Ismael Estrella Guerrero
Manejar por el centro de la ciudad en horas de mayor afluencia vehicular, es una odisea que pocos aguantan sin que se le chispen los nervios y aflore el coraje.
Realmente son pocos los que mantienen la calma atrás del volante, principalmente sí le toca la gran fortuna de ir detrás de un camión urbano cuyo chofer, sin el mínimo de los respetos elementales, se detiene donde le pega su regalada gana, o rebasa sin precaución alguna. Y lo peor es que no utiliza los direccionales para dar vuelta y los focos que marca la parada- del “stop”, pues- no funcionan.
Esto ocurre por cualquiera de las calles de Mazatlán.
Pero es peor aún en el centro y sus avenidas circunvecinas.
¿No le ha tocado aún?
Atrévase a investigar y lo sabrá.
Aquí no hay ningún misterio.
Es cosa de meterse al área del mercado para darse cuenta de lo que les digo.
El principal problema es la carencia de agentes de tránsitos.
No los ve a ninguna hora.
¡Ah! Pero no se estacione en lugares donde hay pintura amarilla por qué ya verá lo que les pasará.
Como por arte de magia hacen su aparición para dejarles la multa en el vidrio delantero.
Sí, es la única manera que sabrá de su existencia.
A la hora de mayor circulación vehicular, meterse al centro es una calamidad a menos que tenga bien templados los nervios.
Si de casualidad le toca ir por delante de un camionero, ni se le ocurra hacerle perder el tiempo yendo a velocidad normal. ¡Nombre! No lo haga, porque se enfrentará a una serie de claxonazos y gritos, que ya sabrá.
Dele el paso mejor.
Si en cambio es usted el que va atrás, no le exija que circule rápido porque no le harán el mínimo de los casos.
Y si es pasajero, debe tener mayor cuidado.
¡Ojo!
Primero, al subir y pagar su boleto, apriete bien todo el cuerpo. Dije todo.
Agárrese de dónde pueda y con lo que pueda, apriete el deste, los dientes y lo demás porque con el arrancón correrá el riesgo de irse de hocico pa´delante o azotar pa´tras, según sea el caso. O como lo quiera ver y sentir.
Siéntese lo más rápido posible y si no hay dónde. ¡Qué Dios lo bendiga!
Pero tranquilícese, hay algunos choferes que se portan bien. Aunque sean como una aguja en un pajar.
Cuando le haga la parada, hágase a la idea que no le irá mejor.
Ni se le ocurra gritarle “bajan” porque no lo van a escuchar. O no le van a hacer caso.
Y apúrese a desalojar la unidad, aunque sea de un brinco, si tiene la condición física para hacerlo, porque en cuanto toque su pie en la tierra, sentirá la brisa que le golpea en la espalda al pasar el camión luego de reiniciar su marcha.
Déjelo que se vaya. Déjelo.
Sí los tránsitos no los pueden meter en cintura. ¿Qué podemos hacer nosotros?
Verlos, nada más.
Cada vez se portan peor.
Y es que la anarquía ya no es sólo un mitote, se convirtió en una realidad.
Observe nada más cuando pasan los camiones urbanos en fila india.
Se sienten los amos y señores de las calles. Bueno, ¿se sienten o son?
Ya les digo; mientras no estén los agentes de tránsito las cosas seguirán de la misma manera.
ismael.estrella@live.com.mx