DOMINGRILLA POR FRANCISCO CHIQUETE

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Beisbol contra narcoguerra; AMLO, condena en seguridad por debajo del agua; descontón del Congreso a la UAS

FRANCISCO CHIQUETE
El ambiente festivo, de normalidad, parecía imposible de lograr, pero miles de culiches se lanzaron al estadio, a revivir las viejas glorias de los tomateros en la inauguración de la temporada de beisbol 2024-2025. Afuera quedaron los miedos, las prevenciones, era el momento de rebelarse contra el terror, contra la ineficiencia de las autoridades, contra el abuso de la delincuencia.


Como dijo un aficionado. “Miedo teníamos todos, pero ya era mucho lo que estábamos pasando”. Dentro del estadio cosas magníficas de las que hace y da Sinaloa, empezando con la madrina de la inauguración, María del Rosario Espinoza, cuya presencia nos habla de triunfos, de superación, de resiliencia.

En algún momento apareció el famoso helicóptero, ese que el viernes sobrevoló Culiacán con un pedazo de trapo colgando y todo mundo interpretó como una petición de paz a los narcos. Hasta los noticieros nacionales desplegaron la supuesta nota aunque luego aclarasen que era un ensayo de la ceremonia inaugural del beisbol. Así anda la credibilidad de la autoridad.

Esta tarde sabatina apareció la nave flameando al viento nuestra enseña nacional, y el enojo y venenos de la víspera se convirtieron en emoción colectiva, en aplauso general, quizá en esperanza.
Llenron el estadio veintiún mil personas que se declararon en contra del arrinconamiento y de la dictadura de la violencia, aunque tampoco podían olvidarla.

En el campo, la orquesta de la Novena zona Militar encabezó los honores a la bandera y en los pasillos los uniformas de la Guardia Nacional eran un recordatorio permanente de la realidad real.
Hasta el momento de cerrar esta entrega la audacia parecía salir victoriosa, pero antes de iniciar el partido el marcador ya era desfavorable: desde medio sábado, ocho muertes violentas, robos de vehículos, levantones (cuatro en Mazatlán y tres en Culiacán, entre los denunciados oficialmente). En contrapartida, el gobernador nos trajo otro anuncio de que llegarán más refuerzos militares o de la Guardia. En ambos casos se trata de las dolorosas rutinas que no cambian.
Cmo siempre, la sociedad se anima, da un primer paso, pero todo queda otra vez en manos de la delincuencia, de su disposición para volver a hacer sus escandalosas advertencias o sus dolorosas ejecuciones, a ciencia y paciencia de nuestra concentración de Rambos.

EL PROGRAMA DE
SEGURIDAD NACIONAL
Contradictoriamente, el proyecto presentado por el secretario García Harfuch es positivo, pero incompleto. Esperanzador, pero revelador de que no es algo de que dependa de la buena disposición sólo de las actuales autoridades.


¿Qué le faltó al programa? Para empezar un diagnóstico. Algo que nos dijera dónde estamos y de dónde partimos a este relanzamiento del esfuerzo nacional para conseguir la pacificación del país.
Casi doscientos mil asesinatos, el apoderamiento de grandes extensiones del territorio mexicano, o por lo menos de corredores bien definidos a lo largo y ancho del país, la apropiación de beneficios derivados del trabajo ajeno, en fin, todo eso que ha crecido al son de los abrazos no balazos, y que nos tienen con ocho de las diez ciudades más peligrosas del mundo, y con entidades en las que hay estado de sitio.

Es importante saber que las actuales autoridades sí saben que todo eso existe y no están atenidas a los diagnósticos anteriores en que todo estaba bien y sólo sonaba mal la distorsión de “los conservadores y nostálgicos de los privilegios”.

Si no tenemos la certeza de que lo saben, no podemos tener confianza de que sus decisiones serán las que se requieren.
¿Por qué se resisten a enunciar cada una de las situaciones dolorosas que vive el país? Porque todavía no es hora de romper con el pasado reciente, y acaso no llegue a ocurrir. Mencionar cada uno de esos problemas que por seis años nos dijeron que no existían, podría ser difícil de escuchar por los delicados oídos de quien ya se fue, pero se sigue quedando.

La buena noticia es que el proyecto en sí está plagado de acusaciones contra la ineficiencia de las autoridades anteriores. Empieza diciendo que se seguirán combatiendo las causas de la delincuencia, es decir, la pobreza extrema de quienes se incorporan a los ejércitos irregulares del crimen. Obviamente es un guiño al expresidente, una forma de decirle que van a seguir con su rollo.

Pero luego viene un anuncio de que habrá coordinación estrecha con los estados y los municipios. Parece una verdad de Perogrullo, porque todo mundo espera que cualquier gobierno de cualquier signo haga eso para obtener buenos resultados, pero fue evidente que en los casi seis años anteriores no ocurrió. La política de seguridad se concentró con todo y recursos en las manos presidenciales, que la delegó en los mandos militares, y los niveles regionales y locales civiles, que vieran como podían sobrevivir.


Hay otro eje: el uso de la inteligencia para enfrentar a los delincuentes y el reconocimiento de que hay mucha inteligencia en las diversas instancias que tienen que ver con la seguridad, pero tampoco se coordinaba ni se utilizaba adecuadamente. Qué bueno que ya se dieron cuenta y que se va a subsanar esa falla garrafal.

Y un cuarto eje que también parecería una vacilada, pero no lo es: evitar la impunidad. Por naturaleza, todas las instituciones de un estado nacional que tienen que ver son la seguridad deben evitar la impunidad. Esa es su función, ese es el propósito de muchas de nuestras leyes, pero si las instituciones más fuertes salían con la instrucción de evitar los enfrentamientos ¿cómo podían combatir a los asesinos, que sabían garantizada su impunidad?

Así simplificado, no parce un gran plan, no parece profundizar en este mal tan grave que aqueja a la sociedad mexicana, pero con el cumplimiento a grosso modo de los enunciados, estaríamos recorriendo un camino que suspendimos a lo largo del sexenio Lópezobradorista por su idea de que el humanismo empieza por la atención comedida a los delincuentes, aunque se deje en el olvido a las víctimas y sus familias.

UN REMATE DE
PLEITO DE BARRIO
Un error frecuente del ganador en los pleitos callejeros es regresarse a darle la patada final a su víctima. No ha faltado ocasión en que el derribado agarre valor, inspiración o una piedra y reinicie el pleito que ya tenía perdido.


Así de alevosa se vio la jefa del control político en el Congreso Local, Tere Guerra, al exigir a la Universidad Autónoma de Sinaloa que inicie ya el proceso de renovación del Consejo Universitario siguiendo los términos de la Ley Orgánica recientemente aprobada y promulgada.
Seguramente la ley establece plazos y términos, pero la señora legisladora debe dejar de ser activista de la causa gubernamental y entender dos cosas, que de seguro no escapan a su conocimiento, ya que es reconocida como una hábil abogada: la camarilla gobernante de la UAS todavía tiene instancias a qué acudir para combatir a la ley que considera injusta; y segundo: con la aprobación y promulgación de a ley, terminó la tarea del Congreso en esa materia.

La señora Guerra no es instancia para exigir o supervisar el cumplimiento de los términos legales, eso le corresponde en todo caso a la Secretaría de Educación Pública y Cultura. Si más adelante a los diputados se les ocurre que deben hacer una nueva reforma o una nueva legislación completa, entonces y sólo entonces tendrán vela en el entierro. Por lo pronto, lo que sigue es un asunto de índole administrativo que recae en otro poder.

No se puede olvidar que la actual diputada fue víctima de los excesos del grupo que encabezo Héctor Melesio Cuén Ojeda, que le quitó toda posibilidad de seguir vinculada a la Universidad después de la jubilación, y que con ello le afectó la permanencia en el Sistema Nacional de Investigadores, que significaba desarrollo profesional, reconocimiento y dinero.

Tamoco se puede olvidar que el propio Héctor Melesio Cuén Ojeda la demandó por ejercer su derecho a la libre expresión de las ideas. Tere Guerra ha sido parte de un exitoso proyecto de periodismo radiofónico desde el que ejerció una crítica constante, punzante y certera, lo que enojó a Cuén.

Pero todos estos antecedentes deben quedar en el olvido porque hoy la señora Guerra es autoridad, es representante de uno de los tres poderes del estado y no una ciudadana agraviada que puede colocar públicamente sus posicionamientos personales.

FRACASO DEL
PARO GENERAL
Un paro general de actividades es siempre un recurso extremo, sobre todo cuando se trata de una institución como la Universidad Autónoma de Sinaloa, que oficialmente tiene 160 mil alumnos inscritos, aunque en la realidad sean un número relativamente más bajo.


Quizá el grupo que sigue manejando a la institución pensó que con el solo anuncio de paro general sería suficiente para que el gobierno del estado pidiera paz, retirara la Ley Orgánica recién promulgada y anulara los procesos judiciales que lleva la Fiscalía “Autónoma” contra funcionarios y exfuncionarios universitarios.

Al final, aprovechando la mesa de diálogo abierta en la Secretaría de Gobernación y la promesa de un nuevo encuentro, anunciaron “de buene fe” que levantaban el paro, ese que fue condenado por alumnos, padres de familia y sociedad en general, y que en realidad los había metido en un berenjenal.

La verdad es que el gobernador, con todo y el bronconón que tiene encima a causa de la inseguridad, ahora que dio el paso de sacar la nueva ley a través del Congreso, como se supone que debe ser, no parece muy dispuesto a negociar nada. Por el contrario, ante la reiterada queja anual de que no les alcanza en la Universidad para garantizar los pagos laborales de diciembre, les mandó decir que este año no hay de piña y por el contrario, les refrescó las acusaciones de corrupción con compras millonarias de tortillas y pollos.
A este agarre todavía le queda cuerda para rato.