Luis Antonio Martínez Peña.
En febrero de todos los años, nuestra ciudad se viste de gala para participar alegremente en el Carnaval Internacional de Mazatlán. Esta es una fiesta de fecha móvil que se celebra durante los tres días previos al Miércoles de Ceniza. Éste año se celebrará del 12 al 17 de febrero.
Cuando en la actualidad vemos todo el despliegue publicitario, comercial y artístico que conlleva la organización de la fiesta no imaginamos que el carnaval en nuestra ciudad tuvo un origen popular e irreverente. Una festividad que empezaba con el enfrentamiento entre bandos que dividían en dos a la ciudad y la convertían en campo de batalla, en un mundo al revés del que nadie se podía sustraer y ante el cual sucumbía la autoridad formal, para dar paso a una alegría frenética.
Esta fiesta tiene una larga historia que se remonta a los orígenes de nuestra ciudad. Documentalmente se consigna desde 1827 la efervescencia popular que las carnestolendas levantaban en la pequeña ciudad y puerto, con escasos, pero bulliciosos 2000 habitantes.
El cronista de la ciudad Enrique Vega Ayala, menciona que desde 1846 el cabildo vendía licencias para puestos de diversiones y vendimias en la Plazuela Machado, y a cuyo costado oriente, se encuentra la calle que lleva el nombre de Carnaval donde se establecían los palenques de peleas de gallos y juegos de azar. Muchas cosas han pasado en la historia de la ciudad y por nada se le ha cambiado de nombre.
En 1864 el escritor liberal mexicano Ignacio Ramírez, tras una larga estadía en Mazatlán, escribió a su amigo, el poeta Guillermo Prieto, diciendo que era “de gran fama el lujo con que se celebran las fiestas del carnaval de Mazatlán y que la belleza de las mazatlecas era de fama mundial.
A finales del siglo XIX, fue imponiendo un criterio “civilizador” a dicha festividad, y poco a poco las autoridades municipales fueron haciéndose cargo de la misma desde 1898.
¡117 años de historia oficial de carnavales! A los que anteceden décadas de carnavales populares y de enfrentamientos a pedradas y cascaronazos de harina y ceniza por los integrantes de los bandos del muelle en contra de los del abasto. Estos grupos empezaban cada cual por su lado, cada cual con un recorrido diferente acompañados de rústicas bandas musicales llevando gallos o la serenata, que no era otra cosa que un barullo nocturno a la luz de antorchas. Los protagonistas acudían disfrazados y con banderolas coloridas, visitando los barrios del Abasto, del Muelle, del Comercio, del Astillero y de las Calaveras, formando dos “bolas” o grupos entre la gente del populacho y se entonaban las notas musicales de los “papaquis” especie de marcha entonada por la orquesta que daba el toque de alegría a aquellos grupos y que combinado con el indispensable trago de alcohol, el ambiente se animaba; situación que empeoraba cuando se encontraban ambos grupos. Cuando el enfrentamiento, primero verbal subía de tono, entonces daba paso al inevitable contacto físico y era que ardía Troya. Estas rencillas terminaban por las noches con bailes populares y serenatas que duraban, domingo, lunes y martes.
Los participantes se hacían de un disfraz o blusón de manta con capucha lo que contribuía al anonimato del agresor. Se criticaba que las agresiones recayeran en personas ajenas al jolgorio, y que en muchos casos la privacidad del domicilio era violentada.
También se menciona que los disfrazados usaban de lenguaje grosero y aprovechando su anonimato insultaban a la gente y a los agentes del orden; y que eran muchas las mujeres que participaban en estos jolgorios dando lamentables muestras contrarias al decoro femenino, e inclusive eran protagonistas de pleitos donde además de blancas de harina terminaban moradas a golpes.
Se recomendaba a la población que se alejara de esas prácticas bárbaras y que se hiciera cómo en otras partes del mundo civilizado, con disfraces y comparsas de pierrots, templarios y mosqueteros.
Finalmente, fue tanta la presión que en 1898 se llevó a cabo el primer carnaval organizado por la Junta del Carnaval del H. Ayuntamiento, con lo que se iniciaba el carnaval de los tiempos modernos. El día 22 de febrero puede ser considerado como el Día de la Oficialización Carnavalera. Los juegos de harina no fueron prontamente erradicados, pero fueron perdiendo relevancia, debido a las sanciones económicas y de cárcel, que dieron paso al carnaval civilizado que anhelaban los editorialistas, comerciantes, políticos y familias de buen nombre de la ciudad.
Al paso del tiempo se organizaron bailes y desfiles de carnaval y se fue imponiendo un criterio estético local que recrea realezas y fantasías en la elaboración de vestuarios y carrozas alegóricas que le dan monumentalidad y lujo de oropeles a la fiesta.
Al paso del tiempo las pedradas, pleitos de barriadas, cascaronazos de harina, ceniza o añil han desaparecido. El Instituto Municipal de Arte y Cultura de Mazatlán es el organismo oficial encargado de organizar la fiesta y año tras año nos vuelve a recomendar que tengamos comportamientos civilizados en carnaval y tengamos una fiesta engalanada por soberanas y rey de la alegría que hacen de las fiestas de Momo las más populares y famosas del noroeste de México.