1,2,3… “Estaba la pájara pinta, sentada en un verde limón”… Y este jovenazo no la pensó mucho para irse de “pinta”, brincándose la barda de su escuela, Miguel Hidalgo. Primero calculó la altura desde su punto de observación al piso; luego arrojó el miedo “a donde cayera” siempre fijándose, ¡desde luego! en que no lo fueran a descubrir para poder irse a investigar nuevos mundos; otros tratados; aclarar la mentes pata entender las matemáticas y la física y así sin más, emprendió la fuga como un buen equilibrista al grito de: “ámonos, me voy de vago y luego aprendo”. Total, no sería el primero.