SEGUIMOS IGUAL O PEOR EN MÉXICO 2019 EL DIAGNÓSTICO SE HIZO EL 2017.

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ELIO EDGARDO MILLÁN VALDEZ.

Afirma Carlos Elizondo: “Hoy la fragilidad de México es la más alta desde la crisis de la deuda externa de los años ochenta. La parte más dinámica de nuestra economía es la vinculada al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el cual Trump quiere renegociar. A esto hay que agregarle que nuestro gobierno es muy impopular, enfrenta serios problemas de gobernabilidad, una inseguridad al alza, además gastó de más en los años de altos ingresos petroleros y es tan profunda la corrupción que más de un funcionario de primer nivel es vulnerable en una negociación ante información que revelará sus negocios oscuros” (Carlos Elizondo Meyer-Serra. Excelsior. 12/01/17)

Pero la proverbial debilidad de Peña y los serios problemas de gobernabilidad que existen en el país, no sólo impactaría en el posible derrumbe del TLCAN, también incidiría en otros problemas no menos importantes: 1.- La necedad de repatriar a las empresas norteamericanas que tienen su asiento en México. 2.-La persistencia de Trump de gravar hasta con un 35% de aranceles a empresas no estadunidenses radicadas en México, por ejemplo Nissan y otras ensambladoras. 3.-El comienzo de la construcción del muro bajo la amenaza de que México debe pagarlo. 4.- La deportación masiva de inmigrantes sin papeles.

Si nuestra economía y el resto de productos y servicios estuvieran diversificados en el mundo de todos modos la concreción de los propósitos de Trump serían desproporcionados, pero cuando el 80% de nuestras transacciones son con EEUU, las amenazas del presidente electo adquieren connotaciones catastróficas. Ello requeriría recomponer geopolíticamente nuestra posición en el mundo, pero para conseguir este cambio de terreno se necesitarían años y muchísimos esfuerzos. Entre tanto México viviría a la deriva, gravitando en la charca crisis mundial que aumentaría la pobreza, la pobreza extrema, que romperían todo nuestro tinglado institucional, ya descompuesto por la corrupción, la impunidad, la violencia y el radicalismo que hace de la calle su lugar preferido.

¿QUÉ PODRÍA HACERSE EN ESTOS DÍAS TANTO DENTRO COMO FUERA DEL PAÍS

“En los últimos lustros, México le ha apostado a un mundo cada vez más abierto. El problema es que este modelo está siendo amenazado (y rebasado). No sólo por el que será el nuevo Presidente de Estados Unidos. En fenómeno del delirante de Trump es parte de un fenómeno creciente en las democracias occidentales. Las elecciones las están ganando los que quieren cerrar sus naciones frente al mundo: rechazan el libre flujo de mercancías y de personas” (Excelsior. Leo Sukerman. 12/01/17). El tiempo nos ha demostrado que las amenazas de Trump, no sólo fueron peregrinas frases de campaña nada fraternas contra México. El fatídico 11 de enero, a 9 días de ser investido presidente de la nación más poderosa, en conferencia de prensa reiteró las mismas amenazas hasta la náusea, y éstas podrían cumplirse aunque la oposición norteamericana diga misa. ¿Qué necesitamos para enfrentar a Trump?

1.- México requiere hoy un presidente que nos explique claramente por qué está amenazado nuestro país y qué se puede hacer al respecto. Que diga la verdad en materia económica, es decir, que vamos a crecer menos, que vienen tiempos de vacas flacas donde el gobierno tendrá que ajustarse más el cinturón para evitar que la deuda mexicana se vuelva insostenible y la inversión de dentro y fuera del país se desplome. Un líder que unifique a la clase política y la sociedad civil en torno a una serie de políticas públicas que mitiguen sus amenazas. ¿Podrá hacer Peña una piedra que no la levante?

2.- Pero eso no basta. Peña hoy tiene dos frentes imposibles de recomponer si no se pone a la altura de su tiempo histórico: enfrentar a Trump y paliar la inconformidad nacional que amenaza con desbordarse. En estas condiciones el presidente, aparte de hablar claro con los mexicanos, como Zedillo lo hizo en su día, requiere resolver tres problemas que podrían darle credibilidad y autoridad para convocar a los mexicanos. Estas medidas podrían ser los siguientes:

A) El problema del gasolinazo que condensa todos los agravios de la clase política a la sociedad, y especialmente Peña Nieto y su gobierno. En principio es preciso destacar que la imposición del gasolinazo fue la única opción que tenía el gobierno desde el punto de vista fiscal. Tenía y tiene varias alternativas, entre ellas se expondrá una brevemente: 1.- Dar marcha atrás al Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS) que grava en promedio con 7 pesos cada litro del producto referido. 2.- Para compensar es hueco financiero es un deber que la alta y la mediana burocracia de los tres órdenes y niveles de gobierno que se bajen los sueldos en un 33% y que desaparezcan los sobresueldos y otras partidas secretas. 3.-Que a los gobernantes ladrones que hicieron del erario público un botín personal, se les confisquen sus bienes y los pongan al servicio de esta causa. 4.- Que se modifique la Ley de Ingresos para que se aumenten los impuestos a los productos «chatarra». Si Peña Nieto tuviera los “arrestos” suficientes para hacerlo -e inclusive pedir perdón a los mexicanos por sus erráticas políticas- la gasolina nos costaría entre 10 y 12 pesos y evitaría además una creciente inflación que ya empieza a desbordarse, pero además detendría la irritación social. Con estas medidas la deuda nacional no aumentaría, porque la gasolina sería subsidiada/financiada con los recursos que aprobó el Congreso de la Unión para este 2017, solamente habría que hacer una redistribución de estos. Existen otras alternativas que ya han expuesto otros estudiosos.

B) Poner en operación de inmediato el Sistema Nacional Anticorrupción y que esté al frente de este organismo un fiscal de hierro, que no sea empleado del presidente ni cortina de humo para “ocultar” las trapacerías de la clase política. En efecto, la corrupción, la impunidad y la violencia son una obtusa trinidad, cuya recursividad manda a los mexicanos y al mundo un mensaje que México está hecho a imagen y semejanza de un país bananero. 1.-La corrupción nos cuesta entre 10 y 12% anual del Producto Interno Bruto (PIB). Amparo Casar señala que este flagelo nos cuesta cuatro veces y pico más que los recortes que el Congreso realizó para “aliviar” la crisis presupuestal de este año (Revista Nexos. Enero/2017) 2.- La impunidad es rampante: “El Índice de Impunidad Global (IIG), afirma que en México al menos 99 por ciento de los delitos que se cometen no son castigados. Sólo 7 de cada 100 delitos son denunciados y de estos sólo 4.46% obtienen sentencias condenatorias”. 3.- La violencia, por su parte, es el pan nuestro de cada día. La violencia, más allá de la espantosa inseguridad de la que nos hemos vuelto rehenes, afecta a la economía mexicana con un monto de 3 billones de Pesos, equiparable al 17.3% del PIB, señala el Índice de Paz México (IPM/2015). Dicho en síntesis: la corrupción, la impunidad y la violencia absorben, según algunos estudios, el 25% del PIB. De ahí que su combate a fondo y sin concesiones podría liberar recursos para mitigar la pobreza y la extrema pobreza. De ahí que la postergación del Sistema Nacional Anticorrupción, o el peligro de que se convierta en una “cortina de humo” para que la clase política siga haciendo de las suyas, inhibiría la participación de millones de mexicanos porque ya están cansados de luchar para que todo cambie y todo siga peor. Hoy se requiere un potente movimiento ciudadano para que no nos vuelvan a dar gato por liebre. Por fortuna ese movimiento ya ha tomado las calles, y han empezado a llamarle la primavera mexicana.

C) La pobreza endémica. El informe de la Comisión económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) detalla: “La pobreza en México avanzó de 51.6% de la población del país en 2012 a 53.2% en 2014, mientras que la indigencia creció 0.6%, al afectar a 20.6% que están en este segmento, porque hay erosión de los salarios mínimos y una alta tasa de natalidad entre la población marginada”. Asimismo indicó que los programas de transferencias como PROSPERA no logran compensar la caída de ingresos de los pobres e indigentes. Y subrayó que está comprobado que el mercado no va a luchar contra la pobreza, sino que será a través de políticas públicas como podrá disminuirse este flagelo”. Luego demandó: “Urge explorar nuevas fuentes y mecanismos fiscales de financiamiento. A los hay que incluir un manejo transparente de los recursos, que hagan sostenible la política social y los avances alcanzados” (CEPAL. Datos del 2015)

3.- Por supuesto no se trata de reinventar al país en un mes, pero se trata, por supuesto, de crear una ruta irreversible que tenga como título el de una novela: “El país del Nunca Jamás”. De lo que se trata es crear una certidumbre fundada –con Peña o sin Peña- para abatir la crisis de confianza en las instituciones y la endémica de pobreza que nos azota. Dicho de otra forma: es necesario que en estás horas aciagas los mexicanos estemos seguros de que tendremos en México un país menos desigual y más seguro, donde la “justicia” no sea monopolio de los corruptos. Se trata en estos días difíciles de crear esperanzas fundadas, y sólo podrán ser esperanzas fundadas, a pesar de las dificultades con las que nos amenaza el entorno internacional, si a la clase política la obligamos –o se obliga por un sentimiento de supervivencia- a vivir en la “honrosa medianía juarista”, para que los cuantiosos recursos que se pagan, se roban o se reparten con fines electorales, nos sirvan para crear/reformar/activar nuestras instituciones y para que se mitigue la pobreza centenaria que padecen millones de mexicanos.

Hay recursos para ello. Ya lo dijo Amparo Casar: “El flagelo de la corrupción nos cuesta cuatro y pico más que los recortes que el Congreso realizó para “aliviar” “su” crisis presupuestal, que sumados a la reducción de salarios de la clase política, sumarían recursos multimillonarios. No obstante, creo que los buenos tiempos para la clase política se han eclipsado. Esto no quiere decir, como piensan algunos políticos, que si le ganamos este round a la clase política, nos haga indemnes a la crisis internacional que azota al mundo o que con este esquema podríamos resolver todos los problemas de México. Pero sí creo que sería un excelente inicio, un nuevo comienzo republicano. Por supuesto tendríamos que ir más allá, mucho más allá, del inexistente trébol de cuatro hojitas que propuso Peña Nieto: El demagógico Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar, que por cierto ni la COPARMEX quiso signar.

De 2017 hasta este 2019 nuestra circunstancia no mejora. Volveremos sobre el tema.