Ismael Estrella Guerrero
Las «pestes», y no las de epidemias que a finales del siglo 19 y principios del 20 azotaron Mazatlán, son ahora el pan nuestro de cada día.
Nos da la impresión que “los olores» son algo tan cotidiano que muchas veces ni cuenta nos damos, pero los que nos visitan sí que se llevan un sabor y olor, desde luego, muy desagradable.
Y no es nuevo.
Data de hace muchos años.
Sin embargo, no se ha visto que alguna autoridad ponga remedio a este problema de contaminación
Mazatlecos y turistas sufrimos los fétidos «sabores olfativos» que surgen de varios puntos de nuestro puerto, al que por todos lados le surten.
Y si no cree, nomás échele una ojeadita a la sección policíaca y verán porque les digo.
No estaría de más cavilar pensar en alguna leyenda a la entrada de la ciudad que rezara:
«Mazatlán te recibe con todos los «olores». Y los brazos abiertos también.
¿Por qué no?
Mataríamos dos pájaros de una pedrada, aunque eso de matar mejor no le hagan caso, está muy trillado.
Decimos que es cosa común los de los olores porque a diversas horas, y en cualquier día del año, las pestes inundan un gran espacio del puerto que a muchos ya ni siquiera les afecta.
Pese a ello, hay un sinnúmero de gentes que están sufriendo las consecuencias de la degradación ambiental que provoca toda la inmundicia que desechan y en consecuencia, respiramos.
Ahí nos verán todo el día “moqueando” y jalando aire como desesperados.
Como peces fuera del agua debido a que no alcanzamos a oxigenar gracias a las alergias ocasionadas por ese asunto.
Nomás imagínese como viven, por ejemplo, los vecinos de Urías, El Castillo y “puntos intermedios” que tienen que soportar los fétidos olores de la “guanera”
Si a nosotros nos llega que vivimos kilómetros retirado, a ellos le va peor.
Es el mismo caso para los centenares de estudiantes del Conalep, Cet del Mar, y otros centros escolares que se encuentran en aquellos lares y que durante años han sufrido las consecuencias de estar junto a una planta procesadora de pescados.
Muy de mañana, en una gran parte de la ciudad se empiezan a percibir las hediondeces que despide la industria.
Desde luego que además de soportarlos, trae consigo otros serios problemas que hasta el momento se desconoce si las autoridades de salud han investigado.
Ya de por sí el clima húmedo es causal de severos trastornos respiratorios (pregúntenme nomás) con alergias y todo lo que trae consigo ahora tienen que sumarles esa condición que a diario tienen que soportar estudiantes y habitantes.
Como dato adicional, somos uno de los lugares con más afecciones alérgicas que se incrementan con la contaminación aérea de las industrias que despiden quién sabe «cuántos aromas».
Y no es cosa de investigar mucho.
Hay más casos notorios.
La planta tratadora de aguas negras «El Crestón» se suma a la lista.
Eterno problema.
A un lado tienen el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM.
Enfrente la flota deportiva pesquera, otrora preponderancia económica que atraía mucho turismo, pero que ahora se encuentra en la debacle.
En la década de los ochenta, científicos del Instituto se dieron a la tarea de investigar todo lo que respiraban y lo que hallaron los dejó más que sacados de onda, como dicen los plebes.
Se quedaron consternados con el descubrimiento.
Pero de nuevo, no pasó nada.
Administraciones municipales han pasado por el palacio municipal y así como han llegado se han ido sin resolver ninguno de los problemas que existen.
Otro ejemplo es el estero El Infiernillo, donde las aguas negras bullen ya que y no existe un mecanismo que impida que se «paseen» hasta llegar al mar por el puente Juárez.
La relación es más larga.
No se necesitan muchos casos para darnos cuenta de lo que estamos sufriendo y no hay quién diga «alto».
Los casos de serias complicaciones en las personas ya se están dando, y no se le ve por donde puedan remediar.
Que se dejen de politiquerías y actúen de acuerdo a las necesidades ambientales.
Es cierto que eso no les deja votos, pero no hay de otra.
O jalamos o nos carga…
ismael.estrella@lie.com.mx