ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.
El 14 de junio de 2014 el Congreso de la Unión signó una Ley de primera importancia, a saber: “Se expiden la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano; y se reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones en materia de telecomunicaciones y radiodifusión”. Desde la fecha de la expedición de esta ley hasta ahora, los monopolios están experimentando un proceso de partición con la llegada –o con el inminente arribo- de sus competidores que les disputarán o les están disputando un mercado, que todavía hasta la mitad del 2014 era prácticamente una ficción y que justamente por ello los había convertido en multimillonarios y, como tales, en poderes fácticos que podían –y aún pueden- imponer su visión del mundo y sobre todo imponer “suavemente” sus intereses empresariales al gobierno en turno.
Antes de que se planteara la ley de telecomunicaciones, los dueños de los monopolios vivieron y gozaron una Pax Chabacana: tenían bajo su dominio no sólo la radio, la televisión, el internet y las arterias que hacían y hacen posible la llegada de sus señales –malas, caras y tóxicas- a millones de usuarios que tenían que consumir el mismo pan, un pan duro y negro; pero crearon también las arterias para que una parte de las inmensas fortunas que acumulaban y todavía acumulan llegaran a los bolsillos de políticos, intelectuales y periodistas. Ante ese inmenso “goteo” que aceitaba el espíritu de la intelligentsia, no pocos periodistas afirmaron hechizados: “Que los magnates Slim y Azcárraga, cada quien en su trinchera, eran el paradigma de la cultura del esfuerzo”. Y ante sus constantes desacuerdos no pocos políticos plantearon, por ejemplo López Obrador, que aquel que entrara a la televisión abierta y éste al espacio de las telecomunicaciones para que la Pax Chabacana se convirtiera en una larga Pax Romana, La reedición de los monopolios por otros medios, pues.
Aquella jauja, quién lo creyera y menos de Peña Nieto, se ha convertido para los magnates en un océano de incertidumbre, y no sólo porque tendrán competidores que les obligarán a ganarse el pan con “el sudor de su ingenio”, pero también porque no saben –¿nunca sabrán?- a ciencia cierta a qué atenerse con un presidente que a todo mundo le “amarró” las manos, pero él se las dejó sueltas para “dictar” políticas públicas con las reglas escritas y no escritas que regían al “viejo” presidencialismo, aunque proverbialmente débil en esta coyuntura. Dicho de otro modo: Azcárraga y Slim se están jugando sobre todo su propia supervivencia porque han aprendido, a través de los años, que estar próximos, alejados o enfrentados al presidente depende, por lo general, el fracaso, la “honrosa medianía” o el éxito de los empresarios, independientemente del tamaño de su negocio, aunque el tamaño si importe.
Vale decir, como se expresó antes, que los Azcárraga, los Slim y los Salinas Pliego siempre tuvieron tensiones con los diferentes gobiernos desde que el salinismo conformó a México como un país controlado por monopolios privados en áreas estratégicas del desarrollo económico, excepto el monopolio estatal del petróleo; pero a partir de la ley de telecomunicaciones la tensión creció entre los agentes predominantes y, por supuesto, entre éstos y el presidente Enrique Peña que, con estrategias distintas, pero ambos lo han vapuleado por sus “hierros” y porque su inmenso poder se los permite: concentran juntos casi el 10% del PIB, incluyendo en esta lista la fortuna de Salinas Pliego. Dicho de otro modo: este “gran jaleo” entre los cárteles mediáticos tiene como punto de aterrizaje las críticas, ya directas, ya indirectas, de lo que hace o deja de hacer el Presidente y su equipo, independientemente de dónde y en que tonos sean disparadas.
Para ello hay tela de donde cortar. Peña Nieto creo un flamígero coctel que con sólo un chispazo podría incendiar la pradera. Las llamadas reformas estructurales tienen como propósito la refundación a México en un país “parecido” a los del primer mundo. Su cometido era darle la vuelta a los dislates del patrimonialismo, mercantilismo, el monopolismo y el corporativismo que hemos sufrido con “resignación
republicana”. Y así de golpe y porrazo las reformas afectaron las finanzas de una sociedad que no está acostumbrada a pagar impuestos, despertó al león dormido del nacionalismo, la ira de los líderes sindicales y construyó la plataforma para acabar con los monopolios públicos y privados. Pero esta cruzada de Peña Nieto la empezó al revés: no creó antes un Estado de Derecho que le amarrará las manos a la clase política y fundamentalmente al gobierno que comanda. Este grave hándicap se conjugó con nuestras nefandas tradiciones decimonónicas y la caída internacional del precio del petróleo, creando la chispa que conformó el polvorín en el que ahora nos encontramos: Tlatlaya, la barbarie de Ayotzinapa, la casa blanca, la de Malinanco Et. Al. Hoy Peña Nieto sufre los embates de la inconformidad y la crítica que han hecho descender al mínimo máximo su popularidad. Peña ha hechos méritos suficientes, pero la reyerta de los monopolios que pasa por la crítica al presidente Peña han hecho la otra parte. No podía ser de otra manera…
Veamos sólo una perla de ese amplísimo joyal de reconcomios en la que se expresa la pelea de los monopolios y la inclusión en ella del Presidente Peña: Carlos Loret de Mola, conductor de Primero Noticias, un buen día reventó contra los críticos acérrimos de Televisa: “Legisladores, periodistas y medios de comunicación afines al hombre más rico, Carlos Slim, han propagado en las últimas semanas que los dos recientes nombramientos del presidente Enrique Peña Nieto, son un regalo a Televisa: Arely Gómez González, como Procuradora General de la República y Eduardo Medina Mora, como Ministro de la Suprema Corte de la Nación (El Universal. Carlos Loret de Mola. 12/03/15) A todos ellos Loret de Mola les llama despectivamente: “Los Slim-media, Dihs-putados y Telcel-senadores; además los acusa de hipócritas, porque algunos de sus agentes tienen empleos en el gobierno de Peña (Mismo texto).
Vale decir hasta aquí dos verdades de Perogrullo: esta guerra no la libran directamente los dueños de los cárteles mediáticos. Esta lid, cual debe, la llevan adelante a través de interpósitas personas: la friolera de periodistas y demás agentes que están al servicio directa e indirectamente de estos poderes fácticos, aún inconmensurables. Precisamente por ello en esta gesta donde se tira la piedra y se esconde la mano ha “liberado” un vocerío que da la impresión de una independencia inédita de los medios, pero sólo es, dicho sea en general, una “cortina de humo”, que oculta su dependencia de las agencias monopólicas para las que laboran y para las cuales militan.
SLIM Y AZCÁRRAGA JEAN: DOS TIPOS DE CUIDADO.
La Reforma declaró agente preponderante a Televisa. Creo que Azcárraga Jean está resentido hasta la médula por esta calificación de IFETEL, aunque a él le permitieron entrar a la competencia en telefonía a través de IUSACEL y tiene en SKAY una televisión de paga. Ambos negocios pertenecen en estricto al novísimo espacio de las telecomunicaciones. Hay que agregar que el emporio de Azcárraga posee un sinnúmero de empresas: la Editorial más grande de América Latina, el Grupo Radio Centro, Telesistema Mexicano, Emil Televisa Music, Cablevisión, 25 casinos, Televicine, SKAY TEL e Intermex, aunque la mayoría de estas empresas operan todavía en algunas regiones del país. Además Televisa sigue siendo primus inter pares tanto en publicidad pública como privada. Vale decir, por otra parte, que su rating sólo podría ser disputado después de varios años de ensayos y errores de sus competidores, toda vez que el buqué de su cicuta está inoculado en el código genético de los mexicanos, pero también porque éstos carecen, hasta ahora, del capital suficiente para armar empresas realmente competitivas en el corto plazo, circunstancia que le permitirá ser agente preponderante en los hechos muchos años. Emilio Azcárraga Jean, según la Revista Forbes, posee un capital de 40 mil millones de pesos, por debajo de Salinas Pliego y ya no digamos de Carlos Slim.
Aunque resentido, Azcárraga Jean, será fiel a la historia de pragmatismo de sus ancestros. En el actual período será el sostén del status quo y quizá también estaría dispuesto a que se prolongara el actual estado de cosas más allá del sexenio, a condición de que sus enemigos políticos no triunfen en la elección
presidencial del 2018. En estos tiempos difíciles esta estrategia incluye que sus periodistas tengan que hacer críticas, a veces severas, por los permanentes hierros que comete el Presidente, pero cuidando por supuesto que sus “misiles” no provoquen una ruptura con él; pero también para no darles armas y municiones a los Slim-Media que pretenden ganar, según sus periodistas más frontales, la presidencia con un proyecto aparentemente distinto al que impera en el país. En suma; Azcárraga Jean a decidido jugársela con el sistema, pero luchando a brazo partido por corregir “ciertas imperfecciones”, con tal de que el estado de cosas cambié para que todo siga siendo igual.
Slim por el contrario ha roto con Peña en esta coyuntura, dicho sea con toda mesura. Seguramente está bastante resentido porque los tildes de la Reforma que, además que partirán su imperio, le impuso compartir las redes de su propiedad con sus competidores y, por supuesto, le obligaron a bajar las tarifas a por lo menos el 30%, al equipar el costo de las llamadas de larga distancia con las locales y abolir el precio del enojoso roaming. Pospusieron a cinco años su acceso a la televisión abierta y no le permitieron que MVS que accediera a internet de banda ancha, de la cual Slim es socio y salvador, pero que además le sirve de cortina humo para disfrazar que Dish la propiedad. Slim además es propietario de Samborns, Inbursa, Frisco, Carso. Ésta es una empresa constructora que, por desacuerdos Peña Nieto, había reducido al mínimo máximo la adquisición de contratos de obra pública, aunque hace meses la prensa informó que uno de sus yernos había “ganado la licitación” para la construcción del Nuevo Aeropuerto de la ciudad de México, que costará la friolera de 9 mil 150 millones de dólares. ¿Slim a Dios rogando y con el mazo dando? Slim tiene una fortuna de 1000 millones de pesos, cuya fuente es también es la Revista Forbes.
Pero si televisa juega con el sistema, Slim juega dentro y fuera de él. Y lo hace tal hábilmente que los más recalcitrantes de la derecha y de la izquierda no han denunciado su condición de magnate a costa de saquear a los mexicanos cobrándoles las tarifas más caras del mundo Occidental. Diríase que su prestigio es casi simétrico al desprestigio de Azcárraga Jean: Denise Dresser en un artículo de 2005, pinta de cuerpo entero al dueño de América Móvil en este 2015: “El poder de Carlos Slim en México es un poder innombrable. Del que casi nadie habla; del que casi ningún medio se ocupa; del que casi ningún periodista escribe; del que casi ningún intelectual habla (…) Por lo menos es un empresario nacional, dicen. Por lo menos invierte en México, dicen. Por lo menos está preocupado por el desarrollo del país. Pero hay un serio problema con estos razonamientos. Eluden el hecho innegable de un juego suma-cero: lo que entra al bolsillo de Carlos Slim sale del bolsillo de los consumidores mexicanos. Y la porción que se embolsa es más de lo que le debería tocar” (Reforma. Denise Dresser. 28/03/ 2005)
La controversia entre Slim y Azcárraga es desproporcionada desde en punto de vista histórico y político. Y no sólo porque el dueño de Telcel sea 25 veces más rico que el dueño de televisa; sino porque esta “justa” es entre un pasado que pronto será más evidente y un futuro que llegó para quedarse. Aunque Slim tiene el futuro de su parte, porque la televisión abierta pertenece al tiempo de la uniformidad y por ello progresivamente decaerá, como ocurre en algunos países del primer mundo y parcialmente en México. En el futuro inmediato, denominado el mundo de la diversidad, los individuos podrán conformar libremente el “menú” de lo que quieren ver y oír, pues ya existe un espectro infinito de datos, videos, películas, documentales, juegos y… Pero en el presente el ganador de esta pelea, que perderá mañana, es Azcárraga Jean desde punto vista político por su cercanía con el presidente; mientras que Slim Elú ha sido “derrotado” púbicamente, sobre todo porque las condiciones que le impuso la Reforma en Telecomunicaciones le resultaron onerosas: consideró asimétricas las regulaciones de la ley con respecto a las que sufrieron sus competidores Azcárraga y Salinas Pliego. A Slim le queda el recurso de lo más oscuro de lo oscurito en el que se mueve como pez en el agua para negociar sus intereses, pero para ganar ese espacio requiere avivar la llama de la oposición “antisistémica”. Y hasta ahora lo ha hecho sin perder una cana.
El CURSO DE LA BELIGERANCIA QUE SE HA DESATADO.
En esta pelea, que puede terminar pareciéndose a una pendencia callejera, Azcárraga Jean ha decidido apoyar al “sistema” con un discurso que, por lo general suele metamorfosearse como liberal. Este disfraz le ha hecho un flaco favor al pensamiento auténticamente liberal que es. aún tiempo, antineoliberal y antiestatista, pues se rige por el siguiente paradigma: “Todo el mercado que sea posible y todo el Estado de derecho que sea necesario”. La otra parte del desprestigio de esta corriente ha sido producido por los enemigos de Televisa, en cuya gesta Slim aparece, reaparece y desaparece todos los días. Estas personas y personajes seguramente provienen del tiempo en que la televisión era en blanco y negro. Ese pasado les genera un daltonismo que les impele a dividir a México en buenos y malos, en traidores y leales; no es casual por ello que “confundan” a los comunicadores de Televisa, esa casa que “forma y deforma las mentes” de los mexicanos, con los escritores, periodistas y comunicares que representan a este pensamiento que suele identificarse también como socialdemócrata. Este daño ya está hecho. Los liberales de a de veras son las primeras víctimas de esta pelea que todo lo envuelve y en las que todos participan, así sea de manera encubierta.
Pero además ésta corriente variopinta en que milita y “no milita” Carlos Slim Helú, se mueve en una zona resbalosa, con un proyecto de mediano plazo: ganar la presidencia de la república con quien será para el 2018 tres veces candidato a ese primer puesto gobierno en el país: Andrés Manuel López Obrador. Este empeño tienen una finalidad suprema: trocar nuestra república imperfecta, pero perfectible; por una nueva Icaria a través de un Cambio Verdadero, con mayúsculas, donde la justicia acabe con la corrupción. En principio con la prevaricación de la “mafia en el poder” que luego vaya bajando por los peldaños de la escalera social, hasta inmacular a todos los mexicanos la corrosión que los corroe. Pues bien, esta corriente que en los extremos se toca con los guerrerenses y con algunos sectores del PRD, ha logrado ganar algunas batallas muy importantes:
1.- Han reavivado y profundizado la versión que Televisa tiene una larga historia de complicidad con Peña Nieto. La han acusado con éxito que Enrique Peña Nieto había ganado la elección presidencial gracias a la trasmisión ad nauseam de su imagen y su mensaje, y que este “servicio proyección política” había sido pagado con recursos públicos. López Obrador sintetizó a su manera este affaire: “Peña Nieto es una estrella más del canal del las estrellas”. Y esa hipótesis quedó “corroborada” cuando nombraron a los tres “telefuncionarios”: Andrade, Arely y Medina Mora a la SFP, PGR y SCJN, respectivamente.
2.- En la refriega lograron imponer la percepción pública de que el secuestro y el posible asesinato de los 43 normalistas en Iguala fue responsabilidad exclusiva de Enrique Peña Nieto. Esta acusación casi convertida en verdad, junto al affaire de la casa blanca, ha convertido a la gestión peñista en un gato con los pies de trapos y los ojos al revés; porque esta barbarie le han endosado otras reivindicaciones imposibles satisfacerse en el marco de la ley: abrogar la Reforma Educativa y la cancelación las elecciones en Guerrero. En esa guerra mediática Televisa luchó a brazo partido, aunque infructuosamente, por imponer la versión de que los culpables de esa barbarie habían militantes del PRD con la complicidad de los “Chuchos” y el prócer de Macuspana, Andrés López Obrador.
3.- Y una tras otra. No obstante se dibuja en el horizonte una especie de estancamiento de esta corriente y posiblemente tenga hasta un proceso de reversión. La primera pifia de López Obrador fue separarse del PRD y haber formado el partido MORENA, pues ello podría hacer imposible una alianza para derrotar al PRI en el 2018, y peor aún si a ello se suma la confrontación que tendrán en el DF estos partidos, que muy seguramente quedarán rotas las posibilidades para restañar esas heridas que se sumaran a las que ya se han infringido. La segunda, tiene con lo que está ocurriendo en el sureste, que era el espacio por excelencia donde sus sociedades de habían volcado por López Obrador. Este territorio –que también es territorio TELCEL- le esta siendo seriamente disputado por una constelación de fuerzas que han decidido autodirigirse sin la mediación del INE. Si este escenario que se ha bosquejado se concretará y López Obrador perdiera potencia electoral, seguramente Slim hará mutis de esta corriente, porque para don Carlos bussines is bussines.
Finalmente. Diríase, así sea con pinzas, que a pesar de lo enconado de la disputa aún no ha llegado la “sangre al río”; no al menos al interior de los círculos rojos de los monopolios y del gobierno, aunque sí se han presentado actos de violencia en los sectores periféricos de sus áreas de influencia. Creo que lo “mejor” está por venir; claro, si persiste la debilidad política del Enrique Peña Nieto y se ahondan aún más las diferencias entre los monopolios, que todavía no les han quitado ninguna pluma a esos gallos. Pero ya basta de especulación. Punto.