ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ
Carácter es destino, dijo Heráclito. Por su parte Freud, el creador del psicoanálisis, afirmó: niñez es destino. Diríase conjuntando ambas sentencias, que es en el niño donde se forma el carácter que se convierte en destino invariable del hombre de su travesía por el mundo. Y toda esta digresión es simplemente para decirle a Francisco Chiquete, mi director en jefe, que otra vez voy a referirme a cosas de mi niñez, aunque él me haya sugerido que vea al futuro y no al pasado, porque puedo quedar convertido en estatua de sal. Bueno, no me lo ha dicho así, pero me lo ha redicho de mil formas distintas. A sí que con su permiso.
De aquélla, mi niñez, hasta ahora que cumplí sesena y tantos años (youtube) cuántas cosas han desparecido. Desaparecieron, por ejemplo, los refajos y las faldillas ante el embate de telas menos traslúcidas y aunque en cierta forma más transparentes; quedaron en el pasado la glostora y las peinetas que se ponía mi abuela; el petate y el metate huyeron veloces a las zonas más marginales; las lavadoras de dos patas (Fox dixit), se convirtieron en furibundas feministas. También se fueron de nuestras vidas el molcajete, el soplador y el chiquihuite, pues ahora sólo se les puede encontrar en la lotería, esa que une y desune a las familias de tarde en tarde cuando no hay telenovelas. Cuántas y cuantas cosas se fueron, se nos fueron y ni adiós nos dijeron; pero tampoco nosotros tuvimos la dignidad de despedirlas con un gesto de piadoso respecto.
LOS USOS DEL PAÑUELO.
Una emblemática prenda que también se nos fue el Pañueloi. El pañuelo fue un objeto decorativo en la testa de los hombres del siglo XIX, como mi generalísimo Morelos; fue también una pieza que usaban los campesinos en el cuello para mostrar su valor o para evitar que les corriera el sudor desde la cara hasta salva sea la parte. Ah, y por supuesto con el pañueloii los enamorados sellaban su compromiso de amor eterno, que por lo general terminaba diluyéndose en la cama. Esta forma de juramento puede verse en la película de Tizoc, que fue protagonizada por Pedro Infante y María Feliz. Había pañuelos comunes y corrientes, otros adornados con sedas que semejaban el oro y la plata. Los había también bordados, y no pocos contenían el nombre de sus propietarios. Y había “paños sagrados” que eran los que nos hacían nuestras madres, y esos no los podíamos perder porque era como profanar el cariño de nuestras progenitoras. Pero todos esos se guardaban en la bolsa Izquierda del pantalón, porque en la bolsa derecha….
Pero que decir el papel que jugaba el Pañuelo en el tejido de los poemas y las canciones: Del cielo cayó un pañuelo/ bordado con seda negra/ y aunque tu padre no quiera/tu madre será mi suegra/// Ya tu pañuelo se va agitando en la inmensidad/ como bandera de mi soledad, que dice adiós/ como gaviotas que abren alas sus bajo el cielo azul/// Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano/ como pañuelos blancos del adiós viajan las nubes/ el viento las sacude con sus viajeras manos/ innumerable corazón del viento/ latiendo sobre nuestro silencio enamorado/// Pero hablando de pañuelos ninguna canción tan hermosa con Río Rebelde, cantada por supuesto por mi compadre Gilberto Valenzuela “El Sahuaripa”: Tiré tu pañuelo al río para mirarlo como se hundía/ era el último recuerdo de tu cariño que yo tenía/ se fue yendo despacito como tu amor/ pero el río hundía….
EL CATARRO Y LOS PAÑUELOS.
Antes de que de que se inventará la penicilina y al catarro se le llamara gripe, este mal era una epidemia sobre todo entre los pobres del mundo, casi lo mismo que la peste y el cólera. La pobreza, que conjuga pésima alimentación con condiciones severas de insalubridad, produce enfermedades virales del sistema respiratorio. Y ya infectado por los virus lo debilitaban aún más, circunstancia que aprovechaban las bacterias para meterse hasta el tuétano en todos los recovecos de los pulmones y sus alrededores, produciendo catarros crónicos que expulsaban por la nariz y la boca un moco verde pestilente y sanguinolento (sanguinoliento, decíamos), que nomás de verlo y olerlo no hacía vomitar, y todavía cuando me acuerdo de esa masa pestilente adornada con sangre todavía se me revuelven las tripas y….
En estas calamitosas circunstancias trae una pañuelo en la bolsa derecha del pantalón, contenía un mandato imperativo. Había que evitar que un gargajo o un espantoso estornudo rociaran a la gente que convivía con los catarrientos, que por lo general éramos todos. Se ahí que el pañuelo fuera una prenda indispensable para la asepsia, el decoro y la integridad física, moral y hasta amorosa de los “tísicos”, como se nos decía en ese tiempo. Seguramente las funciones del pañuelo de la bolsa derecha, tuvo esa función desde tiempos inmemoriales; pero se volvió como nuestra costra ceñida a la nariz en la tierra de donde somos los yoremes. Seguramente García Márquez si hubiera vivido en los polvos del bajo río Mayo, habría escrito el amor en los tiempos del catarro constipado.
EL PAÑUELO Y QUIÉNES TENÍAN DERECHO A USARLO.
Pero también entre la pobrería había niveles. Como los niños de esa época éramos invisibles, por lo general no teníamos derecho a usar pañuelos como los adultos, cuya frontera empezaba con los frisaban la edad de merecer y que andaban más lurios que una vaca loca, y terminaba con las muerte de las personas. Casi cuarenta años con un pañuelo en la bolsa derecha; por cierto cuando el pañuelos era usado entre la gente tenía que adelantársele al estornudo y, en caso del gargajo, había que escupirlo en esa pieza porque no podía tragarse o escupirlo para que no hiciera gomitas el respetable, de tal suerte que el pañuelo terminaba lleno de mocos verdes y pestilentes; se ahí que fuera un verdadero arte doblarlo y echárselo a la bolsa. Pero si se nos venía otro gargajo o estornudo, había sacar de nuevo el pañuelo y, no pocas veces al ponérnoslo en la cara, quedábamos embarrados hasta los ojos de ese líquido verdoso y pestilente, lo cual no era nada decoroso.
Antes de que la UNICEF se inventara, los niños no tenían el derecho a traer un pañuelo, entre otras mutilaciones que se les imponían en esa época en que no había penicilina. Los niños se limpiaban los mocos que les fluían recurrentemente con la parte superior del antebrazo, pero lo hacían con tal fuerza y recurrencia que les producía una llaga azulosa en el cachete derecho. No sé que hubiera escrito Juan Ramón Jiménez en su Platero y Yo, sino nos hubiera visto. Seguramente de esa época en que los remedios caseros le hacían los mandados al acatarro constipado, viene el mote que le han puesto a los niños. Les dicen mocosos a rajatabla. Dicho sea de paso, también ese tipo de pañuelos desaparecieron, le cedieron su lugar a los Kleenex. Sea como fuere, amable lector, me despido de usted cantando Rio Rebelde, pero ahora en la voz Julio Iglesias.