El conflicto UAS estado desborda las fronteras Ayotzinapa, el cambiazo
La lucha por la Universidad Autónoma de Sinaloa rebasó los límites de nuestra entidad, y ahora también juega en el ámbito nacional. Las dos partes contendientes tendrán que hacer el mejor esfuerzo para que no les sea arrebatada la narrativa del conflicto.
No es nuevo, por supuesto. Las fuerzas políticas han recurrido siempre a la opinión pública del país para agenciarse apoyos de los poderes constituidos y centralizados en la capital del país. Es más: ni siquiera es nuevo en este conflicto.
No hace mucho tiempo una publicación capitalina retomó el caso de los cuarenta y cinco millones gastados por la UAS en pollo y otros productos cárnicos, y en el cuarto de guerra cuenista se culpó inmediatamente al gobierno del estado por esa nota.
Juego que tiene desquite, ni quién se pique, dice el dicho, pero la verdad es que tratándose de política, todos se pican. Por eso en la primera oportunidad hubo almas caritativas que divulgaron allá por CDMX las acusaciones de acoso sexual contra funcionarios estatales y luego la joya de la corona: el video en que el gobernador se acuchilla con dos frases: “él es acosador, pero sexual” y “yo le dije que lo iba a proteger, que lo cambiaba de área donde no hubiera mujeres, que quedara entre puros machos”.
En el tercer piso están convencidos de que se trata de mano negra. Que la denuncia hubiese llegado hasta la mismísima mañanera, donde hay un férreo control de los temas, sólo puede significar infiltración interesada o fuego amigo. Por supuesto ya les dieron garantías de que no es lo segundo, y la tranquilidad de que no ha habido consecuencias.
Pero esto no se iba a quedar así, de modo que la respuesta fue inmisericorde: cambian las medidas cautelares dictadas por el juez de control al entonces rector de la UAS, y ya no sólo tiene prohibido abandonar el país sin permiso, sino que ahora tampoco puede ejercer el puesto. Desde la mañana del miércoles, ya no es rector, al menos no mientras dure el juicio por uso indebido del servicio público, o se consiga un amparo de la justicia federal.
El juez de control atendió el pedido de la Fiscalía, para que le quitaran el puesto, porque desde ahí maquillaban los documentos necesarios para fincarle responsabilidades. Y el juez, obsequioso, se la obsequió.
Claro que de la otra parte no se han quedado de brazos cruzados. La Asociación Nacional de Universidades e Institutos de Educación Superior -ANUIES- ya manifestó su preocupación por la destitución de Jesús Madueña Molina como rector. Personajes de la disidencia morenista, como Gibrán Ramírez, tomaron parte no a favor de la UAS, sino contra la autoridad sinaloense como tiro personal.
Es evidente que el gobernador Rubén Rocha Moya tiene y seguirá teniendo de su lado al presidente de la República y con él, el apoyo del aparato de gobierno, pero eso no le va a quitar la incomodidad de señalamientos de todo tipo, como el del propio Gibrán, quien en realidad no conoce el asunto a fondo, pero aprovechó el tema para ejercer la disidencia morenista.
¿Habrá capacidad gubernamental para mantenerse al frente de la narrativa? El caso se empalma al ambiente preelectoral que priva en el país, y a otros movimientos sociales como el paro de trabajadores del Poder Judicial de la Federación.
LA MOVILIZACIÓN
Cuando se perfilaba este enfrentamiento, un destacado analista local, miembro de la disidencia en la UAS, sostenía que Héctor Melesio Cuén y su grupo no podrían movilizar al estudiantado porque no había razones de peso para ello, y porque los actos de corrupción y manejo irregular de la Universidad, son más que evidentes.
A pesar de ese razonable optimismo, hoy tendrá que reconocer que no acertó, que el cuenismo tuvo capacidad para movilizar a los universitarios de todos los niveles y sectores. Quizá no los ciento cinco mil elementos que Madueña presumió, pero si grandes cantidades de personas. Eso habla del gran control que tiene el gobierno de la UAS sobre sus estructuras.
El propio gobernador Rocha Moya hizo un intento por detener o disminuir la movilización, haciendo un llamado para que los universitarios no apoyen a los corruptos, pero su expresión no tuvo el efecto deseado.
En cambio en la movilización pasó lo que siempre pasa en esas actividades. A través de Radio UAS, se transmitieron entrevistas con los participantes. No supieron explicar qué es lo que defendían. Algunos dijeron que estaban luchando porque el gobierno está afectando a la autonomía universitaria, pero con balbuceos apenas, denotando que ignoraban qué era eso que ellos mismos afirmaban.
Otros dijeron haber ido porque el gobierno le quería quitar las preparatorias a la UAS y muchos otros, incluyendo algún trabajador, sostén ínstalo que el gobierno estaba atacando a la institución. Pese a lo reciente del hecho, o quizá por eso, ninguno hizo referencia a la destitución del ya exrector.
¿Y de los delitos tan llamativos de que se les acusa y que prácticamente todo mundo da por hecho? ¡Nada! En el grupo de Cuén se van por la vía política. Lo otro, ¡Ni hablar del peluquín!
Como se decía en las viejas funciones de tandas, “esperen programas”.
¿POR QUÉ EL OBVIO CAMBIO DE RIELES?
Aunque Alejandro Encinas ya estaba en una situación muy incómoda, no dejó de ser sorpresiva su renuncia a la subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación. Nadie como Encinas abrazó la teoría lopezobradorista sobre la tragedia de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, pero a la hora más definitoria, cuando el funcionario soltaba datos concretos sobre alguna participación del Ejército en los hechos, y dio nombres de participantes en la creación de “la verdad histórica” (Omar García Harfuch), pero lejos de respaldarlo, se le desmintió en cada dato o se atemperaron sus dichos.
Hoy Encinas está renunciado, pero no abandonado. Se le envió a la campaña de Claudia Sheimbaum, quien dijo que le será muy útil para construir consensos y garantizar la unidad. Es obvio que lo sacaron de la jugada, porque su fidelidad a la línea original del lópezobreadorsmo sobre el caso Ayotzinapa ya no es ese punto que se buscaba tan afanosamente. Hoy la óptica es otra.
¿Qué habría sido de Encinas si no hubiese campaña política? ¿Por qué enviarlo precisamente a la campaña, como hacían el PRI y el PAN cuando se quería deshacer de un funcionario que le resultaba incómodo?
Pero sobre todo está la pregunta de cómo van a reaccionar los militantes que durante todo el tiempo han creído a pie juntillas en la responsabilidad del Ejército, en la del estado, no sólo en ese caso, sino en otros más emblemáticos aún, porque han de saber que ya el presidente llegó a la conclusión de que tampoco hay responsabilidad del estado ni del ejército como institución ¡en la matanza del dos de octubre!
Ni Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid o Ernesto Zedillo Ponce de León se atrevieron a tanto. Ni siquiera Enrique Peña Nieto.