En el laberinto de sombras que envuelve a Culiacán, donde el miedo y el poder tejen tramas insondables, un nuevo capítulo se ha escrito en la oscura crónica de la ciudad. En medio del sigilo y el resplandor de las luces de emergencia, la Fiscalía General de la República (FGR) ha roto el silencio, desmintiendo con firmeza una versión que había sembrado intriga y temor entre la población.
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El rumor se esparcía como pólvora: Héctor Melesio Cuén Ojeda, exsecretario de Salud de Sinaloa, habría encontrado su trágico final en una gasolinera, bajo las sombras de un posible ajuste de cuentas. Pero la verdad, como suele ser en estos escenarios, se reveló aún más perturbadora. La FGR, con la frialdad de un detective experimentado, anunció que ha localizado el inmueble donde, entre sus paredes ahora silenciosas, se habrían cometido actos de indescriptible violencia.
«El inmueble donde se perpetraron los probables delitos de privación ilegal de la libertad, homicidio y otros actos atroces ha sido identificado y protegido por la Agencia de Investigación Criminal (AIC)», informó la FGR, sus palabras resonando como el eco de una verdad que nadie quería escuchar. Las autoridades han asegurado la escena del crimen, mientras los peritos y agentes, cual fantasmas en la noche, recogen cada rastro, cada vestigio de un evento que parece salido de las entrañas de una pesadilla.
En una trama que se retuerce y enreda, la FGR también echó por tierra la versión de que Cuén Ojeda fue asesinado en una gasolinera de Culiacán. «La información sobre lo ocurrido en esa ubicación es infundada y carece de pruebas suficientes para sostenerla», sentenció la Fiscalía, como si cerrara de golpe un libro de cuentos de terror.
El misterio se complica al saber que en el mismo caso, el nombre de Ismael «El Mayo» Zambada se susurra en los pasillos oscuros de la investigación. Secuestrado, se dice, en el mismo inmueble donde Cuén Ojeda habría sido llevado antes de su trágico desenlace. Las líneas entre víctima y verdugo se desdibujan, creando un clima de incertidumbre y miedo.
El 15 de agosto, la ciudad se sumergió en la oscuridad del conocimiento de nuevos detalles macabros. Peritos de la FGR encontraron irregularidades en la necropsia del cuerpo del exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Cuatro disparos en las piernas, un hematoma en la cabeza; evidencias de una violencia que parece sacada de las páginas más oscuras de una novela negra. Todo ello, mientras se sospecha que los capos más temidos de la región, «El Mayo» Zambada y Joaquín Guzmán López, «El Chapito», se reunían en un rancho cercano, como sombras que gobiernan desde la oscuridad.
Así, en una historia donde la verdad se mezcla con la ficción y el miedo se convierte en el protagonista principal, la FGR sigue desenredando los hilos de una trama que no deja de sorprender. La justicia, como un implacable detective, sigue su camino, buscando arrojar luz sobre los rincones más oscuros de esta escalofriante historia.