Anécdotas de este reportero por Fernando Zepeda H. La amenaza en el penal

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La amenaza en el penal.

Corría el mes de julio. Era 1978 y el Alcalde Raúl Ledón Márquez y su Secretario Particular Othón Manjarrez me invitaron para asistir a un festejo que habían organizado para los internos de la Cárcel Municipal de Mazatlán. Aquella que por muchos años operó en la populosa Colonia Benito Juárez. El motivo fue celebrar el “Día del preso”. Ese día me dio raite hasta el penal Othón Manjarrez. En el acceso principal con una gran reja de acero de por medio, nos reunimos con el Alcalde. Apenas ingresamos a la administración ubicada a pocos pasos de la entrada, nos recibieron las autoridades del penal encabezadas por el Director Fidel Velázquez Madariaga y se montó de inmediato todo un operativo de seguridad en torno al Alcalde y sus invitados. Claro está, incluido yo.

 

Ahí nos encontrábamos mi compadre Francisco Chiquete y yo. Ingresamos por otra reja que a nuestro paso iban cerrando para quedar frente a otra. En el pasillo encontramos rejas de un lado y otro. Era las que separaban a las mujeres y la otra la de los “delincuentes peligrosos”. Seguimos nuestro paso hasta llegar a otra reja y nos dispusimos a entrara al área que la conocían como “La grande”. Ahí un gran número de internos, unos sentados en sillas y otros parados. En el centro el cantante conocido como “El Negro” Osuna. Hijo del dueño de la famosa Perla ubicada en Playa Norte. Estaba ahí purgando una condena. Y recibió al Alcalde y toda la comitiva con el corrido de “Valente Quintero”. –“Para empezar a cantar…Para empezar a cantar…Pido permiso primero…Versos que le compusieron…Versos que le compusieron a Don Valente Quintero”. Buena voz la de “El Negro” Osuna que era muy conocido porque formaba parte del elenco casi diario de la famosa “Perla”.

Al purgar su condena salió libre y abrió una cantina que le puso “El Ancla de Oro”. Llegó el momento de los bailables con el folklor sinaloense. Todo bien. Nada de bebidas alcohólicas. Al menos no se tenían exhibidas. Todos tranquilos. Y llegó el momento de retirarnos. El Alcalde Raúl Ledón Márquez, Othón Manjarrez y los demás invitados nos dispusimos para abandonar el penal. El camino era el mismo. La seguridad aislaba al Alcalde y sus invitados de todo acercamiento corporal con los internos. Pero la salida no fue tranquila. Al menos para mi y mi compadre Francisco Chiquete que íbamos platicando reja tras reja. De repente las rejas se cerraron. Quedamos en medio de ellas atrapados, sin custodios y ante cuatro sujetos con miradas fieras y rostros duros frente a nosotros. Uno de ellos preguntó con voz ronca y hasta amenazante. “Quien es Fernando Zepeda”. Respondí casi en automático. “Yo soy…Que se ofrece”.

Otro de ellos respondió. Sin elevar la voz, seguramente para no llamar la atención, pero con su rostro casi pegado al mío…”Tus publicaciones nos perjudicaron a nosotros cuatro. Publicaste que en la cárcel se estaba extorsionando a un preso norteamericano. Que además lo golpeaban a cada rato. Y eso ya nos puso en la mira de que pudieran abrirnos otro proceso”.

Los cuatro reos nos pusieron a Chiquete y a mi contra la pared. Volteaba a uno y otro lado del pasillo y de las rejas, buscando quien nos pudiera auxiliar. Nada. Ni los custodios, ni el Alcalde y sus acompañantes. Nada. Le respondí a quien me dijo que lo publicado los estaba perjudicando que tenían derecho a la réplica. Ingenuo de mí.

Les dije que me hicieran una carta y con todo gusto se las publicábamos. Que no había ningún problema. Me exigieron que yo redactara la aclaración. Y que la publicara lo más rápido posible. Claro está, les dije a todo que sí. Porque ahí fue cuando me cayó el veinte. Era una verdadera amenaza. Y estábamos en sus manos. Nada o poco podíamos hacer. Y se hizo el milagro cuando aparecieron unos custodios que llegaron a nuestro auxilio. Y es que Ledón Márquez salió y al darse cuenta que faltábamos nosotros ordenó que nos buscaran.

Temblando de las piernas, vimos a los custodios llegar para ponernos a salvo. Y los cuatro que nos amenazaron se “esfumaron” así igual como aparecieron. Yo había reconocido a por lo menos dos de los cuatro internos que amenazantes nos aislaron del grupo en el interior de la cárcel. Se trataba de Guadalupe “El Mono” Gutiérrez y de Jaime Zatarain. Los otros dos Kiki Jaime y Jorge Fitch (a) “El Alemán”. Los cuatro con condenas por narcotráfico.

Los cuatro eran quienes mandaban al interior del Penal. Y me lo demostraron con su acción de ese día. Al “Mono” Gutiérrez meses después lo asesinaron a balazos justo en la administración del Penal cuando hablaba por teléfono. A Zatarain parece que también lo mataron. Meses después Kiki Jaime encabezó una espectacular escapada del Penal de la Juárez, con una patrulla camuflada y sostuvo posteriormente un cruento enfrentamiento a balazos en Villa Unión con agentes encabezados por el comandante Casillas. Y de “El Alemán” Jorge Fitch supe que había salido en libertad y después nada de él. El motivo del enojo de los “jefes” del penal de Mazatlán tuvo su origen por una carta que me envió el estadounidense Dennis F. Brouwn.

Carta escrita por el americano que salio publicada en medios
Carta escrita por el americano que salio publicada en medios

Que confirme que estaba como interno. Y que posteriormente intente entrevistarlo en varias ocasiones para conocer más sobre su problema con los “jefes” del penal. Siempre se negó. Y que bueno, porque para regresar al penal la estaba pensando más de dos veces. Su carta fechada el 16 de diciembre de 1977, aún la conservo.
Esta fue, una amenaza de tantas que a lo largo de mi carrera como periodista he recibido directamente. Una anécdota que por suerte ahora puedo compartir.