20 años del TLCAN

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Carlos Calderón Viedas

El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, advertía en la reunión anual del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, en 2011, que los acuerdos comerciales entre países tienden a incrementar la desigualdad económica y social. Si fuera tan sólo por el caso mexicano del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, sin duda que el vaticinio se cumple puntualmente. En el lapso que va de 1994 a 2014, las cifras sobre pobreza (60 millones), desempleo e inseguridad laboral (10 millones sin empleo, 25 millones ocupados sin seguridad social) y desigualdad (10 % de lo más ricos poseen 25 veces más riqueza que la del 10 por ciento más pobre), apuntalan la profecía del ex asesor de Bill Clinton.

A los economistas neoliberales no les preocupan estos resultados, los atribuyen a la necesidad de abrir una fase adicional al acuerdo comercial para actualizarlo y a la inacabada agenda de reformas estructurales pendientes. Es decir, insisten en profundizar el proyecto de privatización, liberalización y desregulación de la economía. A lo sumo, como ha dicho Jaime Serra Puche, secretario de Comercio en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y encargado de las negociaciones del TLCAN en ese tiempo, le parece “un poquitín injusto” reclamarle al Tratado los saldos sociales negativos agudizados en el periodo.

Serra Puche engaña con la verdad. El Tratado que negoció no estableció en modo alguno que las economías suscribientes fueran a incrementar sus tasas de crecimiento, aumentar los niveles de ocupación y mucho menos abatir la pobreza o disminuir la desigualdad. Las cuentas -alegres- únicamente se referían al volumen del comercio exterior, a quitar barreras arancelarias y a dar facilidades y garantías a la inversión extranjera directa. Hoy se puede decir que el TLCAN ha cumplido puesto que prácticamente no queda en pie ningún arancel en México, el libre comercio es un hecho, tanto las exportaciones como las importaciones han crecido y la tendencia apunta a favor de México. El valor de las exportaciones se ha multiplicado por siete, en 1993 el déficit comercial alcanzó 13 mil 500 millones de dólares, ahora en 2013 sólo fue de mil millones de dólares. Por lo que toca a las inversiones extranjeras de la zona del tratado, México ha recibido un total de 176 millones de dólares de 1999 a 2013.

Mas una cosa es que las cifras arrojadas por la apertura comercial y la libre circulación de capitales, en el marco del Tratado, sean promisorias para las grandes empresas exportadoras, nacionales y extranjeras, y otra es que ese flujo de mercancías y capitales haya tenido un fuerte impacto en la economía como para echar las campanas a repique, como lo hace el gobierno. Por ejemplo, mientras que las exportaciones han crecido un promedio del 10% anual, la economía en su conjunto apenas lo ha hecho por debajo del 1.5 por ciento, en el lapso del Tratado. Los encargados de la política económica aplauden ruidosamente que la IED rompa su record histórico al llegar a 35 mil 1990 millones de dólares el año anterior, pero quedan callados cuando el PIB crece a sólo 1.3% en el mismo tiempo.

La verdad a medias de Serra Puche oculta los fines de largo plazo de acuerdos comerciales entre países con economías de mercado. Al final del día lo que se busca es ampliar los mercados para detonar la productividad, el crecimiento económico y el incremento de los ingresos, aunque a media mañana, es decir, en el corto plazo, sean las metas comerciales las que llenan la agenda. El círculo virtuoso del libre comercio debe cerrarse con efectos positivos en los niveles de desarrollo. Si el recorrido queda trunco, pasa lo que Stiglitz ha profetizado.

Políticos y tecnócratas de corte neoliberal, que son casi todos, se encuentran de plácemes por los 20 años del TLCAN. Se aprestan a profundizarlo. Carlos Salinas dice que en su momento se opuso a que el petróleo se incluyera en el Tratado, seguramente no fue por algún pudor nacionalista, sino porque aún no maduraba entre los empresarios y sectores medios mexicanos la idea de que el mejor destino de México es seguir siendo el traspatio de Estados Unidos.