A siete años de la desaparición de sus hijos, han hecho de la búsqueda y el reclamo de justicia su razón de vivir a pesar de las afectaciones a su salud.
La salud de los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa se ha deteriorado durante los siete años de búsqueda y movilización permanente: sus cuerpos resienten el cansancio de más de 2 mil 500 días de lucha por conocer el paradero de sus hijos.
El dolor y la tristeza no han pasado en vano: se notan en las arrugas de sus rostros erosionados por las lágrimas que almacenan en lo profundo de sus ojeras; aunque ocasionalmente sonríen su mirada denota tristeza. La ausencia de sus hijos carcome sus pensamientos y almas.
Desde el 26 de septiembre de 2014 el tiempo no pasa para ellos; la búsqueda es lo que les permite dar algún sentido a la vida cotidiana, para enfrentar el vacío y la ambigüedad “ni vivos, ni muertos” que implica la desaparición forzada, pues mientras no haya cuerpos la esperanza del reencuentro persiste en los familiares de los estudiantes desaparecidos.
Lo anterior, es tangible en la experiencia de Clemente Rodríguez y su esposa Luz María Telumbre, padres de Christian Alfonso Rodríguez Telumbre —el segundo normalista en ser identificado plenamente por la Universidad de Medicina de Innsbruck a través de un fragmento óseo del pie derecho —, ellos no desacreditan a los expertos, pero tampoco dan por terminada la investigación.
“Si nos los hubieran dejado como sea allá tirados en Iguala otra cosa hubiera sido, a lo mejor esta lucha ya hubiera terminado porque poco a poco te llega la resignación, pero cuando un hijo te lo desaparecen no puedes decir hasta aquí termina. A lo mejor de parte mía suena loco pero un ser humano puede vivir sin un pie, yo como mamá siempre he dicho la fe es lo que muere al último y para mí mi hijo sí está vivo, va a llegar aunque sea sin un pie”, dijo Luz María.
De acuerdo con Vidulfo Rosales, abogado de los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa, a lo largo de estos años la salud de los padres de familia se ha desgastado, de tal manera que alrededor de 22 de ellos se encuentran enfermos.
“Hay padres que tienen diabetes, que nosotros mirábamos íntegros cuando inició esta lucha, ahorita ya pareciera que han pasado más de 20 años para ellos físicamente, están muy desgastados y lo atribuimos a que es por todo el dolor, por todo el estrés al que los padres de familia están sometidos al no saber el paradero de sus hijos”, explicó Rosales.
A pesar de encontrarse enfermos, no pueden descansar, los trastornos en el sueño y alimentación persisten en la mayoría de los padres y madres de los estudiantes. Tal es el caso de Carmelita Cruz Mendoza, quien desde la desaparición de su hijo Jorge Aníbal Cruz Mendoza, se enfermó de diabetes.
“A veces se me quita el sueño, el hambre, estoy pensando qué está pasando con él, en dónde estará, digo ‘¡Ay Dios mío, que el día menos pensado me hable: mamá aquí estoy ven por mí’, es la llamada que estoy esperando así como de puro milagro. Aquí toda la familia lo seguimos esperando, en la mesa hay un lugar para Jorge Aníbal cada vez que comemos”, contó Carmelita.
Para la mayoría de los padres es más difícil permanecer en casa que mantenerse en las movilizaciones y reuniones, pues el actuar de las autoridades les genera incertidumbre. Sin embargo, los constantes desplazamientos han afectado económicamente a las familias, pues los pocos recursos que tienen se ponen a disposición de dos frentes: la búsqueda y el hogar.
Sin embargo, los constantes desplazamientos a la Normal Rural de Ayotzinapa “Raúl Isidro Burgos” y a la Ciudad de México para participar en las actividades han afectado económicamente a las familias, pues los pocos recursos que tienen se ponen a disposición de dos frentes: la búsqueda y el hogar.
En algunas ocasiones, las necesidades familiares básicas se imponen debido a que padres y madres han aprendido la necesidad de cuidarse y atender sus enfermedades para seguir en la lucha. Ezequiel Mora Chora, papá de Alexander Mora Venancio, cuenta que desde abril de 2020 no ha participado en las actividades porque vive al día, se enfermó de Covid-19 y decidió quedarse en su hogar para recuperarse.
“Con eso de la pandemia, el año pasado me pegó en el mes de mayo y me las vi un poco complicado con la desesperación de no respirar. Lo bueno, gracias a Dios, que no nos fuimos. Yo no he participado en el movimiento, me alejé desde abril, de allá para acá no he participado en nada porque me da un poco de miedo enfermarme y por eso dejé de ir al movimiento, pero este 26 (de septiembre) tengo que estar allá”, dijo Ezequiel.
Atención médica: el bálsamo del reconocimiento
Durante su primer informe, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) documentó 180 víctimas directas, más de 40 heridos de los ataques de 2014 en Iguala. Entre las víctimas, el GIEI pidió considerar a los familiares, al menos 700 personas.
En su segundo informe, emitido en 2016, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) recomendó la creación de un equipo independiente para realizar un diagnóstico del impacto psicosocial y en la salud de las víctimas del caso Ayotzinapa, para poder articular un programa de atención.
En seguimiento a la recomendación, la organización civil Fundar presentó en 2017 el estudio «Yo solo quería que amaneciera. Informe de impactos psicosociales del Caso Ayotzinapa», el cual a través de la evaluación realizada entre septiembre de 2015 y abril de 2016 por la “Red por la Salud 43” a 55 integrantes del grupo familiar identificó que a medida en que la búsqueda se ha prolongado los problemas de salud se agudizaron e incluso aparecieron otros padecimientos.
De acuerdo con el estudio, a dos años de los hechos el 53.2 por ciento del grupo familiar presentaba enfermedades crónicas acompañadas de otra condición, 8.6 por ciento trastornos psicosomáticos o depresión severa.
La prevalencia del diagnóstico de diabetes fue de 31.8 por ciento en el grupo familiar. Esto se debe a que a medida en que la búsqueda se ha prolongado los problemas de salud se agudizaron e incluso aparecieron otros padecimientos.
Por lo anterior, el diagnóstico hace hincapié en que el Estado debe generar acciones de atención con respeto y dignidad a través de un plan integral de atención a víctimas, pues “ninguna herida se cura sin el bálsamo del reconocimiento”.
Para Cristina Bautista, mamá de Benjamín Ascencio Bautista, que regrese su hijo y los otros 42 normalistas será la verdadera reparación del daño y la medicina que curaría todos los estragos producidos por el trato denigrante que ella y sus compañeros de lucha dicen haber recibido.
“Reparación del daño es que nos regresen a nuestros hijos, regresando nuestros hijos todas nuestras enfermedades se van a desaparecer; cómo nos van a reparar el daño, las lágrimas que hemos tirado, los desvelos, las malpasadas, eso no se repara sin ellos”, dijo Cristina.
Al respecto, Vidulfo Rosales explicó que las organizaciones de derechos humanos como el Centro Prodh y Tlachinollan han exigido al gobierno atención médica focalizada para los padres y madres de los estudiantes, ya que necesitan monitoreo constante a su estado de salud, por el desgaste físico y emocional que enfrentan.
El gobierno federal dispuso que cada padre de familia se atendiera en el centro de salud más cercano a su comunidad, este modelo de atención ha ocasionado que los padres y madres se desanimen de acudir al médico, pues tienen que formarse durante horas para recibir atención ordinaria.
Reflejo de esta situación es lo que vive Oliveria Parral, mamá de Jorge Luis y Doriam González Parral, quien prefiere atenderse con un médico particular, pues cuando acude al centro de salud más cercano a Xalpatláhuac —comunidad donde vive—, los doctores deciden no atenderla por ser integrante de los padres y madres de los 43 normalistas desaparecidos.
“A veces como ahorita que me enfermo vamos con particular, de hecho, está la doctora de Chilpo a la que a veces le digo “doctora me siento así”, me dice “te van a atender en Ayutla, ve”, pero no, a veces ahí te la hacen cansada de que no te atienden luego, otra como eres mamá de los 43 te hacen a un lado los doctores. Por el gobierno ya nos hubiéramos muerto para que ya no anduviéramos dando lata gritando por nuestros hijos”, relató Oliveria.
Dolor a cuestas: despedirse de compañeros de lucha
La angustia se arraigó en los cuerpos de los padres y madres de manera que, poco a poco, apagó la vida de cuatro: Minerva Bello, Tomás Ramírez, Saúl Bruno Rosario y Bernardo Campos, quienes fallecieron sin volver a abrazar a sus hijos.
Minerva Bello, madre de Everardo Rodríguez Bello, murió el 4 de febrero de 2018 a causa del cáncer que padecía. Tomás Ramírez, padre de Julio César Ramírez Nava —quien no se cuenta entre los 43 desaparecidos, sino que fue uno de los tres estudiantes que murieron por los disparos de los policías de Iguala—, falleció la madrugada del 1 de diciembre del mismo año.
Mientras que Saúl Bruno Rosario, padre de Saúl Bruno García, falleció el pasado 22 de agosto en su hogar, en la comunidad de Magueyitos; y Bernardo Campos, padre de José Ángel Campos Cantor, perdió la batalla contra la diabetes y por otras complicaciones de salud murió la madrugada del 3 de septiembre de este año.
Una semana antes del deceso de Tío Venado —como le decían a Bernardo Campos —, su esposa Romana Cantor y su hija mayor Nancy pidieron en la misa dominical del Santuario de la Natividad de María, en Tixtla por su pronta recuperación. Lamentablemente el sufrimiento de no encontrar a su hijo le causó una herida tan grande que consumió su salud y vida.
La muerte de estos padres y madres de los 43, pesa profundamente, pues a lo largo de estos años se han convertido en familia. Para Melitón Ortega, tío de Mauricio Ortega Valerio, el deceso y deterioro de salud de los padres y madres de los alumnos contrasta significativamente con las acciones del gobierno federal para lograr la verdad y justicia del caso; al prolongar el tiempo para esclarecer los hechos se acorta su vida.
“Hay una desesperación mientras no tenemos algo concreto por eso los padres también se les complica su salud, llegan a fallecer, pareciera que así vamos a estar, poco a poco se van a ir muriendo los padres, mientras el caso de Ayotzinapa no avanza”, finalizó Melitón.
Aristeo González, papá de Jorge Luis y Doriam González Parral, expresó que aunque el ex presidente, Enrique Peña Nieto, siempre los atendió “los llevaba con pura mentira”, por lo que cada vez que iban a una reunión “se enfrentaban con el mismo enemigo”.
En el caso del presidente Andrés Manuel López Obrador, Aristeo reclama que no ha cumplido con su promesa de no impunidad, pues considera que los avances en el caso son mínimos y sigue pendiente la ejecución de órdenes de aprehensión contra presuntos responsables directos de los hechos.
“Él (Andrés Manuel López Obrador) nos aseguró: ‘yo voy a dar con ellos y pronto les voy a resolver a los padres, yo voy a dar con el paradero de sus hijos, en dos meses, tres meses ya está’. Llegamos nosotros a la primera reunión, teníamos la esperanza, este sí nos va ayudar, se llegó a los dos meses, tres meses y nada, así se fue, ahorita ya va para casi tres años, en el cuarto ya no hizo nada, en el quinto año peor”, dijo.
Información por MILENIO