VIEJOS POLVOS DE OTROS LODOS.  MEMORIAS DE UN SUEÑO CONFUSO.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ

 

Ahí estaban todos. No faltaba ninguno; bueno, para no exagerar, faltaban algunos. Estaba el gordo Moreno y su tropa. Ceceña y consortes. Medina Viedas y su menguada tribu de intelectuales. Villegas representando a la Corriente Socialista. En fin, estaban todos, bueno, casi todos: había por lo menos 100 almas uaseñas que no se tentaban el corazón a la hora de defender a la Casona Rosalina, con mayúsculas.

 

De repente tuve un vértigo, y no fue para menos, si se considera el contenido del retrato Que proyectaba la familia revolucionaria que tenía enfrente. Se me atravesó un vértigo y reculé en el túnel del tiempo. Ya perdido en esa madeja que suele deshilar un viejo reloj, me dije: “Está reunión es contra Toledo Corro”. Había razón de sobra para equivocarse, pues nunca antes ni después, la clase política uaseña se había juntado para otros menesteres que no fuera para luchar por la legítima defensa del proyecto de Universidad Democrática, Crítica y Popular. Vale decir que sin ese estímulo canino, siempre vivieron nuestros prohombres, como perros tras el hueso de la rectoría y adminículos adyacentes.

 

Me enojé conmigo mismo: me reclamé el porqué no había asistido a esa asamblea general, pues, aunque en esos tópicos era un cruzado que no me perdía una, no había sido invitado… Después me consolé pensando que tal vez mis enemigos políticos me habían querido sacar de la jugada para alejarme de las masas, a las que por corazón y convicción pertenecía. Y no carecía de razón mi conjetura, pues ni en esos tiempos aciagos los enemigos políticos podían comportarse como sanos adversarios, según la máxima lopezobradorista.

 

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Es cierto, no había mantas, ni consigas pegadas a las mantas, ni gente pidiendo “un para antes”, ni mocionando, pero…Para acabarla de acabar, el lugar en el que se “celebraba” la reunión, no despedía la fragancia que nos pintábamos para hacerla de proletarios, más bien despedía un olor rosita con sabor a la puñal. Si, sí, todo eso era cierto, pero ahí estaba la tropa que, por sus historias y obra publicada, no dejaban lugar duda: eran los dirigentes que se fletaban todos los días en una enconada defensa de las prepas de la UAS. Vaya que sí…

 

Cierto, también las cabezas de los defensores de la UAS perlaban canas hasta la empuñadura y otras reflejaban simples peloneras, que perecían boleadas con estiércol de vaca.Sus caras, la mayoría, no todas, estaban golpeadas por las arrugas y sus panzas, ay, sus abultadas panzas, hacían un horrible contraste con sus patitas de pinacate. A pesar de la evidencia que me daba para pensar cualquier otra cosa, la que fuera, me dije: “Este Tolete Corro va a matar a mis compañeros/adversarios, mira nada más a siete meses de la lucha ya les partió la autora de sus días a sus cuerpecitos de origen campesino, a fuer de tantas malpasadas”. La verdad que los cuerpos de la mayoría estaban para el arrastre, que aún no para el rastro…

 

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Encabronado porque no me habían invitado y por ver tan maltrechos a mis compañeros/adversarios, pedí la palabra para arengarlos, para sacarlos de la pasividad en las que estaban postrados y tal vez hasta derrotados, a juzgar por el silencio que reinaba en la sala. O dicho de otra manera: estaban azorrillados; se veían modositos y hasta bien educaditos…

 

En esas estaba cuando un mozo de uniforme unisex, me llamó a lo oscurito con estilo y donaire, y me dijo: “Señor aquí no se puede hablar, en un acto del PRI; aquí los que van hablar ya están sentados en la mesa del presidium…” Todavía obnubilado por los efectos de la “regresión”, le replique: “Qué acto del PRI ni que chinga’os, más bien es un acto contra el PRI y contra Toledo Corro…” Y cómo no iba a creerlo, si estaban todos líderes izquierdistas; bueno, casi todos…

 

Sacado de onda por la respuesta, sin desesperarse, me dijo comedido, como sintiendo pena ajena: ¿Señor, se siente mal? ¿Quiere que le traiga agua para que se serene? Y luego una pregunta aterradora: ¿Quiere que lo atienda algún médico? Aquí hay muchos en la sala, todos dicen que son doctores. Con este envite fui cambiando de color, fui regresando poco a poco, hasta recobrar sólo dos dedos de frente de los tres que me distinguen…

 

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Relativamente atolondrado por la confusión que me embargó, se me acercó Pillegas y me preguntó a rajatabla: ¿Tú también, caón, vas a apoyar el PRI? Interrogación la acompaño con un recital tejido por los versos de los nuevos y buenos tiempos: “Entre muchos el reparto de la vergüenza es menor que entre pocos, aunque la pelea será más reñida por los huesos entre muchos que entre pocos”. No le entendí literalmente lo que me quiso decir, pero entendí la intención.

 

“Yo no vengo a…”, le dije balbuceando, al tiempo que caminaba en reculada rumbo a la salida. Así de reculada tomé las de Villadiego y me alejé como la doncella que, en sus calores “descubre”, que todo el que la mira quiere mancillarla. En la reculada me tropecé con los escalones, y creo que también con el gordo Moreno, pues el último tropezón me dolió hasta el alma.

 

Ya enfilado por la Obregón, casi para llegar al Tabachín aún encabronado conmigo, me pregunte: “Qué ya estaré tan viejo que he confundido ese paisaje fresa con un paraje revolucionario? Entelerido por la vergüenza, me fui conjugando el verbo recular, como para recobrar la calma, al son de yo reculo, tú reculas, ellos reculan más, agregué el más a esta conjugación para darme ánimos revolucionarios, que provenían de aquellos los escasos polvos de aquellos lodazales.

 

Ya al amparó de un café, me acordé del Nocturno a Rosario de Acuña y le hice una modificación a uno de sus versos, como para construir la consigna que haría que el corazón les palpitará al mismo ritmo a los congregados en una de las salas del Hotel San Marcos: “Y En medio de nosotros Sifrido como un Dios”. Pues bien, que Dios los coja confesados.