Ismael Estrella Guerrero
Es el cuento de nunca acabar, como aquel que nos contaban- y nos quieren seguir platicando del gato con los ojos al revés… ¿Quieres que te lo cuente otra vez?
Fatalmente las coas no varían.
Si bien es cierto nos tocan rachitas de tranquilidad, estas son las menos, comparadas con las de violencia que nos arrastran como un marasmo difícil de sortear.
Por todos lados vemos, oímos y sufrimos las mismas consecuencias de la inseguridad.
Y mientras los que mandan, los que sean, nos dicen que bajaron los índices de criminalidad; que ya es menor el problema de la inseguridad, y cositas así por el estilo, pero nos damos cuenta por medio de las noticias y los comentarios de los vecinos, o los compañeros de la escuela que continúan los telefonazos anónimos exigiendo dinero para no causar daño a algún familiar; de los supuestos premios ganados en concursos que ni sabemos de su existencia; los reclamos de que la tarjeta de crédito está excedida, o que el plazo a pagar en cualquier comercio se venció y cosas por el estilo que ya se convirtieron en un común denominador que causa hondo pesar en quienes son sus víctimas, además de los serios trastornos que le ocasiona a la sociedad.
Mortifica en demasía que esto le quite a la gente la tranquilidad y los mantengan en un sopor y angustia permanente, ante el riesgo de sufrir alguna anomalía que venga a destrozar el seno familiar.
Por un lado las amenazas o extorsiones, por otro las empresas que contratan telefonistas que permanentemente estén comunicándose para vender algún producto, informarle de las ofertas; decir que la tarjeta fulana de tal es la mejor, o preguntar por quién no vive en el domicilio y a quien buscan desde hace mucho tiempo “por que no ha liquidado cierta deuda bancaria”. En el peor de lo casos, cuando amenazan si no se les paga determinada cantidad.
Y que decir de las que anuncian que ganamos algún premio en efectivo, con un automóvil y dinero en efectivo.
Estas son las que más me gustan, aunque sean mentiras. ¿Y si por ahí sale uno verdadero? ¡Ah, verdad! Crédulo que es uno, pues.
A lo mejor le ha tocado responder esas llamadas a deshoras de la mañana, poco después de las 7, para preguntarle si ahí vive “fulano de tal”. Conste que no hablan una sola vez, lo hacen de manera reiterada sin convencerse que ahí no vive. Ora si que son tercos.
Pese a darles mil y una explicaciones, les vale, llaman al mismo número. Como que juegan a ver quién se cansa primero.
No puedo dejar atrás las llamadas de negocios establecidos: ¿“Está sutanito”? y aunque le diga que no, le echan su perorata para explicarle que “tenemos las mejores ofertas de…esto… y aquello…Responda que no le interesa y es como si les entrara por un oído y les saliera por otro, por que continúan hablando y hablando.
Es su trabajo, para esos los contratan.
También existen muchos trucos para realizar la transa, como el de informar por teléfono que ganaron un premio en efectivo, que de acuerdo a los mecanismos que aplican en diferentes tiendas del país, resultaron electos, pero es menester enviar el número de la tarjeta de crédito para poder depositarles.
Desde luego que este resulta risible. Por lo ingenuo que resulta creer.
Pero, insisto y reitero ¿… Y si fuera cierto?
Desgraciadamente hay quienes caen.
Y es que la necesidad es mayor que la prudencia.
El pueblo quiere tener el milagro de que las cosas se den de manera favorable.
Pobres.
En la gran mayoría de los casos, los aparatos telefónicos tienen ya un identificador de llamadas para saber quién está hablando y saber sí responden o no.
Pero hay otros en lo que no aparece ninguna leyenda y uno contesta sin darse cuenta hasta que la respondió.
También hay personas que ya no leen los mensajes si no saben quién se los envía.
Prácticamente, nos encontramos bajo el poder de la anarquía de la comunicación por que ya no tenemos la suficiente confianza como para responder a llamadas que paradójicamente pudieran ser una emergencia de algún conocido, que al no tener su teléfono en esos momentos tuvo que recurrir a otro para poder comunicarse con quien necesite.
En lo personal me han comentado algunos compañeros que prefieren no responder el teléfono cuando no identifican a su interlocutor,
Que bueno sería que llegáramos a esa era, como en las películas de ciencia ficción en las que los teléfonos ya aparecen con pantalla de televisión y se puede ver con quién está hablando.
En algunos casos ya existen, pero aún no se extiende a todos los mortale$.
ismael.estrella@live.com.mx