Sembrar mariguana para sobrevivir, el plan en El Aguaje, San Luis Potosí

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El alcalde, académicos y habitantes de esta comunidad de Ciudad Valles ven en la mariguana “un sueño de oro verde”. 

San Luis Potosí.-

En la comunidad de El Aguaje, en Ciudad Valles, San Luis Potosí, la pobreza ocasionada por la pandemia de covid-19 y el cambio climático, han golpeado tan fuerte a la economía de los habitantes de la huasteca, que desde hace tres meses han propuesto al gobierno local que los dejen sembrar, cosechar y comercializar los derivados medicinales de la mariguana.

Los habitantes aseguran que su objetivo no es convertirse en capos para “vender tabiques o churros de mota”, sino más bien sembrar matas y convertirlas en productos terapéuticos que puedan ofertar y así mejorar la economía de su comunidad.

Enedino Hernández, es comisario en El Aguaje, Ciudad Valles. Él durante un recorrido por esta zona de la Huasteca. Invitó a viajar en la batea de una 4×4 para mostrarnos las condiciones de los caminos, y las casas en las que viven los habitantes de este lugar.

“Nosotros no nos hacemos los sufridos, de verdad vivimos de forma muy precaria: es momento de que el gobierno vea la marginalidad que tenemos. Ustedes han visto las condiciones en las que llegamos: no tenemos caminos, no tenemos luz, no tenemos agua y las casas son de madera de palma”, compartió Enedino, el fin de semana pasado durante una caminata por El Aguaje.

La paupérrima situación de estas familias es confirmada por la estadística. Ciudad Valles, municipio al que pertenece la comunidad de El Aguaje, está ubicada a 291 kilómetros de la capital potosina, tiene una población de poco más de 183 mil habitantes; de estos el 81.45 por ciento vive en condición de pobreza, 37.71 en pobreza moderada y el 7.11 en pobreza extrema, según datos del último perfil socio demográfico municipal del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Históricamente los pobladores de El Aguaje se han dedicado a la medicina tradicional. Hasta hace dos años esta gente vivía de la producción del Soyate, un árbol terapéutico conocido como pata de elefante. Sin embargo, desde que esta especie fue catalogada en peligro de extinción no pudieron seguir explotando sus propiedades, ni vivir de ellas.

En un intento por hacer frente a esta prohibición los potosinos de esta región aprendieron un nuevo oficio: el de la apicultura. Dos años les duró el gusto, pues el cambio climático ocasionó que en el último semestre las abejas cambiarán de ruta y ahora su producción de miel no les da lo suficiente para vivir de esto.

Buscando alternativas los pensaron en mandar a sus hijos a Estados Unidos, para que probaran suerte del otro lado del muro y estos mandaran remesas, pero los más jóvenes se negaron a abandonar su tierra.

Guillermo Ahuja, profesor e investigador de la Facultad de Estudios Profesionales de la Huasteca, ha trabajado desde poco más de 5 años con los habitantes de El Aguaje, y asegura que nadie quiere dejar sus parcelas y que en más de una ocasión le han pedido que hable con el alcalde para que por decreto establezca que ellos puedan sembrar mariguana para sobrevivir.

“No es para echarse un churro, ellos sí lo quieren para sobrevivir. La miseria nos está alcanzando, qué es lo que prefieres tener gente miserable y después que se dedique a otra actividad con tal de recibir unos pesos”, explicó el catedrático.

María Crescencia es una de las más de mil 325 habitantes de esta comunidad, que anhelan les permitan sembrar mariguana. Vive en una casa de palma, con piso de tierra, su casa no tiene cuartos, sino más bien se trata de una habitación de cuatro por tres metros que sirve como cocina, sala, comedor y dormitorio.

El día que llegamos a su casa nos recibió con tortillas hechas a mano que remojo en salsa roja, también ofreció arroz y frijoles de la olla. Para beber preparó un agua de limón en la que ocupó el agua que almacena durante la época de lluvia.

Crescencia, como prefieren que le llamen, vive únicamente con su esposo. Tiene dos hijos, pero ellos se mudaron a otra localidad con sus respectivas familias: la falta de oportunidades los orilló a buscar trabajo fuera de la región.

Para Crescencia, la idea de sembrar cannabis le llegó por su esposo: “Hemos visto que esa plata se da en todas partes y bajo cualquier condición, entonces ¿por qué no plantarla? Si la semilla es barata y se da en sombra o sol, ya se nos hizo tarde para comenzar a trabajarla”.

“Nosotros no queremos sembrar un campo, solo unas 20 o 25 matas que nos permitan sobrevivir. Que no nos juzguen, que no nos digan que somos como esos narcotraficantes porque nosotros no vamos a vender, nosotros lo que vamos a sacar es un extracto para producir medicinas”, compartió la mujer mientras agitaba las manos a manera de reproche.

Información por MILENIO