(Reseña)
Primera parte
Carlos Calderón Viedas
En aras de la brevedad me veo obligado a ceñir en un formato elemental la reseña de Cultura y desarrollo, (Editorial Lirio, 2013). Artificio riesgoso porque con los esquemas se pueden perder detalles y lo que es peor, contenidos. Con lo que pueda salvar, espero logre dar una idea cercana a la propuesta que hago en el libro.
Marco histórico
En el corazón del capitalismo financiero mundial, Wall Street, en la ciudad de Nueva York, en otoño del 2008, estalló una crisis de pagos sólo comparable con la que hubo en ese mismo lugar en 1929. Bancos, aseguradores y corredurías financieras se dieron cuenta de que los papeles que tenía en sus arcas era sólo eso, papeles sin respaldo real ni monetario. De tal tamaño fue la súbita descapitalización, que en la misma catedral del laissez faire, el gobierno de Obama se vio obligado a intervenir inyectando recursos para que el régimen de pagos no colapsara. Se pudo evitar la quiebra del sistema, pero no los efectos desestabilizadores reales y financieros tanto en Estados Unidos como en el resto de la economía capitalista mundial.
La crisis del 2008 recordó la otra que había ocurrido 60 años atrás, en el mismo lugar. Diez años tardaron las economías de mercado de aquél entonces para volver a encontrar las sendas del crecimiento económico. Ahora, la pesadez de la crisis no permite salir de la etapa depresiva en que se encuentra la economía global, y en mucho se explica por el libertinaje de los capitales financieros que siguen sin atadura… en nombre del mundo libre.
Como quiera, la crisis volvió a cuestionar la capacidad del mercado como mecanismo regulador de la economía. La hondura y el alcance del problema pusieron en jaque al sistema capitalista. Mostró, por lo demás, las insalvables limitaciones del modelo económico neoliberal como propuesta conceptual y marco de la política.
Saldos sociales de la crisis
Actualmente mil 400 millones de personas vive en extrema pobreza, con menos de un dólar y medio al día. La distancia entre ricos y pobres es abismal: los 10 países más pobres manejan una masa económica equiparable a la de, digamos, Carlos Slim, uno de los hombres más ricos del mundo. El mayor crecimiento de la pobreza y de la población se encuentra en los países de África y al sur de Asia, pero en todo el orbe persisten desigualdades entre mundo urbano y rural, hombres y mujeres, poderosos y excluidos. En México, por ejemplo, según cifras del (Coneval) hay un brutal incremento de la pobreza en los últimos ocho años, 16 millones más, de esa manera el inventario nacional pasó de 45 a cerca de 61 millones de mexicanos que viven en condición de pobreza.
La crisis es algo más que economía
La crisis económica detonada con el estallido financiero en el corazón del capitalismo mundial, vino a agregarse a otras crisis en curso, la energética, del medio ambiente, la migratoria y la bélica, que juntas y combinadas definen una crisis general de mayor gravedad. Los alcances de la reciente crisis son tales, que para algunos analistas se trata de una crisis que cuestiona las bases de la civilización occidental. En el fondo, aseguran los diagnósticos más crudos, lo que está en crisis es el modelo cultural dominante en Occidente, basado en un racionalismo económico instrumental que tanto daño hace al provocar graves desequilibrios en los sistemas ecológicos del planeta; fragmentar la totalidad unitaria del hombre; convertir la política en un campo de dominio más que en un medio para el bien común; y enfrentar a los pueblos por motivos económicos, sociales y culturales, todo bajo la bandera del progreso material como base de la felicidad humana.
La crisis actual es económica en el sentido que depreda la riqueza productiva que la humanidad ha acumulado y daña el patrimonio de las familias; es ideológica puesto que socava los fundamentos de las concepciones teóricas del modelo económico neoliberal; es social porque se han relajado las relaciones colectivas siendo sustituidas por un individualismo atomizado y egocéntrico; es política debido al creciente dominio de los intereses privados por sobre los que debieran ser del dominio común; es ecológica porque es innegable que el trato dispensado por el racionalismo económico a la naturaleza la ha dañado enormemente; es cultural, en razón de que las conexiones cada vez más estrechas entre las naciones, muestran un escenario de encuentros y desencuentros de actores con diferentes cosmogonías, métodos cognitivos, patrones éticos, estéticos y de convivencia.
Por esa múltiple razón es que el análisis de la crisis exige una visión panóptica que permita observar todas sus facetas. El esbozo general obliga a tratarla en su totalidad, sin perder de vista que estamos frente a un problema que en último término podemos verlo como un fenómeno cultural en su sentido más amplio, es decir, como modo de vida o forma de convivencia que contiene lenguaje, valores, conocimiento, normas, instituciones, preferencias, gustos, ritos, tradiciones y demás.
El hecho que insistamos en el carácter poliédrico de la crisis obedece a que en ninguna otra crisis capitalista, los factores no económicos, formalmente fuera del entramado teórico de la economía, han tenido un rol tan relevante como se advierte ahora.
Marco teórico
Los serios problemas económicos, sociales, ambientales y políticos por los que atraviesa el mundo, han colocado frente a los estudiosos de estos temas una preocupante realidad con grados complejidad nunca antes alcanzados. La gravedad de la situación deja ver la manera cómo cada uno de los problemas se refuerza con otros de índole diferente volviendo esa realidad mucho más difícil de discernir y por lo mismo de encontrar soluciones. De este modo, el canon por estancos del conocimiento de las ciencias
modernas presenta limitaciones para aprehender este nuevo tipo de fenómenos, precisamente por la multiplicidad de factores que involucran.
Dos ejemplos ilustran lo que decimos. Las relaciones de la política y la cultura con el conocimiento y la práctica económica. El desarrollo de la ciencia económica desde sus dos grandes expresiones troncales, la subjetivista de Adam Smith y la materialista de Carlos Marx, mantuvieron en reserva los aspectos políticos y culturales con respecto a la dinámica de los asuntos económicos, cada uno, desde luego, con diferentes visiones y enfoques metodológicos. Sus epígonos continuaron los trazos originales.
Fue hasta un siglo después cuando las diferentes atalayas ideológicas comienzan a revisar los fundamentos en que asentaban sus teorías. El estallido financiero del 29 y la crisis económica que le siguió obligaron a revalorar la política en los temas de la economía capitalista; justo 60 años después, en 1989, otra crisis, política esta vez, colapsó las economías socialistas lo que llevó a los estudiosos del marxismo a revisar las tesis del carácter exclusivamente socioeconómico y determinante del proceso de acumulación capitalista. Veinte años luego, en 2009, vuelven a revisarse las mismas teorías, ahora con el incentivo de la nueva crisis.
Economistas de todas las tendencias, excepto de la neoliberal, comienzan a reconsiderar los fundamentos, códigos y aplicaciones de la ciencia económica con la finalidad de reforzarla objetivamente como teoría e instrumento político, es decir, reconstruirla frente a una realidad compleja en donde lo económico se ubica dentro de una totalidad que sólo es posible captarla teniendo en cuenta la diversidad de estructuras que la componen. La premisa es: De una realidad compleja deviene un pensamiento complejo que trasciende combinando los campos disciplinarios del conocimiento en una totalidad estructurada con varios planos cuyo orden de relaciones define los objetos de estudio.
Pero, ¿qué efectos tiene la perspectiva metodológica compleja sobre el pensamiento económico moderno, el que considera únicamente al ser económico, al homo economicus o al homo faber, es decir, según las dos grandes definiciones que dan el enfoque liberal naturalista subjetiva y sus diversas derivaciones, y el natural materialista histórico y sus posteriores desarrollos?
Mi tesis es que ambas doctrinas económicas reducen la totalidad del ser humano al mundo de la economía mediante sus propios marcos filosóficos, con diferentes epistemologías y métodos, y con visiones de futuro incompatibles. A fin de cuentas pecan con el mismo error, reduccionismo. En la segunda parte veremos en qué consiste ese reduccionismo.