Las transiciones del mundo duraron cientos de años, la nuestra apenas frisa los cuarenta y ya ha vuelto obsoleto todo los que era digno de piadoso respeto, porque en esta era de mutaciones vertiginosas todo lo sólido se desvanece en el aire, como expresará Marx en el Manifiesto del Partido Comunista. Podría afirmarse, con Gramsci, que lo viejo a muerto y lo nuevo aún no surge del todo: o surge para envejecer al día siguiente.
Existimos hoy en un mundo que no entendemos, del que solo tenemos vislumbres, porque los cambios se han generado transiciones con inmensa rapidez. Seguramente por ello padecemos el síndrome Peter: vamos haciendo un tiempo récord, pero sentimos que hemos perdido el sentido. En efecto, en esta época de transición vertiginosa vivimos una especie de esquizofrenia: somos presas de las sombras (in)estables del pasado y, a un tiempo, vivimos obnubilados por las brumas del porvenir.
Vivimos, pues, una era de incertidumbre y de requerimientos inmediatos de la sociedad, sobre todo en épocas de crisis que son cada vez más recurrentes. Por ello no es casual, entre otra multitud de factores, que la democracia -con su división de poderes y niveles de gobierno- se haya vuelto “ineficaz”, toda vez que sus deliberaciones interminables provocan resoluciones tardías producto de las múltiples voces que emanan de la diversidad que las puebla.
En este escenario no es una casualidad que emerjan de la sociedad “hombres providenciales” que prometen resolver los problemas rápidamente; esos problemas que los demócratas –esos parlanchines y corruptos- demoran hasta el infinito las soluciones que el pueblo exige para su bienestar. Son estos prohombres la encarnación de los viejos caudillos que han llegado o están por llegar al poder que llegaron al poder por la vía democrática.
Tanto en los países que tienen contrapoderes sólidos como los que los tienen débiles, desde el primer día que asumen el poder empiezan a demoler las instituciones republicanas, pues les es imprescindible resolver en tiempo récord las necesidades de la sociedad. Putin, Bolsonaro, Hugo Chávez/Nicolás Maduro, Evo Morales, Recep Erdogan, Viktor Orbán, Silvio Berlusconi, Donald Trump, Narendra Modi y los que se acumelen…
La democracia vive un tiempo nublado. Generalmente estos gobiernos terminan sus mandatos en las antípodas de lo que prometieron.