Carlos Calderón Viedas
Fue durante la campaña electoral de 1994 cuando entablé una conversación con un reconocido publicista de Culiacán sobre un tema de interés para los dos. La Universidad Autónoma de Sinaloa. Ambos teníamos la curiosidad de saber que pensábamos al respecto de la UAS. Él, supongo, porque algo sabía de mi participación en los movimientos universitarios de los años pasados recientes. Yo, porque mi interlocutor era -es- un consultor y cabildero muy activo de un grupo de empresarios importante de la localidad.
Platicamos con aceptable confianza mutua, acaso porque trabajábamos coordinadamente en el mismo proyecto político electoral, o bien porque nos conocíamos de muchos años atrás. Fue así como me enteré, más bien confirmé, del interés de la clase empresarial en la Universidad, a la que consideraban un elemento estratégico en sus esquemas de negocios en el marco de la globalidad.
Para ese tiempo, la Universidad había superado los enconos difíciles de antaño y se mantenía ocupada en sus actividades académicas en relativa calma, excepto en los lapsos en que se llevaban a cabo los cambios de autoridades. No obstante, vamos a decirlo, el control lo mantenían las fuerzas progresistas de izquierda. No era, precisamente -también vamos a decirlo- un desempeño ejemplar, pero las desviaciones ideológicas más absurdas o los vicios nefandos que acarrea de suyo todo tipo de poder, se habían superado. Por lo demás, la Universidad seguía siendo, hasta ese momento, la única institución cultural pública en Sinaloa en donde el pensamiento crítico tenía cabida.
La respuesta dada a mi interlocutor fue a manera de pregunta, Por qué la UAS si ya tienen el Tecnológico de Monterrey, la Universidad de Occidente es campo llano, y además, otras escuelas particulares pueden establecerse en el estado, La tradición cuenta mucho, contestó. Y sí, en efecto, en ese aspecto a la casa rosalina nadie le rivaliza.
Fue hasta el año 2006 cuando la visión empresarial sobre la Universidad cobró algo de realidad. En ese tiempo era rector Melesio Cuén Ojeda, año en que la Ley Orgánica democrática que tenía la UAS fue remplazada por otra de signo contrario. Los excesos electorales fueron el pretexto para implantar los excesos del autoritarismo, desde luego con la obsecuencia del gobierno de Jesús Aguilar Padilla.
Han pasado nueve años del cambio de rumbo de la Universidad. Si fuera por la imagen que proyecta, esculpida machaconamente por las autoridades en medios propios y comerciales, se puede decir que la academia marcha sobre ruedas. Más vale tomar con reservas la propaganda oficial, sobre todo si tenemos en cuenta los últimos resultados del Latin American University Ranking, en donde la UAS obtuvo una nota menor a 39 en una escala de cero a cien.
Si bien los empresarios como grupo de presión pueden estar satisfechos con que la izquierda no dirija la Universidad, como empleadores no lo están tanto puesto que sus calificaciones fueron tomadas en cuenta para determinar los resultados. A final de cuentas siempre tendrán sus claustros en donde preparar el personal directivo y técnico que requieran.
Lo que me parece obligado de las autoridades universitarias es explicar los resultados de una evaluación en la que estuvieron dispuestos a participar, puesto que el rebato de las campanas que echan a volar todos los días no coincide con esos números. Si el vaso está medio lleno o medio vacío, que se diga.