ¿por qué no nos invitan a SU país?
FRANCISCO CHIQUETE
Sinceramente, deseamos que les vaya bien.
El gobierno de Sinaloa no sólo quiere convencer a la sociedad. Pretende convencerse a sí mismo del supuesto éxito obtenido en el combate a la inseguridad que nos azota, agudizada desde hace casi un año.
El ilustre e inefable secretario general de gobierno, Feliciano Castro Meléndrez, acaba de confirmar que se llevará a cabo la celebración del 15 de septiembre, el famoso Grito de Independencia, porque según él, hay condiciones para desarrollar las actividades normales en Sinaloa.
No es cualquier cosa convocar a la sociedad a reunirse, incluso en un festejo tan tradicional y emotivo como la conmemoración de nuestra independencia, en medio de un ambiente de violencia extrema como el que vivimos.
La responsabilidad por lo que pueda ocurrir es mucha, y se extiende más allá del círculo de vigilancia que puedan establecer en derredor del palacio de gobierno. Los trayectos siguen siendo tan peligrosos como cuando esto iniciaba, en 2024.
Ya el gobernador Rubén Rocha Moya se dio un baño justificatorio al recordar que en Mazatlán se hizo un carnaval en que no paso nada y que muchos otros municipios y comunidades hicieron también sus carnavales sin desgracias que lamentar. Sólo que ninguna de esas fiestas se realizó en Culiacán.
Pero dejemos los carnavales en la historia. Apenas hace unas semanas, el secretario García Harfuch vino a presumirnos que se bajó el índice criminal, y el siguiente fin de semana mataron a 25. En ese periodo fue que asaltamos el doloroso primer lugar nacional de esa especialidad.
Luego las autoridades locales presumieron que ya nomás los asesinatos se mantenían, pero los demás hechos delictivos iban a la baja. En cuanto se fue Batman, los malos se pusieron a tirotear domicilios.
Apenas hace siete días, se presumió que en todo el fin de semana no hubo asesinatos y el estado se volvió a llenar de sangre.
El gobernador, como hombre de ciencias y luces, descree de fantasmas y aparecidos, así que tampoco cree que los malos manden mensaje cada vez que la autoridad presume logros en seguridad. Son casualidades, dice.
Por sí o por no, lo mejor sería no convocar a esas casualidades. Si los asesinatos duelen cuando ocurren por la dinámica “normal” del enfrentamiento entre facciones del cartel, mucho más dolerían si pasan tras una convocatoria festiva del gobierno.
Por supuesto, pese a todos los indicativos que convierten en absurdo el optimismo oficial, deseamos que les vaya bien, a ellos y a los que se animen a asistir. Es que, usted sabe, a todo gobernante le emociona la posibilidad de encarnar a don Miguel Hidalgo para vitorear a los héroes que nos dieron patria.
MÁS SI OSARE UN
EXTRAÑO GOBIERNO
Por supuesto que la presidenta espera Claudia Sheinbaum que no se llegue el momento en que al gobierno de los Estados Unidos se le ocurra intervenir en territorio nacional para capturar a los jefes del narco, pero su escudo de “si osare un extraño enemigo profanar con sus plantas tu suelo” es sólo un recurso retorico que difícilmente se puede llevar a la práctica.
Todo mundo, hasta los neoliberales, reacciona con enojo ante la posibilidad de una intervención armada de cualquier gobierno extranjero, pero pongámonos a pensar: ¿de veras la población mexicana se lanzaría a poner el pecho para echar a los invasores? Sobre todo porque ahora no son invasiones convencionales. Les basta con mandar drones armados teledirigidos.
¿Usted estaría de acuerdo en acudir a los sagrados lugares de enlistamiento para evitar, a riesgo de vida, que vengan soldados gringos a llevarse a “nuestros” narcos, o que sus hijos fuesen enlistados en una leva forzosa?
La senadora panista Lili Téllez no hizo ninguna gracia yendo, como la acusan, a pedir la intervención militar de los Estados Unidos, pero al final, todos sabemos que si a Estados Unidos se le mete la idea y la quiere llevar a la práctica, el gobierno terminará dando visos de legalidad y coparticipación a un eventual asunto de esos. Por desgracia, la correlación de fuerzas y de intereses económicos nos es desfavorable.
Por cierto ¿no le sonó coincidente el “masiosare” invocado por la presidenta Sheinbaum y el anuncio de una movilización de cuatro y medio millones de milicianos venezolanos que anunció el impresentable Nicolás Maduro ante el acoso de los torpederos yanquis?
La diferencia, confiamos, es que aquel señor sí es capaz de defenderse con la sangre de los jóvenes venezolanos, y acá no se atreverían a dejar que las cosas lleguen a mayores. Esto, a pesar de que ya se han atrevido a muchas cosas.
UN GOBIERNO
MUY DÍSCOLO
Somos muchos los mexicanos que tenemos algo qué sentir del gobierno de la República, pues todavía no nos invita a visitar el país tan perfecto que nos describe en sus discursos, declaraciones y anuncios.
Primero está el país de la pacificación, donde ya se atendieron y resolvieron los asesinatos dolosos. Claro que al ciudadano común y corriente lo siguen asaltando, lo mismo si es trabajador urbano que si es chófer en carreteras, o usuario del transporte público o personaje salado que se atravesó por donde no debía, en el momento en que no debía.
No nos han invitado al país de la economía pujante, en que la inversión extranjera directa se desborda, en que los inversionistas nacionales desarrollan proyectos por miles, ni a la nación en que la educación humanista sigue brillando y dando nuevas oportunidades a los niños y jóvenes.
No nos llevan de paseo al país en que la inflación baja y baja cada quincena. En el nuestro, los productos de consumo básico andan por las nubes. El viejo chiste de que antes un huevo costaba un peso, y hoy un peso cuesta un huevo, es más real que nunca.
Y por supuesto, el gobierno nos tiene ajenos a la nación mejor que Dinamarca, donde los servicios de salud están encaramados en niveles de excelencia. Pese a que la gente sigue sin recibir sus medicinas ni la atención elemental. En Mazatlán, por ejemplo, en el Hospital General de zona, los pacientes internados siguen obligados a cumplir artículos de atención indispensables.
En mis últimos dos viajes a Dinamarca me ha tocado ver cosas poco creíbles. Una señora, delante de mí, fue conminada en la farmacia a regresar en tres días, porque no había termisartán con hidrocloriatazida. La caja en las farmacias de genéricos, cuesta 250 pesos, que no es cualquier cosa, pero dejar de trabajar otro día y pagar hasta cuatro camiones para llegar a la clínica y regresar, sale más caro que eso. Además, dejar de tomar la medicina unos días no es tan grave, al cabo “sólo” es atender la presión arterial.
En el viaje más reciente al mundo de los gobernantes daneses, lo que faltaba era la metformina, que afortunadamente sólo cuesta veinte pesos en esas mismas farmacias. Pero hay quienes ni eso pueden distraer de su chivo diario.

NOTIMEX/FOTO/BERNARDO MONCADA/BMR/POL/4TAT