Autoridades civiles y militares festejaron en el muelle de la Puntilla, el CLXVI aniversario de la defensa que los Niños Héroes del Castillo de Chapultepec, realizaron frente a la invasión norteamericana el 13 de septiembre de 1847.
Como mandan los cánones militares en este tipo de eventos, la puntualidad fue troyana; a las 9 de la mañana iniciaron con el programa, que incluyó una ofrenda floral en el monumento alusivo a los principales defensores de aquella heroicidad.
El principal detractor ahora no fueron los invasores, sino el fuerte sol que se dejó sentir durante todo el acto- y todo el día fue insoportable- y de manera estóica uniformados y civiles que hicieron su aparición con saco y corbata, tuvieron que soportar, aunque al final estos últimos prefirieron echarse al hombro las mangas largas, de otro modo, quién sabe que hubiese pasado.
El homenaje fue presidido por el alcalde Alejandro Higuera, así como el General Moisés Melo García, comandante de la III Región Militar y el vicealmirante, Francisco Rodríguez de la IV Zona Naval.
Era impresionante en verdad ver aquellos cuerpos sudando la gota gorda; no había donde guarecerse de las inclemencias del sol; los militares desde luego tenían que cumplir con lo suyo, soportar; los civiles igual, no hubo de otra.
Un dato adicional, no hubo ningún desmayado, ni tampoco se reportó ningún deshidratado.
Un poco de historia:
Los Niños Héroes es el nombre con que se les denomina a los principales defensores del Colegio Militar de México durante la invasión norteamericana el día 13 de septiembre de 1847. Juan de la Barrera, Juan Escutia, Agustín Melgar, Fernando Montes de Oca, Vicente Suárez, y Francisco Márquez eran estudiantes del colegio militar y tenían todos entre 13 y 17 años.
Durante la guerra declarada a México por Estados Unidos con el fin de obtener los territorios de Alta California y Nuevo México, el ejército estadounidense, bajo el mando del General Winfield Scott, atacó el Castillo de Chapultepec donde se encontraba situado el colegio militar. Los jóvenes cadetes, niños y adolescentes casi todos, que formaban el batallón a cargo de Nicolas Bravo, dieron muestra de valentía al resistir la agresión y peleando inclusive cuerpo a cuerpo. Sin embargo al final, los norteamericanos tomaron el castillo.
Juan Escutia al ver la inevitable derrota tomó la bandera nacional y desde una de las torres del castillo se lanzó al vacío, hacia una muerte segura, para evitar que el lábaro patrio cayera en manos del enemigo.
Al final de la guerra México fue derrotado y perdió la mitad de su entonces territorio, superficie similar a su tamaño actual (2 millones de kilómetros cuadrados, que incluían a los actuales estados de California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Colorado y Utah.