DOMINGRILLA POR FRANCISCO CHIQUETE

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Siempre, todos contra AMLO; el último grito; los corridos de Morena

Tenemos los sinaloenses que ser más abiertos y comprensivos. Esto que pasa aquí no es un asunto mayor, en palabras del presidente Andrés Manuel López Obrador. Los acontecimientos no son tales, se trata de exageraciones de los medios neoliberales y todo es para perjudicarlos a él y a su gobierno.

Quienes aquí hayan perdido seres queridos, quienes se vean afectados en sus ingresos, en su estabilidad laboral y familiar, quienes perdieron proyectos de cualquier tipo, deben ser comprensivos y entender el sufrimiento de un hombre que a mil doscientos kilómetros, pasa sus días en un palacio y tiene que velar fundamentalmente por su investidura y por su calidad moral.

En repetidas ocasiones nos hemos preguntado qué pasó con el Andrés Manuel López Obrador capaz de pescar al vuelo la esencia de los problemas y ponerse en los zapatos de las víctimas, para reclamar ante las autoridades en turno por no hacer justicia, por no cumplir con las disposiciones legales que rigen la vida nacional.

Hoy vemos a un gobernante exactamente igual de indolente que los anteriores, y quizá peor, porque los otros no se daban baños de pureza, se asumían limitados e inútiles, pero este hombre generó una verdadera revolución ofreciendo que lo cambiaría todo, que acabaría con todos los males de la nación, y le creyeron.

Muchos supimos que no era posible, que como Vicente Fox se estrelló con los quince minutos para pacificar a Chiapas. AMLO se estrellaría con una realidad demasiado compleja par sus soluciones mágicas y facilonas, pero creímos que lo intentaría. Que su empecinamiento, su capacidad de trabajo para recorrer municipio por municipio, para hablar con la gente y hacerlo en su lenguaje y sobre sus necesidades, lo llevarían a enfrentar de veras los graves problemas estructurales del país.

Pero no pasó de la entrega de dinero. Con gran olfato político-electoral, fue enganchando los intereses de los más pobres, de los menos pobres y hasta de los casi privilegiados, creándoles una nueva dependencia, la del dinero en efectivo y sin impuestos a cambio de nada. A los privilegiados ni los tocó, sólo los apretó para que pagaran algo más de impuestos, pero les dejó los negocios con el gobierno, aunque hubo nuevos invitados al reparto.

Sorpresivamente, el hombre que conocía al dedillo cada problema, cada conflicto, cada aspiración, se encontró con que “los anteriores dejaron un cochinero”, el mismo que él le deja a su heredera, con el agravante de que la ha amarrado para que no corrija el rumbo que él trazó minuciosamente.

No pasa nada o casi nada en Sinaloa, como casi no pasa en el resto del país.

Hay un enfrentamiento entre grupos delictivos, pero “estamos al pendiente”. Presume que ya hay tropas vigilando, como en efecto las hay. Hay hasta aviones artillados que de muy poco han servido, como no sea para gastar combustible en el calentamiento diario de los motores, en prevención de un uso repentino que no llega y que no llegará, porque las instrucciones presidenciales a la tropa son “evitar enfrentamientos”.

Ciertamente sería un espectáculo deplorable y un riesgo grande ver aviones artillados que disparan desde el aire, pero mandar tropas para guardarlas en los cuarteles es un absurdo, es prolongar la impunidad que ha llevado al país a las condiciones actuales, con casi doscientos mil asesinatos cometidos en los seis años de este gobierno.

Los seguidores de AMLO han esgrimido un argumento que poco a poco se debilita: “sí, pero el PRI robó más”. Ya no estamos tan seguros de eso, habría que esperar para hacer el balance con claridad, pero de lo que ya no hay duda es de que “con AMLO los crímenes fueron más”, aunque esgriman que no fue el gobierno quien mató. No, el gobierno sólo acentuó la impunidad, lo que es casi equivalente.

Por lo pronto, este episodio de la guerra intestina del cártel de Sinaloa se constituye en el sello distintivo del cierre de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, quien soñaba con salir reconocido como un hombre a la par de Hidalgo, de Juárez y de Madero.

EL ÚLTIMO GRITO
Usualmente, los comentaristas irrespetuosos aprovechamos la ceremonia del grito en el último año del sexenio (o del trienio, si hablamos de alcaldes) para reírnos del sentimiento de pena que a querer y no embarga a nuestros prohombres que nos quitaron patria. Todo gobernante le mete su carga emocional, y si en los primero años es de orgullo, en el último es casi llorosa, porque aún en estos tiempos de reelecciones municipales, nadie garantiza que se den las condiciones para el regreso. Alejandro Higuera Osuna, alcalde de Mazatlán por tres ocasiones, creía tener escriturada la Presidencia Municipal para cundo quisiese recuperarla, pero cuando fue por la cuarta, sin la sombra de un candidato fuerte a la gubernatura, fracasó estrepitosamente.

Por eso el grito que esta noche emita Andrés Manuel López Obrador estará cargado de nostalgia, tristeza y cierta frustración, pues aunque muchos pensamos que intentará seguir gobernando a través de la pesada herencia política y jurídica que construyó, el hecho es que ya no podrá volver a ser protagonista de ese símbolo que tanto le gusta: la encarnación de Hidalgo, nada menos.

Por eso tiene mucho significado la decisión de Rubén Rocha Moya, de suspender el festival popular que rodea a la ceremonia del grito. Aunque lo dará en la soledad de su oficina, ante sus colaboradores, no contará con el ingrediente principal: el sabor que le deja la respuesta espontánea de la gente de la calle a sus vivas a los héroes que nos dieron patria y a México. En ese momento nadie le regatea el respaldo, aun siendo de partidos o de grupos diferentes. Que sus empleados le contesten los vivas es lo de menos. Ya lo respaldan hasta en los equívocos de fechas o de lugares.

En Mazatlán Edgar Augusto González también se despide. Su sueño dorado era la repetición, pero no le alcanzó para tanto y se tiene que ir con “sólo” un quinto grito: tres de su natal Rosario y dos en el paracaidismo de Mazatlán. Ni modo.

Por cierto, siendo un alcalde untuosamente obediente, prefirió ignorar las señales que mandó su gobernador, y mantuvo en pie el festival popular del grito, de modo que efectivamente hará su quinto ritual, a pesar de todos los presagios que invitan a tomar las cosas con cuidado. Hay condiciones, diagnostica, y aclara que “no es necedad” de su parte. ¿Le creemos?

CORRIDOS
En Morena les llegó la urgencia por sanear un mínimo de lo que está insano, y corrieron del partido a Luis Guillermo Benítez Torres, el célebre Químico, defenestrado de la Presidencia Municipal bajo fuertes acusaciones de corrupción que por supuesto, no ha solventado.
Eso sí, el dictamen de la Comisión de Honor y Justicia del partido a nivel nacional, no hace una sola referencia expresa a esa circunstancia. Lo expulsa junto con otros militantes a los que se acusa de violar los reglamentos de la organización, fundamentalmente por haber sido candidatos de otros partidos políticos, aunque en algunos casos sean partidos hermanos, como el PT.

Por lo mismo corrieron a la señora Victoria Sánchez, reciente candidata a la alcaldía en Culiacán. Aquí se está abriendo un frente de inevitables consecuencias, pues esta señora, que antes fue diputada local morenista y también regidora, es mamá de la diputada federal Merary Villegas Sánchez, quien ya había hecho berrinche porque Morena no volvió a lanzar a su mamá. Jure usted que va a haber show en el mediano y en el largo plazo.

Un corrido más, el regidor Rodolfo Rodríguez, quien hacía política con el autocomplaciente acrónimo de “El Rorro”. Él también violentó los reglamentos partidistas al irse públicamente a apoyar la campaña de Guillermo Romero, por la alianza opositora.

Este Rorro es uno más de los casos de políticos que se sienten indispensables. Fue militante del PAN, donde no le dieron chance de ser candidato a alcalde o de perdis a diputado local, de modo que negoció con el Químico y se fue a Morena. En el camino se peleó con el Químico y actuó como regidor independiente del alcalde, pero como en Morena tampoco lo pelaron con una candidatura mejor, se fue con los de enfrente.

Por cierto. Se fue diciendo que él seguía siendo morenista, que nomás se iba a la campaña. Pero volvía. Igualito de Miguel Ángel Yunes Márquez, quien se vendió a Morena para votar a favor de la reforma judicial, y luego dijo que él seguía siendo panista, que esa gracia que hizo fue por pureza ideológica. De todos modos lo expulsaron, igual que al Rorro.

Creo que Jesús Estrada Ferreiro, el otro alcalde defenestrado (de Culiacán) y candidato petista, ya se había ido.