(Miércoles 29 de octubre de 2014.)
Cuántos alcaldes y gobernadores más deben caer para frenar ese mar de corrupción, impunidad y violencia que permea en todo el país y que agreden a una sociedad indefensa, como es el caso concreto de los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, que mantienen al presidente de la República al punto de la repulsa nacional e internacional.
En lo interno vemos a un exgobernador que traicionó a los guerrerenses y me refiero a Angel Heladio Aguirre Rivero, pero en lo externo la comunidad internacional ven a un Enrique Peña Nieto como un mandatario de un país que no sale de su desarrollo y que los grandes cambios que ha prometido en estos dos años, se están yendo por la borda ante un Estado de Derecho que se cae a pedazos y una constante violación de los derechos humanos a lo largo y ancho del país.
Hoy seguimos viendo a un México que no termina por cambiar por las reticencias de los viejos grupos de poder que se amafian con la delincuencia organizada, en este caso, para seguir siendo los reyes y virreyes en sus ínsulas sean estados de la República, municipios o regiones.
Los ataques a los 43 normalistas demuestran un México que no se ha ido y que seguimos en la corrupción, la impunidad y la violencia que no queremos ver. Aun con todo el poder del Estado Mexicano no encuentran a los jóvenes, pero ahora, Ayotzinapa se politiza y por un lado no solo renunció el gobernador Aguirre Rivero, sino que ahora se pide la dimisión del PGR, Jesús Murillo Karam, acusado de omisión, pero más allá de todo esto los padres de familia, desesperados hasta el cansancio, exigen, gritan, claman y lloran por sus hijos que no aparecen.