Ismael Estrella Guerrero
Pedir dinero prestado es actualmente una de las actividades más habituales de quienes tienen empleo y con mayor razón los que no trabajan, aunque después se les dificulte conseguir lo que necesitan porque no tienen con qué responder a la “hora buena”.
Para eso están las casas de empeño y otras tiendas departamentales que también se dedican a la venta de ropa, muebles, incluso cuentan con su propia institución bancaria. O sea, negocio redondo.
Allí prestan dinero, le venden ropa, muebles, lo que necesite, total. Su crédito es lo más importante, dicen.
Aseguran que el dinero pasa a segundo término. ¡Si chuy!
Lo que pasa es que dichos lugares, aprovechándose de la precaria situación que viven los “mínimoasalariados” y peor aún, los que no tienen oportunidad de trabajo, les hacen creer que pueden conseguir lo que necesiten a cambio de “módicas mensualidades”, cuando la verdad es otra. Se aprovechan de la necesidad, claro está, pero también del desconocimiento de la raza.
Por no decir siempre, la mayoría de las veces que alguien hace uso de esos “créditos blandos” es porque no tienen “con que ojos divina tuerta” para aprovisionarse y llegan a recurrir hasta el préstamo de dinero en efectivo.
Para todos los gustos y necesidades hay.
Unos más otros menos, pero al final de cuentas, la usura es lo que media entre comerciante y cliente.
Por principio de cuentas, el interés que tendrán que desembolsar para pagar lo que pidieron representa un incremento mínimo del 50 por ciento de su valor total, siempre y cuando lo pidan menor a un año, porque si llega a 12 meses, cuídense, ya que se triplica el costo de las cosas según el manejo que realizan tales comercios judaicos.
Para ejemplos un botón basta:
En Coppel el crédito no es problemático, baste con que tenga un trabajo remunerable, un domicilio donde le lleguen los estados de cuentas y que no deba anteriores cuentas con ellos mismos. Con eso es suficiente, ya tiene su tarjeta de crédito.
Pero no sabe a lo que va expuesto.
Si se trata de comprar ropa, el plástico es válido siempre y cuando no sobrepase el límite de lo que le tienen estipulado gastar según el criterio de ellos mismos. Total es su negocio y hacen lo que quiere y a nadie obligan a comprarles, esto es un hecho. Sin embargo, abusar de la necesidad de la gente es otra cosa y verá por qué.
Ya compró su ropa, pero también necesita un préstamo por determinada cantidad. Vamos a suponer 500 pesos por que le salió una urgencia que tiene que subsanar en su casa, no hay espera. Se lo dan y le cobran el interés correspondiente a un año, que es el ¡20! Por ciento. Desde luego que todo se lo incluyen y al final de cuentas va a pagar mil pesos en 12 meses.
Y resulta que al cabo de dos meses- por decir una fecha- tiene otra necesidad económica, también de poca cantidad, conjeturemos que 200 pesos. Se lo dan por que pagó a tiempo
sus mensualidades y toda esa faramalla que lo hacen sentir a uno rico por no tener mayores adeudos.
Pero que sorpresa se llevará cuando vea que además del interés que le cobran por el nuevo empréstito, también se lo aplicarán al que ya debía.
Dicho de otra manera:
Le van a sumar los dos préstamos y sobre el gran total le aplicarán otro 20 por ciento- ya va el 40-. Y así sucederá cada vez que solicite crédito en esa tienda. Algo así como “borrón y cuenta nueva”
Quizá al principio puede de que no se dé cuenta de las cuentas nuevas, pero cuando vaya a reclamar a las cajas le van a decir que “así lo tiene el sistema y no se puede cambiar”.
O lo que es lo mismo, “hágale como quiera”, pero pague.
Muchos no reclaman porque no saben dónde.
Y otros más prefieren callar y pagar.
¿Actuar en contra?
Nunca se ha visto semejante barbaridad.
Pero repito, “a nadie obligan endeudarse en esos lugares”
Que México tenga una deuda externa insalvable, y que a cada rato también pida prestado, esa es otra flatulencia.
Nos vemos otra vez.
ismael.estrella@live.com.mx