¿Sirve la presencia de Harfuch?; Mano negra contra la economía; La no reelección enfrentará a morenistas
FRANCISCO CHIQUETE
Cada vez que el secretario de seguridad pública del gobierno federal viene a Sinaloa o sale de nuestro territorio, se abre un debate sobre el cumplimiento o no de las instrucciones de la presidenta Claudia Sheinbaum para que atienda de manera definitiva “nuestra” guerra particular.
La presidenta, en efecto, ha dicho en dos o tres ocasiones que su secretario más mediático fue enviado a vivir en Sinaloa para que resuelta el problema de la violencia exacerbada que padecemos desde septiembre anterior.
Pero es evidente que un funcionario de tan alto nivel, con una responsabilidad tan grande, no puede permanecer en un lugar tan lejano del centro de las decisiones nacionales, sobre todo cuando hay muchos otros estados en que se viven situaciones muy parecidas a las nuestras.
El propósito declarado de esa domiciliación del secretario, es que se dedique de tiempo completo a ese combate. En realidad se trata de un mensaje, de un símbolo con que se manifiesta la voluntad de este gobierno, de combatir a los grupos criminales desbordados, tras el largo y doloroso periodo del “abrazos, no balazos”.
El problema es que los destinatarios del mensaje no han dado acuse de recibo. Es cierto que se ha reducido de manera importante el paseo de tropas irregulares por la ciudad de Culiacán, con despliegue de equipamiento y armas. También es innegable que los dos bandos enfrentados en la guerra de Cártel de Sinaloa han procurado evitar o reducir los enfrentamientos con las fuerzas gubernamentales, aunque no se han acabado.
Pero eso no se h traducido en pacificación, ni en tranquilización. Este fin de año el concierto de metralla al aire se repitió casi en los niveles de siempre. Los asesinatos de objetivos específicos siguen a la orden del día, y abundan jornadas con doble dígito.
Es obvio que al crimen organizado no le importa que García Harfuch esté en Sinaloa u opere de lejos. Ellos siguen en lo suyo, que por desgracia implica no sólo la sangría entre ambos grupos, sino también la pérdida de vidas por las llamadas “víctimas colaterales”, además de las incontables desapariciones de personas, sobre todo de jóvenes a los que se asesina o somete a una leva de las fracciones.
Si esas expresiones se hubiesen reducido, si los delincuentes acusaran respeto a la capacidad de respuesta, no importaría que García Harfuch siguiera operando desde la Ciudad de México, o desde Chiapas o Tabasco o desde Tijuana o Colima, o Guerrero o Michoacán, por citar algunos puntos ardientes.
El problema es que no se dan los avances y ante esto, la estrategia más socorrido es la de pintarle a la sociedad una realidad que no existe.
Este fin de año, por ejemplo, desde la voz más importante del gobierno del estado, hasta la más modesta, insistieron en una advertencia que en tiempos normales habría sido aceptable: cuidado con el manejo de la pirotecnia, nos decían una y otra vez. La insistencia es razonable, tanto, que hubo adultos y menores de edad que se lesionaron seriamente con los cohetes, pero nuestra realidad exige otros puntos de protección.
Con la gente encerrada por miedo a una balacera, con los negocios cerrando puertas por incosteabilidad en sus operaciones, centrar el discurso en el peligro de la pirotecnia equivale a que el médico de cabecera diga al enfermo de cáncer que le preocupa la evolución de una fractura de meñique.
El arranque de año no fue el mejor. Y los días inmediatos tampoco. Los hechos de violencia se mueven de nuevo al sur de la entidad, con crímenes aparentemente aislados en el casco urbano, y matanzas de hasta cuatro personas en la zona rural de estos municipios (un caso de esas dimensiones en El Walamo, al sur de Mazatlán, y otro similar en Escuinapa).
Ya se ven más elementos de las fuerzas armadas patrullando las calles, pero sigue habiendo miedo de trasladarse por las carreteras, especialmente entre Mazatlán y Culiacán, y entre Mazatlán y Durango, lo que se reflejó en una pobre temporada turística de fin de año.
ADEMÁS, LAS
MANOS NEGRAS
Por si fuesen poco los efectos de la guerra narca sobre a economía sinaloense, hay elementos dispersos, posiblemente del ámbito político, que meten mano negra para enrarecer todavía más el ambiente.
Con evidente interés, se trata de sembrar la duda sobre si sería conveniente realizar el carnaval del mes próximo, y más aún: se llegó ya al grado de querer hacer ver como oficial una supuesta posposición de las fiestas para empatarlas con semana santa.
Otras épocas aciagas se han vivido en que el carnaval es manchado con las vendetas, y aún así ha salido adelante. Esperemos que no sea el caso, pero llama la atención hasta dónde llega e interés por propiciar condiciones políticas aunque las elecciones próximas estén formalmente muy lejanas.
¿LA NO REELECCIÓN
PASARÁ EN MORENA?
La presidente Claudia Sheinbaum revivió su idea de legislar para evitar la reelección inmediata en puestos como las diputaciones (federales y locales), senadurías y alcaldías. Soy de la idea de que no debe haberlas, dijo, y también de que no debe haber sucesión entre familiares, es decir, esposos que entregan el cargo a esposas, padres a hijos, hermanos u otros parientes cercanos.
No es un tema sencillo. Tiene qué ver con la gobernabilidad interna de los partidos, especialmente del que prácticamente acapara el poder en todos los niveles del país.
Los morenistas se han sentido cómodos reeligiéndose, sobre todo porque esta posibilidad los agarró en la ´poderosa cresta de la ola, que permitió aberraciones como la reelección del Químico Benítez en Mazatlán, de Jesús Estrada Ferreiro en Culiacán, y luego la de Juan de Dios Gámez en la propia capital del estado.
Que no le hubiesen permitido alcanzar una candidatura a la exdiputada María Victoria Sánchez motivó una pataleta de la dirigente estatal de Morena en Sinaloa, Merari Villegas, quien pujó hasta el último momento por ver a su mámá en las listas de aspirantes.
En la verticalidad del poder morenista, una propuesta presidencial debería ser una especie de ukase, pero ya hemos visto que a la presidenta se le han regateado algunas decisiones, empezando por la fallida candidatura de Omar García Harfuch a la jefatura de gobierno en la Ciudad de México y la imposición de Rosario Piedra Ibarra como repetidora en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, cuando la línea claudista era evidentemente otra. Hoy por cierto se empieza a hablar de una rebelión contra el cambio de estrategia en materia de seguridad, un cambio no anunciado, pero aplicado en algunos puntos del país, con el pretexto de “no someterse a los dictados de Donald Trump”.
Será muy interesante este intento de Claudia Sheinbaum por regresar a las catacumbas este sistema de reelección inmediata en congresos y ayuntamientos, y luego erradicar los descarados cacicazgos familiares en feudos de muchas localidades del país.
UNA MALA MUESTRA
Infortunadamente la idea de la presidenta no arranca con los mejores antecedentes. Hace muy pocos días fue designada como fiscal general de la Ciudad de México, la abogada Bertha María Alcalde Luján. Teniendo votos suficientes, no es extraño que Morena haya sacado adelante esa línea de arriba.
El caso es que la señora Alcalde Luján es hermana de la presidente del comité ejecutivo nacional de Morena, Luisa María Alcalde Luján.
Cuando Enriue Peña Nieto hizo cambiar la ley para que las Procuradurías Generales de Justicia se convirtiesen en Fiscalías Generales Autónomas, la izquierda, sobre todo la morenista, descalificó la medida acusando a Peña de querer imponer “un fiscal carnal”, es decir, formalmente autónomo, pero en la práctica, cercanísimo.
Hoy, con las destacadas señoras Alcalde Luján, el concepto de Fiscal Carnal está más vigente que nunca.